‘La hija de un ladrón’: la realidad está en los barrios

La pandemia ha roto todos los esquemas. Quizás salir menos a la calle y los bares, me permite ver más cine en casa. La pandemia ha traído una crisis económica y social que ya es brutal, a pesar de la charlatanería de políticos, es necesario leer textos y ver audiovisuales que pongan en evidencia las tragedias de la desigualdad. Una gran película para ello es La hija de un ladrón (Belén Funes, 2019), en la que, además, podemos gozar con el duelo interpretativo entre padre e hija, Eduard y Greta Fernández.

Los barrios pobres de Barcelona, o Badalona, son el escenario de este drama familiar en el que la condición de delincuente del padre desestructura a toda la familia. Un hermano pequeño en un piso tutelado para menores, un padre que aparece y desaparece a merced de sus trapicheos y altibajos con el alcohol y, en el centro, ella: Sara. Esta chica de 22 años, heroína de barrio, a través de su gran esfuerzo y responsabilidad y esfuerzo consigue sacar adelante a su familia y a su hijo, un bebé.