El reverendo que prendió fuego a su iglesia

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Terry Jones, en su rueda de prensa del pasado miércoles. Tras él, el edificio de la Iglesia de la que es pastor y una caravana con el lema "Dia Internacional de la Quema del Corán". / Steve Johnson (Efe)

Terry Jones es un pastor evangélico y una oveja de la era de Internet. Como oveja aspira a ser más famosa que "Dolly", la Eva de los ovinos clonados, y como pastor religioso actúa en nombre de Cristo conduciendo un rebaño de sólo cincuenta feligreses. Son las ventajas de la globalización: un cura puede ir repartiendo hostias por el mundo aunque sus parroquianos quepan todos en un microbús. El éxito sólo depende de elegir bien el momento y acertar con el sermón más emotivo posible.

El momento escogido por Jones, pastor de una pequeña grey de fanáticos en  Gainesville (Florida), ha sido el fin del Ramadán, el mes sagrado de los musulmanes; concretamente, el último 11 de septiembre, aniversario de un suceso que está en la memoria indeleble de todos. Y su sermón (verdaderamente merecedor del calificativo “incendiario”) pertenece con toda legitimidad al ramo de la ingeniería fallera: agrupar unos cuantos ejemplares del “Corán”, introducirlos en una pira bien rociada de gasolina y después tirar una cerilla encendida. “¡A ver qué pasa!”, ha exclamado el reverendo evangélico, que –deseando ser el jefe de los ejércitos cristianos en su próxima confrontación con las huestes de Saladino Bin Laden- se siente muy humillado por la proyectada fundación de una mezquita cerca de la “zona cero” de Nueva York, es decir, en el mismo ombligo de su civilización.

Como algunos falsos  matones de barrio –esos que proyectan sus puños sobre la cabeza de un inocente y le amagan con un “ahora sí, ahora no”- el reverendo de la pistola en el cinto se ha metido definitivamente en su iglesia con la caja de cerillas intacta. Nos ha perdonado la vida, pero ya le han salido imitadores que este fin de semana han encendido las hogueras para quemar un libro muy parecido a los suyos. La temperatura del odio cultural y religioso ha subido unos grados. El pastor de los mostachos ha conseguido su propósito, es ya una estrella del circo mediático con una corte de aduladores que disparan fuego real. Hoy todos debemos estar un poco más preocupados. Pero nuestra reacción ha de ser razonable, no debemos ser arrastrados por el miedo. La tentación europea a la incitación al odio racial y religioso está creando más problemas de los que resuelve. Jones habría sido encarcelado en Europa por un delito de opinión, como les ha sucedido a algunos libreros que venden textos antisemitas y a ciertos historiadores revisionistas que niegan o relativizan la existencia del Holocausto. Algunas palabras pueden matar, no hay duda, y por eso muchos códigos penales han abandonado el “principio de intervención mínima” y castigan lo que la mayoría considera “palabras delictivas”. Es un grave error cometido por unas sociedades democráticas con poca fe en sí mismas y, además, es un error inútil. No van a sobrevivir si prefieren la ley penal a la confianza en el valor moral de sus ciudadanos para enfrentarse a sus enemigos, dando pábulo a un tribunal de la opinión que, con los códigos en la mano, decide lo que se puede decir o no. Esos tribunales son muy peligrosos y mañana pueden perseguirte a ti y condenar tus palabras.

La libertad no la hemos aprendido en los libros o en las clases de los maestros de la Universidad. La libertad no es una idea, no es un producto de nuestra conciencia. La libertad nació como un “hecho” necesario para detener las matanzas de las guerras de religión. Eso ocurrió a mediados del siglo XVII y desde entonces la religión fue poco a poco desapareciendo del espacio público y su lugar fue ocupado por la tolerancia mutua en algunos países de Europa. Es la misma libertad que hoy permite al reverendo Jones ofender a los fieles de otra religión y blasfemar contra su dios. El pastor Jones, además del libro sagrado de los musulmanes, pretende quemar también la paz de Westfalia.

Los que defendemos la libertad, la nuestra y la de este cretino (la única posible –e indivisible- de la que tenemos noticia) estamos maniatados por la carta en la que hemos escrito su nombre y no tenemos otro remedio que permitir la ofensa del pastor. Es el riesgo que corremos los que no aceptamos las amenazas divinas de responder con fuego al fuego y con sangre a la sangre en una sociedad en la que la libertad es incompatible con la verdad de ningún dios. La ley no puede imponer una verdad contra otra, porque la democracia tampoco puede defender ninguna verdad absoluta. Si así lo hiciera –y protegiera a esa verdad de los ataques de sus enemigos-, la democracia se habría suicidado en ese preciso instante, pues habría expulsado de sí misma a la libertad de opinión, es decir, a toda la libertad, porque ésta es una facultad que no se ejerce por piezas. No hay solución: o la libertad o la verdad. A partir de aquí, si hemos elegido la libertad, sólo deben entrar en escena los tribunales para juzgar los conflictos de intereses entre particulares en el caso de que alguien se sienta ofendido por una calumnia o por la publicación de un libelo.

Las sociedades democráticas están plagadas de errores que deben ser tolerados mientras no perjudiquen de forma directa el contenido material de los derechos ajenos, como la vida o la propiedad. En una sociedad de ese tipo nadie goza del derecho a impedir la exhibición de las opiniones que los demás tengan sobre él, le gusten o no. Éstas son las reglas del juego si no queremos volver a las guerras de religión, a las luchas de una verdad contra otra a punta de espada. El desprecio a nuestra opinión particular nos produce un sentimiento muy doloroso que soportamos para preservar un valor social superior al que todos hemos puesto el nombre de libertad. Aún a costa y riesgo, para la comunidad que profesa esa religión civil que es la libertad, de sufrir los ataques de los ofendidos como precio por proteger a un idiota tan consumado como es el reverendo Jones. Un idiota, pero no sólo eso. Este pastor es también un hipócrita que comete sus odiosas y estúpidas ofensas a los musulmanes amparado –en contra de lo que él dice- no por el nombre de su dios, “el único verdadero”, sino por la libertad que le ha permitido edificar su propia iglesia. El señor Jones quiere quemar el “Corán”, pero a la que ha puesto en verdadero peligro de incendio es a su iglesia. El pastor Jones debe ser castigado entrando en los libros escolares como un ejemplo de lo que no se debe hacer, acompañado de una foto de este aspirante a Nerón, de la jeta que con toda justicia identifica a este señor como lo que realmente es: un payaso peligroso para toda su comunidad.

2 Comments
  1. aguila says

    En el sistema constitucional americano, especificamente, la Primera Enmienda de la Constitucion de los Estados Unidos, claramente se protege el derecho de cualquier ciudadano a expresarse libremente aunque esa accion sea detestable o poco prudente. Ese es el precio que hay que pagar para mantener las libertades civiles en un sistema democratico. Como abogado y miembro de organizaciones de derechos civiles respaldo cien por ciento el derecho a la libre expresion y el derecho a sostener opiniones poco simpaticas y minoritarias. Eso adquiere mayor relevancia en mi caso porque soy miembro de una minoria etnica en un mundo sajon, donde nuestras ideas o nuestra presencia a veces no es bien vista por la mayoria. Por eso es importante para nosotros, la proteccion de los derechos constitucionales. Ahora bien, aunque el pastor no sea de nuestra simpatia su accion no parte de un vacio, sino de la realidad que esta viviendo el mundo ante la amenaza constante de grupos radicales, en este caso musulmanes que estan dispuestos a volarse con dinamita en el mas claro desprecio a la vida humana. Toda accion conlleva una reaccion y la reaccion del pastor trajo la atencion mundial del por que de sus actos. Creo que hay que estar mas atento a estos grupos radicales que precisamente lo que persiguen es sofocar la libertad e imponer sus ideas por la fuerza. Del mismo modo, nos preocupa los grupos ultraconservadores que tambien sofocan la libertad.

  2. Jota Mos says

    El problema es que la paz de Wetsfalia era entre paises de diferentes tendencias cristianas, que también eran capaces de unirse cuando el peligro turco amenazaba Viena. Aún con paz de Westfalia, el siglo XX dejo buenos ejemplos de intolerancia religiosa y no religiosa en el siglo XX. El integrismo islamico arroja un nuevo enfoque a l tema d ela tolerancia religiosa, pero tampoco hay que olvidar que fueron los Estados Unidos quienes echaron un gran cable a estas tendencias para parar con un nuevo revisionismo religioso, del tipo que fuese, la amenaza comunista. Avnzar hacia un nuevo mundo de cruzadas solo es caminar hacia una amenaza sombría que solo puede poner felices a tipos como este reverendo, a los que venden armas y un largo etcetera de desesperados y listos que ven en ello negocio y poder.
    Pero si realmente queremos caminar en dirección opueta a los yihadistas y los cruzados, debemos buscar espacios comunes más allá de la religión y estos solo pasan por un sitio, las Naciones Unidas. Su desarrollo, progreso, aumento de credibilidad y todo lo que la afianze no solo en poder sino en convición moral, ayudara a ampliar ese espacio común, lo contrario es buscar nuevas formas d eenfrentamiento, ya sea por la religión, la cultura, etc…

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