Sol y playa, ¿un modelo turístico sostenible?

  • Tal es el fervor por la costa que España lleva décadas ligada al turismo de sol y playa no solo para los nacionales sino también para los viajeros extranjeros
  • El 70% de la actividad turística es de empresas de hostelería con el 40% del personal como no asalariados, esto es, sin contratos
  • La patronal hotelera afirma que se ha pasado del 90% de sol y playa en el año 2000 al 72% en 2015. ¿Significa que habrá adiós al ‘veraneo’?

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Cada agosto la costa se ve transformada en la nación de todos, con la sombrilla como bandera. Los apartamentos pasan a ser viviendas de primera y encadenan días de puertas abiertas para los huérfanos de playa. España vota sí a que irse de ‘veraneo’ es cuestión de Estado y se pone de acuerdo en que lo que empezó como un privilegio para los pocos con un Seat 600 ha acabado convirtiéndose en patrimonio.

Tal es el fervor popular por la costa que España lleva décadas fuertemente ligada al turismo de sol y playa no solo para los nacionales sino también para los viajeros extranjeros. En 2018, y por sexto año consecutivo, nuestro país sumó otro récord en número de llegadas internacionales: acumuló casi 83 millones de visitantes, según los últimos datos anuales del INE.

Continúa así la línea marcada a partir de la década de los 60, cuando impulsó el turismo de masas Manuel Fraga y se pasó de ocho millones de visitantes a 24 en veinte años. Y si en los 90 la actividad turística aportaba un 8% del PIB, en menos de diez años se aupó al 11%. Lejos quedan, a día de hoy, el vídeo de cómo tratar a un turista de esos años 60, que sea noticia una familia yendo a la playa en un Seat 600 en 1971 o el famoso slogan Spain is different, que apareció en 1929, según Jordi Carulla en España en 1000 carteles.

Volviendo al presente, ahora impresiona el volumen de turistas y el peso del sector de viajes. En comunidades como Baleares y Canarias este tipo de negocios acapara el 45% y 35% del PIB respectivamente, según un informe de 2017 de Exceltur. Si se compara cuánto contribuye el turismo al PIB nacional, Baleares supera cuatro veces el 11,2% de media de todo el país. En resumen, hay comunidades excesivamente dependientes del turismo.

Por ello preocupa que en 2018 hubiera caídas interanuales en abril, julio y agosto. Lo cierto es que España ha vivido de prestado. Desde 2011 España ganó a Marruecos y Turquía, entre otros, como destino por la inestabilidad e inseguridad. Sin embargo en 2018 Egipto se recuperó como anfitrión y atrajo un 44,5% más de foráneos, según el informe ya citado de Exceltur. Frente a este comportamiento pendular externo se sitúa el propio interno. El año pasado volvió el viajero español a la costa con un 1,3% más de pernoctaciones.

Por otro lado el Brexit duro amenaza con un desplome en el número de llegadas de británicos, lo que perjudicaría sobre todo a la costa levantina. De hecho la presencia de ingleses ya ha descendido en Alicante. “[El ‘divorcio’ con la UE causó] un gran malestar en los residentes en España del Reino Unido ya que no se les dejó opinar ni quejarse”, razona José Antonio Larrosa, director de Geografía Humana de la Universidad de Alicante, en declaraciones a EFE.

A merced del visitante

El Brexit nadie lo esperaba pero lo que sí lleva años siendo un quebradero de cabeza es cómo reinventar el turismo de sol y playa ante un ciclo que parece que no da más de sí. De hecho, aunque en 2018 la actividad turística aportó 178.000 millones a la economía española, esto es, el 14,6% del PIB, la contribución del turismo al PIB en lo que va de año se ha mitigado.

El último Atlas Nacional de España, elaborado por el Ministerio de Fomento, señala que el 70% de la actividad turística es de empresas de hostelería con el 40% del personal como no asalariados, esto es, sin contratos. Si tenemos además en cuenta que el turismo de sol y playa se concentra en verano, otro aspecto habitual es el de la temporalidad.

La Organización Internacional del Trabajo (OIT) dio un toque este año a España sobre el hecho de que en 2017 un 27% de contratados eran temporales. Y en el 60% de los casos duraron seis o menos meses, lo que aumenta el riesgo de pobreza. Además, UGT denuncia desde hace tiempo la siniestralidad laboral por la elevada rotación de plantilla.

“La estacionalidad provoca inestabilidad laboral, la imposibilidad de sostener los beneficios todo el año y una considerable congestión de las infraestructuras y de los servicios”, reflexiona Hugo García Andreu, profesor de Sociología en la Universidad de Alicante, en un artículo de Pasos, una revista de turismo y patrimonio cultural.

El ‘boom’ del ladrillo

Otro aspecto a analizar, además de la caída de llegadas de extranjeros, del impacto económico y de la calidad del empleo, es el fenómeno del alojamiento. El 70% de las plazas hoteleras se concentra en destinos de sol y playa y, en particular, el 95% de estas plazas las monopoliza el litoral mediterráneo, Baleares y Canarias.

García Andreu indaga sobre los efectos de los apartamentos en las costas españolas. Y revela una cifra muy llamativa. Según datos del Ministerio de Fomento, de 1996 a 2006 el precio medio del metro cuadrado de vivienda libre en España aumentó un 280%: de 692 a 1.944 euros. En Alicante llegó a subir un 344%, ganando incluso a Barcelona (302%).

El artículo de García aporta una cita sobre esta burbuja. “El director del Instituto Valenciano de Finanzas, Enrique Pérez Boada, reconocía que además de la competencia china el sector del calzado se encontraba en crisis debido a que “algunos empresarios han visto que era más rentable apostar recursos en la construcción antes que en sus propias empresas”.

Es interesante también el extenso trabajo de Playa Burbuja que investiga la especulación inmobiliaria en primera línea de playa de 1987 a 2011, con Jesús Gil y Julián Muñoz de protagonistas. Y con un amplio recorrido por casos sonados como el del Hotel el Algarrobico, en el municipio almeriense de Carboneras.

¿Fin de un ciclo?

La patronal hotelera Cehat afirma que se ha pasado del 90% de sol y playa en el año 2000 al 72% en 2015. ¿Significa que habrá adiós al ‘veraneo’? No necesariamente porque surgen dos escenarios, tal y como indicaba el reputado Doctor Richard Butler: 1) no hacer nada y que se agote el ciclo. O 2) rejuvenecer el destino mediante, por ejemplo, opciones complementarias.

Según datos de TURESPAÑA recogidos en el ‘Atlas Nacional de España’, el 54,4% de los que vinieron por ocio en 2011 realizaron algún tipo de actividad cultural. Valencia es un ejemplo de cómo renovarse. Desde 2015 ha puesto en valor la gastronomía, la identidad y las competiciones deportivas registrando un 54% más de llegadas por aeropuerto, un 38% más de ingreso por habitación disponible y un 21% más de pernoctaciones, según la vicealcaldesa del Ayuntamiento de Valencia, Sandra Gómez.

Iniciativas como la de Marta Templado con Turiart Tours nacieron como una apuesta y han acabado por demostrar que son sólidas y viables pasados los años, con planes diseñados no solo a los turistas curiosos sino también teniendo en cuenta a quienes viajan con niños. Se busca también un visitante que gaste más en el destino.

En Canarias y Baleares el problema es su insularidad, unido al potencial desgaste hídrico y el coste mediambiental. Al ser islas se encarece para los viajeros nacionales y pese a su buen tiempo todo el año pesa, según el sociólogo García Andreu, la costumbre y el gusto por ir cuando hay más actividad. Tocará, como Paco Martínez Soria en El turismo es un gran invento, ver cómo mostrarse al de fuera.

 

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