Tus desconsolados hijos no te olvidan, Tauridia. Has muerto de muerte natural, de puro vieja y no a manos de una repentina y cruel enfermedad, de un accidente imprevisto o por la acción de un violento criminal. Has muerto en la habitación noreste de tu casa, de forma pacífica y con menos herederos de los que tú suponías, pese a los acostumbrados desgarros de los primeros momentos del duelo, que pronto se olvidarán. Has muerto como una vaca sagrada rodeada de falsos hindúes que lloran tu muerte ante la indiferencia general porque los viejos mitos que encarnabas, España-Tauridia, ya no daban más de sí. Has muerto en el ruedo, como los toreros de ingrata fortuna, pero tú lo has hecho en el albero parlamentario, sin arena, sin sangre y por el procedimiento civilizado de una votación mayoritaria. El “tus desconsolados hijos no te olvidan” es en tu caso, me temo, sólo una cortesía extraparlamentaria.
Tenías, vieja Tauridia, varios pecados que ya no se podían perdonar. Empezando por tu facultad divina de dar nombre a los animales y enseñorearte de ellos, pues hoy hombres y bestias por fin están al mismo nivel. Se acabó definitivamente la justificación de tu crueldad con los toros que usufructuabas como dama ancestral de la tragedia mediterránea en la que la voz sagrada de la muerte y el sufrimiento de todos, el dolor incierto de los hombres y el que habías destinado sin apelación posible a los animales, eran vividos por el pueblo como la representación fiel de su esencia, como la aventura inexorable de la existencia humana, sentida como un deber artístico y un mandato religioso. Hay que conseguir la paz perpetua entre las diversas especies que pueblan la tierra y, amnistiado el toro, llegará un día en el que también se prohibirá el sacrificio de los escargots en salsa verde para que el pacífico caracol pueda croar a dúo con la rana autóctona el "nosaltres decidim, som una nació”.
Porque de eso principalmente se trata. Si alguien impone su lengua y su fiesta, aunque en ésta se continúe maltratando al toro indígena, como algunos pueblos catalanes hacen en los divertidos correbous, y ese alguien destierra la lengua y las fiestas de los demás, estará edificando sobre su territorio el puente levadizo de la nación y, desde él, años después, erigirá sin apenas resistencia el templo de su Estado, del que él y sus amigos serán los únicos oficiantes y sacerdotes. Las corridas de toros, cuando menos desde el Barroco, eran el signo de pertenencia de todas las clases sociales españolas a una comunidad que desde hace tiempo se diluye como sentimiento casi unánime de identidad personal, una pérdida que vaticinó como muy improbable don Enrique Tierno en su librito Los toros, acontecimiento nacional. Pero hoy los catalanes quieren tener su propia lengua y su vaca, y ya no saben ni quién fue Tierno ni el significado exacto del lema de la fraternidad entre los individuos y los pueblos. Nosaltres decidim, som una nació.
El Parlamento catalán ha dicho no al maltrato a los animales, no a la unidad nacional y también un no rotundo…al macho. Porque la llamada “fiesta nacional” es también una “fiesta sexual”, según la opinión, yo estimo que alambicada, del citado profesor, en la que el torero sería el macho matador que quiere castigar a la mujer, como el hombre de luces castiga al toro. Es una mujer de trapío o es una mujer de bandera son términos arrancados al lenguaje taurino para alabar la casta, la gallardía y la buena planta que el macho ibérico admira en el grupo más selecto de sus hembras, una especie bravía a la que hay que lidiar antes de que se le rinda a sus pies. Pero el que definitivamente debe rendirse es el macho, un ser mugriento que ya no pinta nada en este mundo.
Tierno pensaba que el acontecimiento nacional de los ingleses ha sido y es el Parlamento. En España, sin embargo, el acontecimiento nacional ha sido la fiesta de los toros por la anemia histórica de nuestra vida política y por la duración exorbitada entre nosotros, muy superior a la de otros pueblos europeos, del Antiguo Régimen. Se ha cumplido así el ciclo de la venganza histórica y la consolidación de la modernidad en nuestro suelo, pues ha sido precisamente una institución democrática –el Parlamento catalán- la que ha derogado la última reliquia de nuestro pasado y ha tomado el mando en la senda de la civilización y el progreso. Gracias por vuestro regalo, amigos catalanistas, nos habéis liberado a los demás de lo más execrable de nosotros mismos. A la vuelta del verano os acompañaremos a Montserrat, a darle las gracias a la Moreneta por habernos liberado de la barbarie.
Humm… No sé si la ironía es suficiente para entenderlo del todo o si va usted en serio, Bornstein. Muy divertido, en todo caso.
Creo que España es mucho más que los toros. Por su cultura, lengua, historia, arte etcetera. Es cierto que en los toros hay crueldad y riesgo de la vida del torero. pero más cruel es cocer vivo el marisco y también hay riesgo en otros deportes y espectaculos. En cataluña no quieren los toros, tampoco los hay en Canarias y si en la democrática y progresista Francia. La verdad es que en esto de los toros , como en tantas otras cosas, es una faceta más del narcisismo catalanista de siempre, que nos dice lo insoportable que le resulta ser español y como siempre entramos al trapo de sus aburridos discursos bizantinos. Yo creo que lo mejor sería decir que nos importa un bledo en que se gastan el tiempo sus parlamentarios a los que todos, por cierto, pagamos. y que les haremos algún caso cuando digan algo interesante. Mientras recordar que Cataluña es un teritorio de cuatro provincias en un pais de cincuenta.
Finalmente pensemos en la crisis y el peso económico que supone la prohibición de esta actividad. Pensar en las dehesas que podrían caer en manos de la especulación constructora y la propia raza del toro de lidia que peligraría.
No soy amante de los toros pero reconozco cierta belleza, no solo por la faena en sí, sino por su estética, su relación con la naturaleza, los toreros con sus trajes de luces, los caballos, el propio toro bravo, un hermoso animal, quiza el más cercano pariente del extingido uro europeo. Pero reconozco que no deja de haber sangre y se paga a un individuo para que arriesge la vida. Si en cambio me resulta desagradable todas esas fiestas populares donde una multitud lincha a un animal, ya sea toro, cabra, burro, de manera salvaje, cobarde y bestiaL
Es curioso el tema de los toros, por las respuestas tan diferentes que se dan en ella. El general Primo de Rivera, el dictador d elos años veinte, impuso el peto a los caballos en las corridas de toros, para evitar en que por cada corrida saliesen unos cuantos de ellos destripados.. Ante la imposición del peto, el ilustrado filosofo y humanista José Ortega y Gasset, respondió airado argumentando que ante esa perdida de sangre y visceras en el espectaculo, la fiesta nacional perdería parte de su encanto y no sería la misma. En fín, si los catalanes no quieren toros, pues allá ellos, mientras no nos lo prohiban al resto de España. Y pasará como las peliculas porno en la época de Franco, en que la gente viajaba a Francia por que aquí estaban prohibidas, Así que una nueva fuente de ingresos, taurinos catalanes, para las plazas de toros cercanas a Cataluña en el resto de España y Francia.
Es una excusa bastante floja, usar a los nacionalistas para atacar a los antitaurinos. ¿Falta de argumentos?, ¿mente estrecha?, en fin…