¿Por qué Twitter se tambalea?

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El estancamiento de la red social ha provocado la dimisión "forzada" de Dick Costolo, que dejará de ser CEO de Twitter el próximo 1 de julio. / Wikipedia

Algo no funcionaba bien en Twitter. Los inversores de la red de microblogging llevaban meses pidiendo la cabeza del consejero delegado de la compañía, Dick Costolo, y ayer lograron al fin que dimitiera. Han sido semanas de mucha presión en la sede central de la firma en San Francisco que han acabado encontrando una cabeza de turco, pero el futuro de la compañía sigue sin estar claro.

Aunque permanecerá ligado al Consejo de Administración, Costolo abandonará su puesto como CEO con carácter inminente, el próximo 1 de julio. Mientras que se busca un sustituto (resulta sintomático que la compañía no tuviese ya en cartera nombres de posibles candidatos después de las presiones ejercidas por los accionistas en las últimas juntas) será Jack Dorsey, fundador y presidente de la empresa, quien asuma la dirección y trate de disipar los nubarrones sobre el futuro de Twitter.

La causa del “despido” casi forzoso de Costolo es el estancamiento en el que lleva sumida la compañía en los últimos ejercicios y la toma de decisiones un tanto contradictorias, pero podría haber incluso más motivos.

Por un lado, el número de usuarios de Twitter no crece. En los últimos trimestres se ha mantenido estable, no ha aumentado más de un 2% y se sitúa en torno a los 290 millones activos.

No es mala cifra, pero otras redes sociales la han superado con creces en los últimos meses. Es el caso de Instagram, que ha sumado más de 100 millones en sólo nueve meses y supera ya los 300 millones de usuarios activos.

Sin embargo, en lugar de “subirse al carro”, Twitter animó a sus usuarios a que no compartieran fotos de Instagram en la red social y pedía que utilizaran servicios alternativos o incluso el propio Periscope para los vídeos. Esta “indiferencia” de Costolo hacia otras redes rivales que estaban creciendo mucho en los últimos meses enfadaba a muchos de los accionistas.

Si las cuentas salieran, posiblemente eso hubiera sido considerado un mal menor. Pero lo cierto es que Twitter continúa teniendo problemas para lograr ser una compañía rentable. El ansia por conseguir la monetización del servicio queda reflejada en el amplio número de productos publicitarios que la firma ha ido lanzando en el último año.

Sin embargo, en muchos casos la implantación queda reducida al mercado estadounidense y en otros países los posibles anunciantes no saben bien cómo acceder a ellos o si están disponibles los productos que se lanzan.

Lamentablemente, hay más motivos por los que las aguas no están calmadas en Twitter. La compañía ha identificado que los usuarios que llegan a su página de inicio no acaban entrando al servicio, por eso anunció un cambio de diseño… pero este no ha acabado de llegar a todos los usuarios.

También se han tocado algunos pilares básicos del funcionamiento del servicio en esta búsqueda por atraer al usuario. Por ejemplo, se habilitó la posibilidad de que cualquier usuario pudiera decidir que otro –sin necesidad de seguirle- pudiese enviarle mensajes directos. A esto se añade que, desde ayer, la compañía ha eliminado la restricción de los 140 caracteres de longitud máxima para los mensajes directos.

Esto convierte a la plataforma en un servicio de mensajería o incluso de correo electrónico, pues el tope máximo será de 10.000 caracteres (el equivalente a ocho folios de Word). La medida ha sido acogida con optimismo por las compañías que utilizan Twitter como servicio de atención al cliente, ya que ahora podrán contestar a los usuarios extendiéndose si es necesario, pero también ha habido tuiteros que han mostrado su disconformidad con lo que consideran la pérdida de una de las señas de identidad del servicio.

Incluso hay quien teme que la limitación pueda aplicarse en un futuro a los tuits, lo que convertiría Twitter en otra cosa distinta, dejando de ser el Twitter que conocemos desde su fundación en 2007.

Pero hay más prácticas de la compañía que no convencen a los accionistas. Por ejemplo, señalan que durante la época de “gobierno” de Dick Costolo se ha producido una separación flagrante entre las funcionalidades de Twitter.com y las de las aplicaciones oficiales para los distintos sistemas operativos móviles.

Es cierto que, en ocasiones, las apps no ofrecen las mismas funcionalidades que la web –o viceversa- y que el diseño no es unificado. Muchos usuarios se han quejado, por ejemplo, de que los cambios que llegan a la web tardan mucho en hacerlo en las apps o en las versiones nativas para sistemas como Mac.

Por su parte, los desarrolladores también se han mostrado molestos históricamente por la cerrazón de la compañía a la hora de abrir su API y permitir que se creen aplicaciones compatibles.

Trolls, tuits con contenidos fraudulentos, spam… son otras de las lacras que arrastra la compañía que, si bien dedica numerosos esfuerzos a luchar contra estas prácticas, en ocasiones parecen insuficientes.

Sea como sea, en los próximos meses se desarrollará una nueva etapa en la historia de Twitter. En manos de Jack Dorsey y de la persona que llegue para sustituir a Costolo estará el futuro de una compañía que por un lado parece indispensable en el día a día de los casi 300 millones de tuiteros que hay en el mundo pero que todavía tiene que demostrar su viabilidad ante quienes debe rendir cuentas: aquellos que ponen el dinero para que el pajarito Larry (como se llama su mascota) siga volando.

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