‘La ola verde’: el infierno del aborto clandestino

  • El documental ‘La ola verde’ fue premiado en el último Festival de San Sebastián por su necesaria y oportuna reivindicación de la despenalización del aborto en Argentina
  • En Argentina muere una mujer cada semana por un aborto practicado en una clínica clandestina o en un domicilio privado
  • La película está dedicada a 3.030 mujeres muertas oficialmente por abortos ilegales

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En Argentina las mujeres ganan un 27% menos que los hombres, solo poseen el 2% de las tierras cultivables y la pobreza extrema se duplica en la población femenina. Y cada 32 horas hay un feminicidio. La policía y el Estado saben dónde están los hospitales clandestinos en los que se practican auténticas carnicerías y no hacen nada. En esos lugares se practican nada menos que 70.000 abortos al año. Son solo algunos de los escalofriantes datos que aporta el documental La ola verde, que se estrena en nuestras salas el próximo 6 de marzo coincidiendo con las conmemoraciones del Día internacional de la Mujer.       

El documental, escrito y dirigido por Juan Solanas, también nos recuerda, gracias a sus entrevistadas, que la historia del hombre es la historia del sometimiento de la sexualidad y del cuerpo de la mujer, convertido en botín. El testimonio más desgarrador de La ola verde es el de Victoria Donda, diputada de Somos en el parlamento argentino. A Victoria, defensora del aborto libre y legal, la derecha le acusa de ser incoherente con la memoria de sus padres. Y la espantosa razón es que su madre fue secuestrada con tres meses de embarazo, esperaron a que pariera a Victoria y acabó en los vuelos de la muerte, fue lanzada al mar. Su útero fue un botín de guerra y como la propia Victoria recuerda, al leer El cuento de la criada pensó inmediatamente en su pobre madre.

Esta novela de ciencia ficción distópica publicada en 1985, y de la que se ha rodado una famosa serie de HBO, sobrevuela el documental de Solanas, que aboga por la libertad de los cuerpos y que denuncia, como la novela, que el cuerpo de la mujer sea parte de la propiedad privada. Por eso están en pie de guerra las mujeres del pañuelo verde, por eso gritan “ni una menos”.

La ola verde fue premiada en el último Festival de San Sebastián (Premio Otra Mirada) por su necesaria y oportuna reivindicación de la despenalización del aborto en Argentina y el triste recordatorio de que en 2018 el Senado argentino rechazó la ley del aborto por séptima vez en la historia del país. A pocos días de aquel voto en el senado argentino, murió Liliana Herrera cuando le practicaban un aborto clandestino. Para colmo y espanto, la madre tenía otra hija mayor muerta por aborto clandestino.

Como sucedio en Cannes, en su su proyección oficial en San Sebatián se pudieron ver cientos de pañuelos verdes, tanto en la alfombra roja como en la proyección de La ola verde, que comienza recordando que de los 320 millones de mujeres que viven en Latinoamérica solo el 8% pueden interrumpir libremente su embarazo. En Argentina muere una mujer cada semana por un aborto practicado en una clínica clandestina o en un domicilio privado. Contra este horror un millón de personas salieron a la calle en Buenos Aires, todas en favor del proyecto legalización del aborto presentado al parlamento, todas por un aborto libre, seguro y gratuito.

Mayra Mendoza, diputada del FPV-PJ, recuerda en La ola verde que todo Estado que se diga democrático debe garantizar a todos sus ciudadanos, y por supuesto a sus ciudadanas, el derecho a la salud. En una democracia no puede existir la ausencia del Estado, que debe ser responsable de que sus ciudadanos tengan garantizada la salud.

Juan Suárez, subjefe de obstetricia del Hospital Diego Thompson, explica que a él y a sus compañeros los formaron para hacer la denuncia a la policía tras practicar el aborto y tratar a las jóvenes que abortaban como si hubieran cometido un grave delito. Suárez, muy tocado tras su experiencia, también vio cómo decenas de mujeres perdían su útero y algunas hasta la propia vida.

En el Congreso también declaró (arrepentida) Cecilia Ousset, tocoginecóloga que es católica y tiene cuatro hijos. Vio morir a mujeres, madres de varios chicos. Vio a la policía preguntándoles en su lecho de muerte quién les había realizado el aborto porque era delito. Y mientras recordó la sangre y un fuerte olor a podrido, reconoció haber sido parte del mal y de haber cometido un gran error.

Cartel del documental. / Caramel Films

Los testimonios del documental, que nos recuerda el caso de una mujer muerta en una pensión de mala muerte y desangrada tras practicarse un aborto con agujas de coser, son desgarradores. Y muchas de las intervenciones son emotivas, como las de Silvia Gabriel, diputada que acabó llorando y haciendo llorar a muchas diputadas en el congreso.

Hay bastantes testimonios con la voz rota en La ola verde, declaraciones que nos recuerdan casos de abortos a medias, mujeres con infecciones letales, oscuras y sucias clínicas clandestinas, mujeres tiradas a la calle como un trozo de carne... Entre los testimonios más tremendos destaca el de Teresita Villavicencio, diputada de Evo Radical que recuerda el espantoso caso una muchacha que tenía cáncer y no le quisieron practicar el aborto por creencias religiosas.

Y es aquí cuando, una vez más, nos topamos con la Iglesia. ¿Cómo le explicas a los hijos de una mujer que su madre ha muerto porque unos médicos católicos no le han permitido acceder a la salud que debería ser obligatorio y pública? El nombre de Ana María Acevedo resuena también en el documental de Solanas. Y en él hablan Norma y Aroldo, sus padres, gente tremendamente pobre, casi mendigos. Y recuerdan: los curas se opusieron al aborto de su hija y se limitaron a rezar y observarla en la cama, arrasada por un espantoso tumor en la cara. “Asesinaron a mi hija y la reventaron, atada de pies y manos”.

En este sentido, Luis Naidenoff, senador del UCR, recuerda algo fundamental y que hasta en España debemos recordar si no queremos perder lo que hemos conquistado hasta hoy: toda religión está por debajo el rol de estado, la religión no puede imponerse bajo ningún concepto al resto de la sociedad.

Otro testimonio tremendo es el de Belén (no se aporta su apellido). Su cara aparece en penumbra, no quiere ser reconocida. Belén no sabía que estaba embarazada, tuvo un aborto espontaneo y la condenaron a siete años de cárcel por homicidio. Desde ese día le aterran los hospitales y si tiene un dolor se lo aguanta. No es el único testimonio aterrador. El documental denuncia hospitales infernales, embarazadas con dolores espantosos a las que no se le dan ni calmantes, gritos, lloros, enfermeras sin piedad ni empatía que se ríen, bromean y toman mate a pesar de los gritos...

Y enfrente, y logrando que el aborto siga siendo ilegal, está la derecha y la ultraderecha. Como una senadora del UCR que pregona que admitir el aborto es admitir el fracaso del Estado y habla de los fetos como “personas”. Y también la eterna hipocresía de la Iglesia, con esos curas que acompañan a las embarazadas de su parroquia a hospitales y fingen ante su congregación que lo de la muchacha se ha tratado de una peritonitis. Y esa gente ultra que grita que les importan los fetos pero que no mueven un dedo por la salvaje pobreza infantil que sufre Argentina. Esa misma gente ultra que muestra en el Congreso la foto de una niña de doce años con un bebé como una victoria, no como una niña sin infancia, arrasada por su realidad.

Junto a las mujeres, la peor parada en La ola verde es Argentina. El documental reflejada la verdadera y devastadora pobreza que sigue sufriendo el país y desconocemos en España. O se nos oculta en los medios masivos. Y todo mezclado con el analfabetismo, la ignorancia, el fanatismo religioso, la desigualdad, el capitalismo salvaje, esas dos sanidades para ricos y para pobres...

La ola verde recuerda que abortar no es algo caprichoso porque una mujer primero piensa en lo que tiene o no tiene, lo que puede tener, lo que hay en su bolsillo, en su futuro. Nunca es una decisión frívola, es una decisión terrible, un acto de responsabilidad que está a la misma altura que el de decidir parir.

De momento el Senado argentino no lo entiende y el aborto sigue estando prohibido. La ola verde está dedicado a 3.030 mujeres muertas oficialmente por abortos ilegales.

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