‘Nunca es tarde’: La carta perdida de John Lennon

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Cartel de la película protagonizada por Al Pacino.

Esta película es lo que los americanos llaman un “What if...”, un “¿Que hubiera pasado si...?”. La historia en la que está basado el guión de Nunca es tarde es muy interesante: en 1971 un joven cantante de folk de Liverpool y de 21 años, Steve Tilston, concedió una entrevista para la revista ZigZag (ya desaparecida). En ella dijo que la fama y el dinero podrían ser una muy mala influencia para la composición musical. John Lennon, que entonces tenía 30 años, leyó la entrevista y le escribió a Tilston una carta con su puño y letra en la que cuestionaba sus argumentos.

Decía así: “Ser rico no cambia tu experiencia de la manera en que piensas. La única diferencia, básicamente, es que no tienes que preocuparte por el dinero; pero todo lo demás, las emociones, las relaciones... son iguales que las de cualquiera. Lo sé. Fui rico y pobre, y también lo fue Yoko. Entonces, ¿qué piensas sobre eso?”. Lennon firmó la carta y debajo de su firma escribió su teléfono personal. Quería seguir hablando del tema con Tilston.

Pero nunca lo hizo, ya que Tilston jamás respondió, ni quedó con Lennon. El pobre Tilston nunca recibió la carta, desconoció su existencia durante nada menos que 34 años, hasta que un día de 2005 un coleccionista que compró la carta contactó con él para autentificarla, para saber si era él el destinatario y al que aludía Lennon en la misiva.

Hoy Tilston no es precisamente millonario, aunque sí un músico muy respetado en la escena folk británica. Ha publicado más de veinte discos y una novela. Pero, como hace Nunca es tarde, todos nos hacemos la inevitable pregunta: ¿Qué hubiese sido de su carrera y de su vida si hubiese recibido aquella carta de Lennon y conocido al genio? ¡Si Lennon le hubiese mandado un privado al Facebook!

En Nunca es tarde (Danny Collins en su título original) Al Pacino interpreta, y nunca mejor dicho, a un remedo de Tilston, a un patético y arrebujado rockero que a pesar de sus años, setenta, sigue dándole a la farlopa, al alcohol y las jovencitas fáciles. Collins es lo que los ingleses o los americanos llaman un One Hit Wonder, cantante de un único y desmesurado éxito comercial.

Y un día Collins recibe la visita de su manager (Christopher Plummer), que le regala, por su cumpleaños, la carta de Lennon perfectamente enmarcada. Collins, en estado de shock, decide entonces cambiar su vida. Su viaje lo llevará a un hotel donde se propondrá componer su nueva música, recomponer su vida, conocer a una especial recepcionista (una estupenda Annette Bening) y reconciliarse con su hijo (Bobby Cannavale) y su embarazada mujer (Jennifer Garner).

¿Y la película? Correcta, quizás para algunos excesivamente familiar. Tampoco se puede pedir demasiado desgarro o cine independiente de su director, Dan Fogelman, un tipo que ha creado las series Vaya vecinos y Galavant y es firmante de los guiones de las tres insulsas entregas de Cars además de películas muy menores como Fred Claus, Bolt, Crazy, Stupid, Love, Un desmadre de viaje o Plan en Las vegas. Como realizador, además, sólo había rodado un corto.

Pero da igual, aquí está Pacino dándolo todo. ¿Que Pacino hace de Pacino? ¿Y qué? Lo mismo hacia Marilyn y no la poníamos a caldo. Lo grande de Al es que se atreve incluso a cantar y a hacer patéticos números musicales. A diferencia de muchos actores de su generación, Pacino siempre se arriesga, juega, se moja, se pregunta... porque sigue siendo un actor como la copa de un pino. Y sólo por él merece la pena ver Nunca es tarde. En fin, que Pacino no es De Niro, un cínico que sí que hace el mamarracho en sus películas y ha abandonado la ambición de hacer cosas diferentes y madurar como actor hace décadas.

Junto a los gorgoritos de Pacino, en Nunca es tarde tenemos, encima, una estupenda banda sonora con temazos de Lennon, canciones que brillan y emocionan en escenas tan intensas como cuando Pacino, con Imagine de fondo, lee por primera vez la carta del exBeatle.

El gran lastre de esta película, que no es mediocre pero tampoco memorable, es su bajón tras el primer tercio del film. Tras una muy interesante presentación de personajes y el giro que hace cambiar al protagonista, Fogelman entra en el terreno del drama familiar y lo hace de forma torpe, algo vulgar, con demasiados lugares comunes. Pero remonta y al final hay una secuencia en una clínica que es preciosa por cómo está escrita e interpretada.

Pero el conjunto no ofende y la película se deja ver hasta el final si no esperas estar viendo algo grande. Annette Bening defiende muy bien su personaje, Bobby Cannavale está estupendo y Pacino mucho más contenido que en La sombra del actor o Phil Spector, dos de sus últimos trabajos.

Este es un fin de semana flojo en estrenos. Si van al cine sin esperar que Nunca es tarde les cambie la vida, la van a disfrutar. Es más que digna.

decine21

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