Siento respeto por el señor Tom Cruise como actor y productor. Entiendo, eso sí, que sea un tipo que cae mal: su rollo con la Cienciología da miedo y tiene fama de ser terriblemente manipulador. Así me lo confesó José Luis Cuerda (que lo conoció en el rodaje de Los otros) en una entrevista para cuartopoder: “Es un profesional como la copa de un pino. Conoce el cine, los formatos, los objetivos, controla cada plano… se toma su trabajo muy en serio. Pero era un manipulador de cuidado”. Lo será, pero también listo como él solo. Y ha sabido codearse con lo mejorcito: Coppola, Spielberg, Kubrick, De Palma, Mann, Scott, Pollack, Stone, Redford, Thomas Anderson...
Pero como aquí se habla de cine y 'Barry Seal: el traficante' (qué cansado estoy de los títulos con dos puntos) lo tiene, voy al grano. La película está inspirada en la alucinante vida de Barry Seal, un diestro piloto que dejó los monótonos vuelos comerciales, y su trapicheo con puros cubanos, para ser reclutado por la CIA y la DEA y convertirse en distribuidor del famoso cartel de Medellín.
Aunque la película arranca con el famoso “basado en hecho reales” el guión de Gary Spinelli se toma muchas licencias para hacer la película más vibrante y también cómica a ratos. Su historia no es real del todo, pero lo que parece más estrafalario ocurrió y es lo que más asombra de la película, que más que “otra de acción con Tom Cruise” es un divertimento que esconde una crítica a la demencial Guerra Fría en los ochenta. La imagen que se da de la CIA, del FBI, del grotesco Ronald Reagan, del burlesco general Noriega, de la panda de Escobar, de la ridícula contra nicaragüense, de Oliver North y hasta de Bill Clinton es de risa. Y lo es porque todo fue de risa, de chiste de Gila.
Lo más irónico del asunto es que Cruise, protagonista de panfletos fascistoides como Top Gun (ya nos amenazan con su secuela), fue el muchacho ejemplar de la era Reagan, un tipo oscuro y mediocre que venía del cine y lo usó para vender sus mentiras y sus “valores”. Para la propaganda. Solo alguien como él tenía que ser fan y propagandista de una película tan políticamente reaccionaria como Regreso al futuro, puro producto de la era Reagan.
De hecho, el verdadero título de este nuevo Tom Cruise es American Made, algo así como 'Hecho en América', una mofa al American Way of Life y también a la corrupción constante de sus criminales gobiernos y servicios secretos. Hacía tiempo que no se recordaba en pantalla lo infame que fue el señor Reagan para el mundo y para la propia Norteamérica.
'Barry Seal: El traficante' es la segunda película del dúo creativo que han formado Cruise y el director Doug Liman tras la película de ciencia ficción Al filo del mañana. Liman es un tipo con carácter y que no se deja mangonear por Hollywood (ha rechazado dos pelis de superhéroes, una de DC y otra de Marvel). Ahora prepara con su amigo Cruise la secuela de Al filo del mañana y otra de acción en el espacio: Luna Park. El resultado del dúo ha sido nuevamente provechoso: los dos son pilotos y han rodado escenas aéreas reales, tomas que no tienen ningún efecto especial digital y se nota. Afortunadamente, Cruise no ha tenido ningún percance, algo que sí sufrió en el rodaje de la sexta entrega de Misión imposible, que ha tenido que ser cancelada dos meses. Es lo que tiene darse en cuerpo y alma a las pelis y calzando los 55. ¡Nada menos!
Liman ha logrado una película con un ritmo que solo decae algo al final y que funde bien el cine comercial que pide Hollywood y su público con el cine “con mensaje”. La película tiene algunas escenas brillantes, por ejemplo esa en la que Cruise choca con su avioneta en una zona residencial, sale de ella bañado en cocaína y compra una bicicleta infantil para huir. También la escena del juicio, frente a la fiscal y con Bill Clinton al teléfono es tronchante, así como el impactante (aunque algo previsible) final del personaje del cuñado, un tipo repugnante (estupendo Caleb Landy Jones).
Y sí, hay un pero. 'Barry Seal: El traficante' es brillante, pero no redonda. Quiere emular a Scorsese (con su montaje picado, sus planos cortos, sus caprichosos ángulos de cámara y sus congelados), pero no llega. Tampoco llega en guión: no supera el tono de comedia bufa y los personajes no están especialmente trabajados. Además, en los últimos minutos la película empieza a ser repetitiva.
Lo mejor: Tom Cruise.
Lo peor: su poca profundidad.
El plan B:
'La niebla y la doncella' es otro intento de Atresmedia y Gerardo Herrero de hacer cine policíaco y desgravar al rodar en Canarias. En ella el sargento Bevilaqua debe investigar la muerte de un joven en la Gomera. El principal sospechoso es un político al que un tribunal popular absolvió a pesar de lo que decían las primeras investigaciones. Bevilaqua y el cabo Chamorro se enfrentarán a presiones políticas y la suspicacia de sus propios compañeros.
Beatriz Martínez, de Fotogramas, lo ha dejado claro: “Malas interpretaciones, un guión que no se entiende, una filmación torpe, escenas ridículas, diálogos impostados... un thriller de misterio que se convierte en una comedia involuntaria”. En fin: otra castaña en un año nefasto en títulos españoles.
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