¿Jugabas con muñecas o coches?: el itinerario que quieren olvidar las personas trans

  • "Te hacen un montón de preguntas que perpetúan los roles de género", rememora para cuartopoder Nico, un chico trans de Galicia
  • “Te siguen dando una autorización para ser hombre o mujer en función de cómo te adaptas a un estereotipo”, apunta Àlex Bixquert (FELGTB)
  • La ginecóloga Rosa Almirall explica cómo funciona Trànsit, un servicio catalán basado en la decisión de las personas trans

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¿Te gustaría ser cantante? ¿Te gustaría ser militar? ¿De pequeño te gustaba jugar a las muñecas o a los coches? ¿Te gusta cocinar? ¿Te gusta coquetear? Muchas personas trans se han enfrentado en España a estas y otras preguntas similares para probar la llamada “disforia de género”. Aunque con el paso del tiempo las preguntas se han matizado, el paso por Salud Mental todavía es un requisito previo necesario en varias comunidades autónomas para poder hormonarse y cambiar el sexo en la documentación. La OMS dejó de considerar la transexualidad un trastorno en 2018, pero la normativa y los protocolos autonómicos en España se han adaptado de manera desigual.

“Te hacen un montón de preguntas que perpetúan los roles de género, sobre tu vestimenta o si cuando eras pequeño te hacían jugar con muñecas o con coches. Yo ese día llevaba las uñas pintadas de negro y nunca más me las volví a pintar”, rememora para cuartopoder Nico (nombre ficticio), un chico trans de 20 años que decidió comenzar su proceso de transición hace dos años en Galicia. La comunidad tiene una ley contra la discriminación de la población LGTBI+ (2/2014), pero todavía sigue siendo obligatorio acudir al psicólogo o psiquiatra antes de acceder bloqueadores o tratamientos hormonales.

El origen de este tipo de preguntas se remonta al Cuestionario Multifásico de la Personalidad de Minnesota 2, un test que se crea en los años 40 para evaluar la personalidad y detectar psicopatologías y , especialmente la parte dedicada a los trastornos de “masculinidad-feminidad”. Otro de los pasos previos para poder realizar la transición era, hasta hace unos años, el polémico “test de vida real”. Consistía en una prueba vigilada por un profesional para comportarse en su entorno conforme al género al que se transita, aunque ello pudiera suponer la pérdida de trabajo o el rechazo de la familia.

Ahora son pruebas más flexibles y los tiempos son más rápidos. El “test de vida real” se dejó de realizar, gracias a la campaña que emprendió el activismo trans hace ya más de una década. Pero queda el poso. “Te siguen dando una autorización para ser hombre o mujer en función de cómo te adaptas a un estereotipo”, apunta Àlex Bixquert, responsable del Grupo de Políticas Trans de la Federación Estatal de Gais, Lesbianas y Transexuales (FELGTB). Las unidades psiquiátricas llamadas UTIG (Unidades de Trastorno de Identidad de Género) de toda España han cambiado, eliminaron la "T" de trastorno, pero “el funcionamiento sigue siendo opaco”, critica Bixquert.

De ser aprobada, la Ley Trans del Ministerio de Igualdad supondría un paso más: que ya no sea necesario para las personas trans pasar por esa evaluación psicológica o psiquiátrica para cambiar el sexo en el registro o acceder a tratamientos médicos, independientemente de donde residan. Ahora que un sector del feminismo se opone a esta ley, Bixquert cree oportuno subrayar la paradoja. “Esta reivindicación empezó precisamente porque el diagnóstico se basa en unos criterios sexistas. La gente trans en contacto con el feminismo empezó a cuestionar la idea psiquiátrica de que hay cerebros de hombre y cerebros de mujer en cuerpos equivocados”, rememora.

Los testimonios de las personas trans

Nico cuenta que cuando llegó a la adolescencia no sabía bien qué era una persona trans. Después de un periodo de búsqueda, entendió que era un chico y tuvo que explicárselo a sus abuelos, con quienes vivía. Empezó su proceso a los 18 años y ya sabía que podía pintarse las uñas, de la misma manera que un chico “cis” (no trans) puede hacerlo. Explica que “desgraciadamente” mucha gente se ve obligada a “mentir” para dar el perfil, ante la duda de si el profesional de turno les entenderá. Aún así, considera que "los profesionales no tienen culpa” si en la carrera "no tocan a fondo este tema”.

“Depende de los conocimientos que tenga el pediatra o el médico de cabecera, te envía a Psicología o Psiquiatría. Desde nuestra experiencia, en Psiquiatría hay una mirada mucho más patologizante”, indica Cristina Palacios, presidenta de Arelas y madre de la primera menor trans en visibilizarse y cambiar el nombre en Galicia. Una vez que se consigue el diagnóstico de disforia de género se deriva a las personas trans a Endocrinología. Para esta madre el proceso es ahora algo más amable que cuando ella lo comenzó con su hija, quien sí pudo cambiar el nombre y el sexo en el registro sin ningún informe médico en 2016, antes de que el Constitucional se pronunciara sobre este derecho para los menores.

En Castilla y León, Castilla-La Mancha, La Rioja o Asturias no hay leyes LGTBI+ o trans. “En mis tiempos si el profesional estaba familiarizado con la transexualidad y más o menos cumplías el papel, acababan derivándote a Endocrinología. O bien podía mandarte a paseo”, cuenta Amanda Azañón, presidenta de la Federación de Castilla y León de LGTBI+. Otras comunidades como Canarias, Navarra y La Rioja cuentan con protocolos sanitarios de atención a las personas trans que definen como “no obligatorio” pasar por Psiquiatría, aunque no tengan leyes específicas para el colectivo.

En Baleares el itinerario de las personas trans ha cambiado desde que se aprobó la Ley LGTBI de 2016. Desde entonces una persona se puede declarar trans sin informe médico o psicológico. La norma fue fruto de la batalla del colectivo. Laura Durán Pérez, presidenta de Balears Diversa, recuerda cómo fue para ella tener que pasar por este trámite antes de la aprobación de la norma:  “Tenía miedo. No sabía que querían de mí, ni qué tenía que responder. Empecé a autohormonarme para decirles: o me dais las hormonas o seguiré jugándome la vida por mi cuenta”.

En Cataluña se aprobó una norma LGTBI+ en 2014 que elimina el requisito de disforia de género. B. Agora Castrillo Chico, una chica trans canaria de 24 años, pasó por la UTIG del Hospital Clínic de Barcelona hace unos seis años. “Me hicieron preguntas bastantes raras, tan binarias como si de pequeña jugaba con muñecas o con camiones. Yo contestaba que muñecas, aunque en realidad jugaba con una pelota”, rememora. “Miraban bastante cómo me peinaba, si me maquillaba o no. Era un test de feminidad. He oído historias parecidas de los chicos trans”, cuenta.

Agora decidió entonces cambiar a Tránsit, una unidad de salud pionera en el acompañamiento de personas trans que se ha convertido puerta de entrada al Sistema de Salud en Catalunya. “Yo ya me estaba hormonando en la calle. La diferencia es que quería empezar a hacerlo de manera 'legal'. Allí me explicaron las consecuencias de la hormonación y aspectos que yo no conocía. En ningún momento me cuestionaron y eso me gustó. El trato es muy diferente, mucho más humano”, cuenta.

Trànsit, la unidad de referencia para las personas trans

La ginecóloga Rosa Almirall decidió en 2012 crear una consulta para dar servicios de salud sexual y reproductiva a personas trans en Barcelona. La movía su sensibilidad feminista “por los derechos de las mujeres sobre sus cuerpos y sus vidas”. Aunque pensaba atender a 10 personas al año, en 2016 ya atendía a 300. Tuvo que pedir más recursos al Institut Català de la Salut. En 2017 se aprobó un protocolo donde Trànsit se convertía en la puerta de entrada de las personas trans a los servicios de salud en Cataluña. Ahora trabajaban aquí 10 profesionales sanitarios que han atendido a unas 4.000 personas.

Almirall resume así el servicio que prestan en Trànsit: “Te escucho, te creo, no te juzgo y te acompaño en lo que necesites”. Han atendido en su historia a muchas personas de otras comunidades autónomas. “Las personas que vienen a Trànsit no quieren pasar por el modelo psicológico y psiquiátrico de su comunidad porque les parece que no van a estar bien o porque se han sentido maltratadas o porque con el covid-19 las listas de espera han aumentado muchísimo”, explica.

La mayoría de las personas que llegan a Trànsit, cuenta su directora, llegan después de llevar tiempo cuestionándose su género. En esta unidad también hay dos psicólogas de apoyo, pero no porque sea un requisito para acceder a los tratamientos. “Las psicólogas realizan terapias breves, muy dirigidas a encontrar quién eres y superar los miedos respecto a la sociabilización”. Y además porque “se necesitan estrategia de empoderamiento para dar pasos en entornos especialmente hostiles”. Rosa apunta que por Trànsit pasan perfiles tan variados como pueden ser sacerdotes o policías. También muchos menores. Y cada vez más personas no binarias.

Rosa cree que entre los profesionales de la salud hay mucha desinformación sobre las personas trans, pero confía en que las cosas poco a poco cambien. El Ministerio de Igualdad, para los cambios que planifica, sigue de cerca el modelo de Trànsit. “Me consta que quieren dar unas pautas generales a nivel estatal, aunque las competencias sanitarias sean autonómicas, para que se consolide un modelo de atención basado en la decisión de las personas trans, no en su juicio”.

A Rosa le quedan unos meses para jubilarse y confía en que una nueva Ley Trans pueda estandarizar una atención como la que Trànsit presta en Barcelona. “Nuestro objetivo es que algún día no hagamos falta y que en cada centro de Atención Primaria haya un profesional que conozca el tema, como la Planificación Familiar. En su día yo también estuve en esa lucha”, narra.

1 Comment
  1. Anonimo says

    Que curioso, lo mismito que dicen los cuentos infantiles que edita Chrysallis, una de las asociaciones con las que tanto se reúne el ministerio de la diversidad: si te gusta el rosa y ponerte vestiditos eres una niña; si no te gustan, eres un niño.

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