Debate y efectos económicos del Mundial

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"Quizá con Paul mejoraríamos el aparato predictor económico". / Weihrauch (Efe)

Entro al debate del Estado de la Nación con una imagen de España y salgo con otra. La primera, extendida por los primeros efectos de la victoria en el mundial de fútbol, refleja las potencialidades del esfuerzo y la cooperación. La segunda, reafirmada por los discursos pronunciados ayer en el Congreso de Diputados, se centra en el poder y el conflicto. Mi pregunta es qué efecto económico tendrán una y otra. Mi respuesta, a modo de balance, es que la lluvia de éxitos del fútbol se filtrará por los sumideros de la política, aunque Zapatero vire al centro derecha de las palabras menos generalistas de Durán (CIU) en su nuevo equilibrio de más federal y menos social.

Alegría colectiva, euforia, emoción, entusiasmo, e incluso autoestima o confianza y mejor imagen de España, bienes generados por el triunfo de la selección española, no tienen índices de impacto económico cuantitativo como el del PIB  o producto interior bruto, cuyo incremento en similares ocasiones ha sido estimado entre el 0,25% del Bundesbank y el 0,7% del Amro. Ese PIB, que no sirve para medir la felicidad, se mide por la producción de bienes y servicios valorados en el mercado. Es el sumatorio de valores añadidos en la producción, por definición igual al ingreso  y a la demanda de consumo e inversión en las que utilizamos esa renta. Pero ese índice, que tampoco es de bienestar, excluye directamente aquellos u otros sentimientos, aunque tampoco sus inversos, como los que por desgracia genera la dinámica política.

Tales sentimientos o imágenes, positivas o negativas, aunque por supuesto también puedan ser valoradas por métodos indirectos ajenos al mercado, son llamadas externalidades, efectos externos (aunque también sean causas), en la medida en que igualmente generan --desde fuera del proceso oficial-- economías (o deseconomías), o al menos utilidades (o desutilidades). Lo mismo sucede con gran parte del trabajo doméstico o cooperante, que generan bienestar y satisfacción, pero quedan fuera del circuito oficial porque no originan contraprestación económica. Ello da lugar a paradojas como la de Pigou, formulada hace casi un siglo por Arthur Cecil Pigou al observar que el hombre que se casa con su cocinera disminuye la renta nacional, aunque aumente su bienestar personal.

Desde entonces, las cuentas nacionales que elaboran tras la II Guerra Mundial todos los países a partir de conceptos definidos y consensuados por una  comisión de la ONU, cuyas directrices siguen en Europa tanto Eurostat como España y cada uno de los países miembros de la UE, han ampliado el campo de la economía oficial. Pero los cambios han sido más rápidos en las realidades excluidas, como por ejemplo las externalidades generalmente negativas causadas por la concentración urbana (atascos de tráfico y sus miles de millones de horas perdidas), el medioambiente (efectos de la contaminación),  la corrupción (ahora incrementadas en el ámbito financiero), o por el contrario las mayormente positivas de la tecnología.

El paulatino cambio desde la economía tradicional de la materia movida por la economía a la de la información movida por el conocimiento está incrementando exponencialmente todo tipo de externalidades. La economía del deporte es un buen exponente, dado que el valor económico total del espectáculo deportivo es la sumatoria de una serie de valores no determinados por el mercado (Gouguet, 2002), como los llamados valores de uso, opción, existencia (utilidad del agente al saber que el evento existe) o legado (satisfacción obtenida al saber que se les va a dejar a las generaciones futuras la posibilidad de participar de un evento), por lo que se enfrenta a grandes problemas de medición. Desde hace años hay intentos europeos y franceses de elaborar una contabilidad nacional de la economía del deporte (Andreff, 2002). Y entre nosotros se le estudia como uno de lo principales intangibles de marca que apoya al sector exterior, según ha estudiado FEDEA en su primera cátedra patrocinada por el Barcelona y su oferta para el Madrid.

Sin embargo, por las externalidades negativas de nuestra actual configuración política, tras el debate iniciado ayer sobre el Estado de la Nación seguimos a la espera de un plan de país capaz de proyectar la marca España en el exterior. Lo necesitaremos para reforzar la confianza exterior mientras tengamos una de las mayores necesidades de financiación mundiales, marcadas estructuralmente por la propensión a importar y el déficit por cuenta corriente, ahora reducido a menos del 5% del PIB por efecto de la crisis, no por los ajustes meramente coyunturales que ayer intentó atribuirse Zapatero como estructurales. De otra manera, serán flor de un día titulares como los registrados en las portadas de la prensa extranjera tras la victoria en el Mundial: "El mundo en sus manos" (Financial Times, tras predecir que nuestra selección "fracasaría"), "España se sube al techo del mundo" (Le Monde), "España hace historia repitiéndose" (The Guardian ), "Una fórmula para la gloria", y "Atrás han quedado la crisis económica, el desempleo y la reducción de salarios” (Der Spiegel).

Ese plan de país capaz de imponerse a toda crisis debe incluir el pacto para evitar las demagogias propagandísticas escenificadas ayer de nuevo en el Congreso y recuperar un mínimo de memoria y rigor en los debates, para que la democracia no termine de sucumbir ante la demagogia, las administraciones públicas administren mejor, el sistema financiero financie y la economía en general no resulte perjudicada. Ahora que los mercados controlan mas que nunca, se trata de no renunciar al control democrático de los gobiernos, ni distorsionarlo con pura propaganda de uno u otro signo, pero que relegan al olvido frecuentes ofertas del PP como la del 29 de octubre pasado: en las circunstancias actuales de emergencia fiscal es preciso iniciar un amplio consenso político, social y territorial. Otro dato frente a la nueva imagen de inexorables imposiciones de mercados omnipotentes imprevisibles hsta ahora:  todos los presentes en el debate de ayer discutieron hace apenas ocho meses unos Presupuestos para el 2010 que incluían una previsión de déficit público del 5% para el cierre del 2009 y meses después acabamos al 11,4% , dando lugar a efectos de ajustes ahora por todos conocidos y que hubieran sido innecesarios sin ese descontrol, por nadie recordado ayer. Como tampoco que ya el 22 de abril del 2009 el FMI advertía a España de las tendencias hacia la insostenibidad fiscal.

Algo similar puede volver a repetirse en la próxima crisis si antes no se impide igualmente que el gobernante de turno capitalice el ciclo económico internacional, unas veces para atribuirse la bonanza y otras para externalizar las recesiones o intentar endosar los costes de los ajustes al exterior, como han hecho los últimos gobiernos de Aznar y Zapatero, insensible pese a su anterior imagen social a la pérdida de cinco empleos cuando el paro ya caminaba hacia los cinco millones y el derroche fiscal era alimentado por el aumento de la corrupción.

Escuchar tras esos fallos de control más que de predicción que ahora va a gobernar bajo el principio de la responsabilidad, cueste lo que cueste, anima a confiar mejor en el pulpo Paul, al que el ministro y prestigioso economista Miguel Sebastián ha propuesto declarar héroe nacional . Es tan buena idea como la que tuvo allá por el 2005 de empezar a cambiar el modelo productivo de España desde el cemento al conocimiento, como años después acuñó su jefe con toda la parafernalia propagandística, tras haber derrochado como antes Aznar en la inacción de las reformas estructurales algunos de los mejores lustros de la economía española desde los años sesenta. Quizá con Paul mejoraríamos el aparato predictor económico, más deteriorado que el internacional y casi limitado a explicar el pasado,  casi siempre para intentar manipularlo ideológicamente a conveniencia.

Quizá por contar los efectos del Mundial sin descontar el efecto de su desgobierno y el descontrol de la oposición, Zapatero declaró ayer la vuelta al crecimiento, cuando si no nos salva el acierto del pulpo la economía española está estancada e irá a peor en los próximos seis meses, según el panel de consenso de PricewaterhouseCoopers (PWC), en el que participo  junto a 386 expertos y empresarios. La mayoría de los encuestados prevé que el PIB caiga en 2010 una media del 0,79%, casi cinco décimas por debajo de la previsión del Gobierno, y que en 2011 la economía crezca el 0,02%.

3 Comments
  1. celine says

    Qué interesante y qué aterrador este análisis. No sé si hay más de incompetencia que de desvergüenza política en este pozo hondo y oscuro en el que nos han hundido los gobernantes. Más análisis claros y no partidistas como éste harían falta en España, pero, claro, para eso, una de las reformas estructurales -la de la educación- debería llevar lustros hecha. Da pavor.

  2. Elvira Huelbes says

    Uno de los misterios más llamativos de nuestra economía es la incapacidad de mostrar al mundo una «marca España» que no sea tan contingente como el fútbol. Sería magnífico que nos explicaras algo de esto, Matías, con tu sabiduría económica desbordante.

  3. Gustavo Matías says

    Gracias, Elvira, por tu elogio, inmerecido. Acepto el reto y me interesaré por el marketing español con la calma que merece, aunque estoy seguro que tu misma podrías explicar su contingencia mejor que yo. Por si queremos vincular la imagen a la realidad, a mis alumnos les doy cada año la matraca con que formamos un mercado relativamente unitario a lo largo del siglo XIX gracias a la confluencia de transformaciones impulsadas por las instituciones y las infraestructuras, sobre todo la extensión de un derecho que sustituyó en sus primeras codificaciones unitarias la vieja fuente local de los usos y costumbres por otra de nuevo cuño, basada en la razón. Pero el debate político-económico actual sobre la configuración del Estado que respalda ese Mercado nos retrotrae a plasmar los localismos en la nueva nueva globalidad, por lo que debemos retomar en serio el asunto de las nacionalidades y regiones… u olvidarnos del mismo ante la mayor seriedad de las cosas del comer. A ver si en las semanas entrantes los territorios del viejo Reino de León me inspiran.

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