Estrenamos año con una de las favoritas a los premios cinematográficos. Joy es una de esas anuales decepciones con las que abrimos temporada de premios. De momento, el film ya ha sido nominado a la mejor película de comedia y mejor actriz (Jennifer Lawrence) en los Globos de Oro y ha recibido tres nominaciones en los prestigiosos Critics Choice Awards.
La historia de Joy (nombre de la prota que en inglés significa 'alegría', mira tú que alegórico) es la de una deprimida muchacha de clase trabajadora que acabó convirtiéndose en la inventora de una popular y práctica fregona y también estrella de la teletienda. Apasionante argumento, ¿eh, amigos? Pues no le den más vueltas, porque Joy va de eso y de nada más.
Estamos ante un telefilme con una trama pobretona que se puede resumir en: una niña con mucha imaginación no cree en príncipes azules, sino en ser emprendedora. Y un luminoso día, y tras un matrimonio frustrado y frente a sus responsabilidades ante una familia en ruinas, la muchacha, que no quería ser salvada por príncipes azules, salva a todos los suyos gracias a su gran invento: ¡una maravillosa fregona! Al final la princesa logra convertirse en empresaria a pesar de los financieros machistas, sus mediocres competidores y los parásitos arrimados. En definitiva: otra obra de propaganda para el mierdoso y voluminoso archivo de películas sobre el demencial American way of life.
Joy es una americanada como la copa de un pino. Cuando la estás viendo y descubres cómo la señora de la fregona va trepando en el ratero mundo de la teletienda, esperas que haya algún atisbo de ironía o de crítica, ¡pero ni rastro! La peli se toma en muy serio la cosa capitalista y acaba siendo una especie de justificación del consumismo más casposo, además de una especie de horripilante manual de autoayuda para mujeres emprendedoras.
De todas maneras, no esperaba gran cosa de otro nuevo dramón académico de David O. Russell, anodino director de películas tan olvidables como El lado bueno de las cosas, The fighter o La gran estafa americana, donde los actores llevaban postizos y pelucas espantosas.
Lo mismo puedo decir de un actor tan acabado como Robert De Niro. La carrera de este buen señor es una tragedia para la historia de la interpretación. Desde la cachonda Una teparia peligrosa, del 99, De Niro no ha parado de protagonizar comedietas de tercera, thrillers anodinos o películas de terror malísimas y en general films lamentables para un hombre de su valía y carrera. No hay derecho que desde hace 17 años De Niro no haya dado una. Ahí están, para certificarlo, horrores como Las aventuras de Rocky y Bullwinkle, Los padres de ella y sus secuelas, 15 minutos, The Score, Showtime, Asesinato justo, La gran boda, El becario... no tengo espacio para recordar toda la basura que este señor ha aceptado protagonizar. Pero todo tiene su explicación: De Niro ya no es actor, es un ambicioso y multimillonario empresario con 30 restaurantes, una docena de edificios y un sinfín de empresas. Hace la mierda que hace por la pasta y ser actor dejó de interesarle hace demasiado tiempo.
Junto a él, en Joy destacan como secundarias tres grandes damas bastante poco aprovechadas: la ya octogenaria Dianne Ladd (Chinatown), la antigua musa de David Lynch, Isabella Rossellini (qué pena verla tan mayor) y Virginia Madsen, la Maya de Entre copas en un papel de vieja maruja muy poco favorecedor. Bajonazo.
Jennifer Lawrence, bien (será nominada al Oscar) y el vulgar Bradley Cooper cumple, sin más.
El gran problema de Joy es que tarda siglos en arrancar y exponer su tema, se limita a dar bandazos sin concretar, sin enganchar al espectador, no sabe en qué terreno asentarse, si en el del drama o el de la comedia. Y finalmente acaba siendo una película que se toma demasiado en serio y acaba siendo tan banal como aburrida.
Además, y como sucedía en otros premiados telefilmes femeninos como Erin Brockovich, la película está diseñada por y para la tal Joy, que es una tía admirable que lleva siempre los pantalones, ayuda a todo el mundo, tiene talento, es guerrera, talentosa... perfecta. No tiene ni una arista la buena mujer, ni lados oscuros, ni dudas. Nada, es perfecta. Y también bastante asexuada. Que la auténtica Joy Mangano sea productora ejecutiva de la cinta supongo que no habrá ayudado mucho a hacer un guión con un trabajo honrado y decente en este sentido. Una pena.
Estamos, pues, ante otra peliculita con el rótulo inicial de "Basada en hechos reales", otra tv movie de por la tarde a la que el formato cine le queda bastante grande.
En este sentido, hace poco vi una interesante mesa redonda de conocidos directores de cine actuales. Entre ellos estaban O. Russell y Tarantino, que dijo algo que pensamos muchos: hay películas que invitan a salir de casa y abandonar tu calefacción y tu tele de plasma para entrar en una sala de cine junto a otra gente, las que hay que ver en una pantalla enorme y con un sonido que te cagas. Y cada vez se hacen más películas que no merecen ese esfuerzo físico y económico, por las que puedes esperar unos meses a que aparezcan en DVD. O ni eso. Joy es una de esas que ni eso.