Carlos Saura: “Detesto la violencia gratuita de Tarantino”

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El cineasta Carlos Saura, en una imagen de archivo. / Efe

Tres viejos camaradas y un joven, cuñado de uno de ellos, se vuelven a reunir para ir de caza. Pero lo que parece una simple cacería de conejos se convierte en otra cosa mucho más brutal. No todos están ahí para disparar, aunque acaban disparando, y no sólo a los conejos. Esa es la trama de La caza, de Carlos Saura, clásico que este mes de noviembre cumple nada menos que medio siglo. Su título original era La caza del conejo, pero la censura franquista, que siempre veía connotaciones sexuales en todo, pidió dejarlo en La caza, cosa que a Saura le pareció una muy buena idea. Su amigo Luis Buñuel dijo al verla que le fascinó y que le hubiera gustado rodarla, pero sin matar a tantos pobres conejos. Producir La caza costó dos millones de las antiguas pesetas. Un millón lo buscó el joven y prometedor productor Elias Querejeta y el otro lo consiguió el propio Carlos Saura gracias a su padre. Rodarla provocó casi insolaciones. Se hizo en un secarral y en pleno agosto. El sudor que vemos en pantalla no es maquillaje, es el de los propios actores, real. El propio Saura, que acaba de estrenar Jota de Saura y prepara 33 días, sobre el Guernica de Picasso, se anima a celebrar con cuartopoder.es el 50 aniversario de su clásico.

— El guión de La caza no interesa a las productoras que la leen hasta que llega a las manos de un joven Elías Querejeta, que se atreve a intentarlo. ¿Cómo es esa primera reunión, ese encuentro que marcaría toda su carrera?

— Conocía a Elías a través de la productora Uninci, que regentaba Juan Antonio Bardem. Elías había hecho ya un par de cortos y creo que un largo con Antxon Eceiza. Elías se interesó enseguida por el proyecto y nos pusimos en marcha.

— Querejeta era famoso por ser un productor difícil, muy metido en el guión, con conflictos con los directores... Pero con usted nunca tuvo problemas. ¿Por qué?

— Supongo que por el respeto mutuo. Siempre tuve con Elías una relación de amistad y él respetaba mi forma de trabajar. Y si bien él no intervenía, sí me aconsejó trabajar con Rafael Azcona, por ejemplo, o con este u otro actor. A consecuencia de La Caza, y su premio en Berlín y en otros festivales internacionales, empezamos a tener crédito en Europa y en América.

— Otro personaje clave es el actor Alfredo Mayo, al que le encanta el guión. Sorprende porque Mayo es un emblema del cine franquista (Raza o ¡A mí la legión!) y su película habla, sutilmente, metafóricamente, de la lucha entre españoles, con la guerra de fondo, en ese secarral donde hubo muertos en la guerra. ¿Cómo era Mayo?

"Muchos actores colaboraron con el régimen franquista por instinto de supervivencia"

— Alfredo era una persona educada y simpática y en ningún momento podía ser el ejemplo de actor franquista, al menos en el trato personal. Me pareció un hombre de talante liberal, culto y abierto. Muchos actores, cantantes, etc., colaboraron con el régimen franquista por instinto de supervivencia, y no por ello me gustaría demonizarlos. Alfredo sabía perfectamente que nosotros pertenecíamos a la izquierda, pero a pesar de ello fue la persona más entusiasta y colaboradora de La Caza y sin él no se podíra haber hecho.

— Querejeta no podía costear toda la producción, así que hace como Kubrick en sus inicios: pedirle prestado a su padre. Y pone nada menos que un millón de la época. ¿Su padre era rico? Eso era mucho dinero...

— Supongo que era dinero, no sé si mucho, pero suficiente para hacer La Caza con lo mínimo necesario. En todo caso, mi padre me dijo que me daba ese dinero como parte de mi futura herencia. No sé si lo decía en serio.

— La jugada salió bien: devolvió el dinero porque La caza funcionó en taquilla y recaudó en total 56.000 euros (cuadruplicando su presupuesto inicial de 12.000). Lo curioso es que nunca produjo nada más. A diferencia de otros directores-productores (como Colomo, Trueba o Almodóvar), usted se negó a volver a hacerlo. ¿Por qué?

— No podría compaginar dirección y producción. No estoy preparado para ello y prefiero tener libertad absoluta y no estar maniatado. He hecho más de 40 películas y sólo colaboré en la producción de La Caza. Nunca me preocupé de la producción ni de la distribución de mis películas. Ni con Elías, ni en las que después hice con otros productores como Emiliano Piedra o Andrés Vicente Gómez. He sido y soy un director "económico", acostumbrado a las dificultades, cumplidor de los planes de trabajo, habituado a la economía de medios, herencia de una época en donde había que tener en cuenta el metro de negativo.

— Gana el prestigioso Oso de plata al mejor director en el festival de Berlín. ¿Cómo fue la experiencia en aquel festival? Pasolini era el presidente del jurado y peleó para que el Oso de oro fuese para La caza. El premio lo ganó finalmente Callejón sin salida, de Roman Polanski.

"El Oso de Plata fue la salvación para una película que estuvo a punto de ser prohibida"

— Si, fue así. No lo esperábamos, la verdad. Para nosotros fue la salvación de una película que había tenido ya problemas en España con la crítica y que estuvo a punto de ser prohibida en su totalidad. De ese festival nació mi amistad con Pasolini y mi amor por Geraldine Chaplin.

— La película fue alabada por la nouvelle vague, el free cinema y los americanos que ya estaban intentando cambiar Hollywood. ¿Lo esperaba? ¿Tuvo relación o contacto con algunos de estos cineastas?

— La proyección en el Lincoln Center de New York fue un gran éxito y la crítica alabó la película. Fuera de eso, un día me encontré a Sam Peckinpah y me dijo que La Caza había influido en su cine.  Se hicieron luego algunas películas en USA que rememoraban La Caza.

— Un crítico español le dijo a la salida de la proyección para la prensa: “Vaya mierda que has hecho”. ¿Recuerda de qué medio era? ¿Qué sintió en ese momento?

— Prefiero olvidarlo. Aunque en aquel momento pensé que La Caza iba a ser un desastre. No era la primera vez que eso me sucedía. Lo mismo con Cría Cuervos. Una vez más debo decir que si no fuera por los festivales internacionales, especialmente Cannes y Berlín, yo no habría hecho otra película. España es un país complicado. Hubo una época en que una gran parte de los críticos y de mis compañeros de profesión se dedicaron a denostar lo que ellos llamaban "cine de autor", olvidando que "autor" sólo significa que eres el responsable de lo que has hecho. Ahora, con los años, las cosas se van colocando en su sitio.

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Cartel de la película de Carlos Saura 'La caza'.

— Conoce la localización en la que se rueda La caza por Llanto por un bandido, película que le destrozaron en montaje. Está rodada en Esquivias y en Seseña, desgraciadamente famosa por el pelotazo urbanístico de Paco “El Pocero”. ¿Hubo otras localizaciones o tenía claro que era esa?

— Es cierto que me llamaron la atención, cuando rodaba Llanto por un bandido, las cuevas que permanecían de la Guerra Civil, algo así como las madrigueras de los conejos. La idea era hacerla en ese lugar y con unidad de espacio y de tiempo.

— En el equipo no había ni focos, todo era luz natural. ¿Se vio limitado técnicamente? También ha hablado de las altas temperaturas que sufrió el equipo.

— No, sabíamos nuestra limitaciones y todo el equipo colaboró en que fuera todo bien y fácil.

— Un tema de la película es la violencia retenida y que acaba estallando. La represión de esa violencia. Llama la atención que está mostrada sin efectismos, de forma cruda, no “a la americana”. Ha dicho que no le gusta la violencia de Tarantino, esa violencia frívola. ¿Por qué?

— Detesto la violencia gratuita de Tarantino. Las muertes violentas "divertidas" a mí no me hacen ninguna gracia. La muerte es algo muy serio y hay que tener mucho cuidado al tratarla en imágenes.

— En la época de la película ya irrumpía la violencia más descarnada en el cine. Grupo salvaje, del citado Peckinpah, se rueda tres años después. Su amigo Luis Buñuel dijo odiar la manera estética con la que se trababa la violencia en esa película. Con esos ralentizados. ¿Piensa como él?

— Creo que he contestado ya a la pregunta, pero me molesta, más que la "ralentización" de las imágenes, una moda pasajera, la gratuidad de las muertes espectaculares.

— Ya hemos hablado de su amigo Buñuel, ¿pero qué hay de Goya en esta película? Goya y sus garrotazos.

— Los garrotazos aparecen en Llanto por un bandido. En cuanto a Goya, Paco Rabal imitaba muy bien a Luis Buñuel y le aconsejé que interpretara así a Goya en Goya en Burdeos. Hay una especie de simbiosis Paco Rabal-Luis Buñuel-Goya.

— Uno de los personajes de La caza quiere pedir dinero, medrar y trepar usando la caza, símbolo de la élite. ¿Esta película no es un poco como La escopeta nacional pero sin maldita la gracia?

— No entro en esas cuestiones. Respeto a Berlanga y me parece uno de los mejores cineastas españoles, aunque no comparta alguna de sus películas.

— El guión lo escribe con Angelino Fons, pero la idea es suya. ¿Cómo surge? ¿Qué es lo primero que le viene a la cabeza?

— Fue una reacción frente al destrozo que se produjo en Italia con Llanto por un bandido. Quería empezar de nuevo, hacer otra cosa, controlar todo esta vez.

La caza se rodó en orden al guión, de forma lineal, cosa que es un verdadero privilegio. Sobre todo para los actores. ¿Qué más ventajas trajo esa apuesta?

— En una película así, minimalista, con cuatro actores y algunos conejos, era fácil seguir el orden del guión y ver cómo los personajes se van construyendo al mismo tiempo que crece la historia. Es una forma de trabajo que va bien con mi carácter improvisador. Solo hay una escena rodada en un garaje: cuando el hurón atrapa a un conejo.

— Es la primera película del director de fotografía Luis Cuadrado, que hace un trabajo excepcional. Usted es buen fotógrafo, ¿qué indicaciones le dio para la fotografía?

"Los laboratorios
de entonces me llamaron para decirme que la fotografía era
un desastre"

— Compartíamos la idea de un blanco y negro contrastado, él sugirió una gama baja con un negativo muy sensible para aprovechar los medios tonos, teniendo en cuenta que rodamos durante el verano y con un sol de justicia. Tuve que salir en su defensa en los laboratorios de entonces porque me llamaron diciéndome que la fotografía era un desastre, que no daba la calidad instituida por las normas y que lo mejor que podía hacer era cambiar de director de fotografía. Vi el negativo y les dije que eso era lo que queríamos. ¡Así es la vida!

— ¿Qué referentes cinematográficos tenía en aquella época? Ha hablado de Bergman, Fellini y de su amigo Buñuel. ¿Por qué?

— Me refiero siempre a la utilización de la imaginación en el cine de una forma inteligente y no gratuita. Los tres siguen siendo pioneros de un cine personal, creativo y de altísima calidad. Fellini, con el tiempo, me resulta más artificioso y gratuito.

— Se dijo que en la película se reflejaban las dos Españas, con odios y envidias entre familiares y amigos. Un personaje llega a decir que “la mejor caza es la caza del hombre” y hasta vemos el esqueleto de un muerto de la Guerra Civil sin enterrar. Refleja una España brutal que vuelve a aparecer en su estupenda ¡Ay, Carmela! ¿Cómo ve la España actual? ¿Siguen las dos Españas igual, medio siglo después?

"Se nos ha impuesto una forma de vida que es una carrera contra reloj en
donde llevamos
las de perder"

— La frase que citas es de Ernest Hemingway. No sé si existen dos o cuatro Españas. No es ese el problema, España es un país "cainita" como dijera Unamuno. La envidia, los celos y el afán de poder no es sólo un marchamo español, pero aquí está a flor de piel. Cuando hice El séptimo día pensaba que los odios por los lindes de las tierras (este metro es mío y aquello tuyo) ya no existían. Hasta que sufrimos en nuestras propias carnes, y durante el rodaje, algo parecido cuando aparecieron armados, con escopetas de caza, unos campesinos para decirnos que si no nos marchábamos de sus tierras nos iban a echar a tiros. El caso es que teníamos los permisos en regla.

— ¿Cómo ve los cambios políticos que estamos viviendo? El 15-M, Podemos, la decadencia del bipartidismo...

— En España es difícil ponerse de acuerdo. Y más en estos momentos en los que el ciudadano lo que quiere es que le dejen en paz, que bastante tiene ya con sus problemas de cada día. Y luego están los millones de automóviles que saturan las carreteras en las vacaciones y fines de semana, el turismo desmedido, las playas saturadas, los programas gastronómicos, la televisión con sus programas vacíos, repletos de una publicidad engañosa para vender más automóviles y más cosméticos... ¿En qué país vivimos? Quizás no todo es cuestión de clima. Se nos ha impuesto una forma de vida que es una carrera contra reloj en donde llevamos las de perder. ¿Hasta dónde se puede llegar si hay que mejorar sustancialmente el déficit cada año? Por otra parte, la vida continúa sin gobierno, lo que no deja de ser milagroso. No estaría mal que alguno de los políticos que representan a los partidos hablara de "cultura". La "cultura" es la peste, no da dinero, no da prestigio, no sirve para nada...

FURY (YouTube)

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