Aumentan los peligros para las personas migrantes durante la pandemia

Con el estado de alarma por la crisis del coronavirus España decidió cerrar sus fronteras a los extranjeros. Las pateras que salen de África llenas de personas y expectativas rumbo a Europa han registrado un importante descenso en los últimos meses. Según Interior, ha habido un total de 6.297 llegadas irregulares desde enero hasta el 30 de abril, un 23,7% menos que el año anterior. Durante la pandemia las políticas de confinamiento de los países del norte de África impiden el movimiento y, por tanto, muchos proyectos migratorios. Pero la desesperación de las personas migrantes es más fuerte que las restricciones. Muchas veces acaban alcanzando la ruta canaria, sin importar que esta sea una ruta mortal.

Si en el Estrecho y el Mar de Alborán ha habido un descenso de pateras notable en 2020, que alcanza casi la mitad de las que se registraron entre enero y abril de 2019, las llegadas por las Canarias se han multiplicado por ocho en estos mismos meses. Fueron 243 el año pasado y este año suman 1.936, de las cuales 706 se han registrado hasta finales de abril. CGT Mar y Puertos recuerda que el descenso global en llegadas de migrantes irregulares es resultado de la presión de la Guardia Civil y el Ejército en el Estrecho, que conlleva la apertura “de rutas más peligrosas y mortíferas para miles de personas desesperadas”.

El océano abierto que rodea las Canarias es un tragadero de vidas. Con la crisis de los cayucos de 2006 "llegaban barcos de 25 metros, que eran capaces de estar en el mar una semana". Ahora "las mafias aprovechan para que la gente embarque en barcas toy (hinchables) como se cruza el Mediterráneo. Una de estas barcas, con dos nudos de media, tiene una posibilidad entre 700 de llegar a las Canarias. Se las traga la corriente del Golfo, las integra en medio del Atlántico y pueden aparecer en Brasil”, explica a cuartopoder Ismael Furió, trabajador de Salvamento Marítimo y secretario de organización de CGT Mar y Puertos. Es “un crimen sin rastro”, resume.

Desde Senegal, Mauritania o el Sahara Occidental las mafias siguen enviando a los migrantes hacia Canarias también en cayucos, con algunas posibilidades más de resistir a la peligrosa travesía. Este mismo jueves llegó uno a las islas uno que transportaba a 55 personas. Habían estado a flote en el Atlántico una semana. “Los propios migrantes no pueden organizarse para cruzar el Estrecho, sino que tienen que pagar a grandes redes mafiosas por rutas más peligrosas. Ganan las empresas de control migratorio, las redes criminales y personas. Es una espiral que se muerde la cola y donde hay negocios millonarios”, indica la fundadora e investigadora del colectivo Caminando Fronteras en nuestra frontera sur, Helena Maleno.

Desde que hace dos años el Ministerio del Interior de Fernando Grande-Marlaska impulsó un mando único operativo para coordinar las actuaciones en el Estrecho, se ha militarizado “la ruta más sencilla para cruzar utilizada por estas personas” y “se han complicado las labores de rescate", indica también CGT Mares y Puertos. Furió también denuncia un progresivo desmantelamiento de Salvamento Marítimo, entidad pública y civil que llevaba 14 años trabajando en este servicio público de rescate, y ahora responde a este mando único. El sindicato también lamenta el protagonismo otorgado a la Guardia marroquí, cuyos “datos e informaciones sobre rescates de seres humanos en la mar son opacos y poco fiables”.

Mientras tanto, Marruecos u otros países de tránsito en África han dejado en situación de mayor vulnerabilidad a las personas migrantes que los atraviesan a la espera de poder alcanzar el sueño de Europa. Muchas se han visto obligadas a posponer sus proyectos migratorios por el control de movimiento establecido dentro de los propios territorios debido a la pandemia de la covid-19. “La propia situación de confinamiento no les deja salir a hacer pequeños trabajos, a mendigar, en el caso de las mujeres con niños, y las personas que están viviendo en los bosques también han visto empeorada su situación”, explica Maleno sobre estas personas ya de por sí invisibilizadas. Además, estos días el régimen alauí ha realizado "deportaciones de migrantes a Argelia, a lugares de pleno desierto”, añade la activista.

El Mediterráneo central, sin los ojos de las ONG

En estos días de pandemia, en el Meditérraneo central ninguna ONG vigila las aguas en busca de pateras en peligro, aunque el conflicto libio sigue empujando a las personas al mar. Sin estos ojos observadores, las vidas de los migrantes corren más peligro. Así lo entiende la organización Salvamento Marítimo Humanitario (SMH), dueña del barco Aita Mari. La embarcación vasca estaba regresando al puerto de Pasaia (Donostia), donde habitualmente descansa, cuando dio la vuelta para rescatar una patera con 44 personas a 53 millas náuticas de Malta. Según aseguran, tuvieron que hacerse cargo porque ni Malta ni Italia, ni ninguna autoridad supranacional, respondía a las llamadas de emergencia para socorrer a una patera que llevaba cuatro días en el mar.

Tras desembarcar a las personas en peor estado en Lampedusa, Italia ordenó a la embarcación a trasladarse a Palermo. Allí se les realizó una inspección que ha ordenado su inmovilización, casi al mismo tiempo que el barco de rescate alemán Alan Kurdi. “Nos obligan a una serie de requerimientos que no tienen que ver con las dimensiones de nuestro barco ni el Alan Kurdi, así que no las cumplimos ni podemos cumplirlas”, resume Daniel Rivas, miembro del Aita Mari y SMH. “Es una manera de meternos miedo porque cada día en el puerto nos cuesta dinero y Palermo es caro. Italia sabe que es una manera de desgastarnos y que podamos salir menos a navegar”, asegura.

“Nosotros allí escuchamos las comunicaciones que hay entre los centros de coordinación de los buques. Sabemos si un barco ha recibido la orden de rescatar y, si no lo hiciera, tendríamos material de archivo para denunciarlo”, explica Rivas. Italia aseguró a principios de abril que cerraría sus puertos al desembarco de migrantes por la situación de pandemia, aunque la medida no afectaría a aquellos rescatados por las embarcaciones italianas. Mientras tanto, Malta no solo deja de actuar sino que, según ha publicado el New York Times, mandó en abril una flota de tres embarcaciones privadas para devolver embarcaciones a la zona de guerra de Libia en una operación clandestina.

El coronavirus no solo no impide que las pateras salgan de Libia, donde el mariscal Hafter no para de atacar a Trípoli en un fracasado alto al fuego, sino que el buen tiempo incremente su salida. Rivas ha contado al menos seis pateras solo en mayo que consiguieron llegar a Lampedusa, pero también hay muchas más que quedan fuera de los focos informativos porque se pierden en la profundidades del mar. A mediados de febrero el Aita Mari rescató dos pateras aunque conocía la existencia de una tercera, un barco que ni las autoridades italianas, ni ninguna otra, lograron encontrar.