‘Steve Jobs’: Ciudadano Apple

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Cartel de la película.
Cartel de la película.

Antes que nada, debo confesar que vi esta película sin mucho interés porque nunca me gustó Steve Jobs. Ni el monstruo empresarial que creó, ni su rollo mesiánico. Sólo me ha interesado por saber qué han hecho los cineastas Aaron Sorkin (guionista de La red social) y Danny Boyle (director de Trainspotting) con un personaje tan influyente y poderoso como lo fue el señor Jobs.     

¿Puede una misma persona ser un genio de la tecnología y un gilipollas? Puede. El creador de la multinacional de la manzatina fue un cretino y un pirado, pero también un genio en su movida, que sinceramente me da bastante igual. En mi vida he seguido con la más mínima atención la evolución de ningún cachivache tecnológico.

Las reacciones a Steve Jobs han sido muy variadas y su resultado en taquilla no ha sido el esperado. La película, a la espera de sus previsibles nominaciones a los Oscar, es ya una de las decepciones del año. Uno de los que no han visto bien el film ha sido un consejero delegado de Apple llamado Tim Cook, que atacó al equipo de la película llamándolos “oportunistas”. El brillante Aaron Sorkin replicó en The Hollywood Reporter de forma brutal: “Si tienes una fábrica llena de niños en China montando teléfonos por 17 céntimos la hora, tiene huevos que llames oportunista a alguien más”.   

Steve Jobs plasma la vida del fundador de Apple y su relación con su tocayo Steve Wozniak, pero no lo hace a modo de rutinario biopic (de su infancia a su muerte), sino usando tres presentaciones de sus revolucionarios productos. Esta es la primera divergencia entre esta película y La red social, escrita por Sorkin: a diferencia de la película sobre el geniecillo de Facebook que monta poco a poco un imperio, en Steve Jobs ya lo conocemos, desde el arranque, como triunfador, mesías tecnológico y telepredicador new age.   

El director Danny Boyle, que me engatusó en 127 horas y me horrorizó en La playa, vuelve a demostrar su imaginación visual, y esta vez sin venderse al mundo del videoclip. Y no ha sido la suya tarea fácil: ha tenido que lidiar con un guión muy verbal. Demasiado verbal, como le suele pasar Mr. Sorkin.

Si en La red social, fabulosamente dirigida por David Fincher, el guión de Sorkin hermanaba de forma perfecta con las brillantes imágenes del director de Se7en, no ocurre lo mismo en Steve Jobs. Y sí, Sorkin escribe frases brillantes pero no ha conseguido un guión con un cuerpo que seduzca y mucho menos un personaje con una complejidad deleitable. A mí por lo menos no me ha cautivado en absoluto.

El ritmo del film y de los diálogos, además, hace que lo sigas con cierta dificultad. Me suele pasar con las series de televisión escritas por Sorkin: como se habla tan a toda leche y mi inglés es tan normalito, me pierdo enseguida. Y me ha vuelto a ocurrir en esta película: su arranque es espectacular, pero a los pocos minutos me empiezo a perder. Y tengo otro problema grave con ella: no sé cuál es su tema. No sé si es una peli sobre el poder empresarial, sobre un predicador cantamañanas, sobre el mundo de la publicidad y la apariencia... Ni idea.    

En cuanto a los actores, el trabajo de Kate Winslet y Jeff Daniels es lo que se espera de ellos, el de Seth Rogen como el amigo es discreto y Michael Fassbender se parece a Steve Jobs como un diamante a una patata, aunque hace un trabajo decente. Da qué pensar lo que hubiesen hecho Leonardo DiCaprio o Christian Bale, al los que se les ofreció el papel de Jobs. Y no digamos ya lo que hubiese hecho David Fincher, que fue el que inicialmente iba a dirigir la película, estupendamente diseñada por uno de los mejores productores del Hollywood actual: Scott Rudin.

En definitiva: una película sobre un iluminado bastante pirado sin mucho nervio cinematográfico y de diálogos ingeniosos pero a veces excesivos. Arranca muy bien, se desinfla en su nudo y te deja indiferente en su tramo final. Una verdadera lástima teniendo el personaje y el equipazo que tenían.

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