Paradojas sionistas ante el aborto

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Eli Schussheim, en su intervención en Madrid. / Foto: Efrat

Eli Schussheim es un médico singular, un cirujano curtido en dos guerras que hoy, quizás por el paso de los años y como contrapunto a su porte convencional, te mira con los ojos exaltados de un viejo profeta del Tanaj, el Libro de los judíos. Algunas personas se infiltran entre sus contemporáneos como si fueran absorbidas desde el tiempo más remoto por una ventosa. Ésa parece ser la condición de Eli, la de un emigrado que sale de las ruinas del Primer Templo, se acicala un poquito alisándose las arrugas del traje y comparece en el Madrid del siglo XXI para hablarnos de lo que a él le interesa, que –no es ninguna casualidad- forma parte del abecedario moral de ayer y de hoy.  Schussheim es un judío bonaerense que con el título profesional en la maleta (se graduó en 1963) hizo lo mismo que tantos otros muchachos de su generación. Eli abandonó la Diáspora y entregó su suerte a Israel. Jerusalén (1965), la Guerra de los Seis Días (1967), la campaña del Yom Kippur (1973), y luego su destino como médico del Parlamento israelí –la Knesset- fueron las etapas sucesivas de un médico visionario y aventurero entrado ya en una edad madura que, habiendo vivido tan rápido, quizás exigía una pausa, algún tipo de alto en el camino. Pero no fue el caso, Schussheim le pegó otro acelerón a su carrera de doctor, aunque desde entonces empezó a enfilar las curvas de su futuro de otra manera.

En 1977 la Knesset despenalizó la práctica del aborto en determinados supuestos, entre los que se incluía la edad de la mujer (la ley, por ejemplo, amparaba a las mujeres menores de 16 años y mayores de 40 que deseaban interrumpir su embarazo). Israel es un país que se caracteriza por sus contradicciones, y en el asunto del aborto no iba a ser menos. 1977 fue el año de la primera derrota electoral del Mapai, el partido principal del socialismo israelí, la columna de los pioneros laicos (o ateos) y progresistas bajo cuyo dominio político (1948-1977) el aborto estuvo en el Código Penal de Israel. Los socialistas heredaron, en su puritanismo de presidiarios y rehenes de un síndrome de Estocolmo sexual vigente en la Europa de la posguerra, la vieja legislación del Mandato Británico en Palestina. Puede que sea una coincidencia, una jugada de dados (excepto en las primeras elecciones, ningún gobierno israelí ha disfrutado de mayoría absoluta en la cámara), pero lo cierto es que la despenalización del aborto fue casi simultánea al triunfo del partido Herut y de su coalición del Likud, el motor de la gran derecha israelí. El Likud no es oficialmente una formación religiosa, pero su electorado es eminentemente conservador y en él predomina una visión religiosa sobre la naturaleza del judaísmo y del Estado. Pese a ello y al crecimiento de la religión en los últimos años, hoy se practican unos 20.000 abortos al año en Israel. Con la oposición manifiesta del gran rabinato.

No acaban aquí las contradicciones. La despenalización del aborto es una política legislativa poco funcional con los problemas demográficos de los judíos de Israel. La demografía es una cuestión vital para la supervivencia de un Estado creado y mantenido sobre los cimientos de una mayoría judía que, pese a su protección por todas las instituciones públicas, empezando por la llamada Ley del Retorno, está cada vez más en entredicho. Las familias árabes de Israel ganan por goleada: la tasa de natalidad de las mujeres árabo-israelíes es de 4,8 y la de las judeo-israelíes es del 2,6. La baza demográfica es el alfil o quizás la reina de una partida de ajedrez que enfrenta a los jugadores a largo plazo, un combate no predeterminado por las agujas del reloj, una partida sin tiempos reglamentarios.

El aborto es desconocido en el mundo islámico, pero es una realidad en Israel. Sin embargo, en esta colisión de valores entre la democracia y el pluralismo, por un lado, y las necesidades de su demografía, por otro, los judíos israelíes han demostrado algo que no les gusta a sus críticos incondicionales. Israel antepone la existencia y la realidad de sus contradicciones internas (delimitadas por la experiencia histórica de los judíos, por los requerimientos de la seguridad nacional de Israel y sobre todo por su decisión de ser una comunidad libre) a la pérdida de su carácter de sociedad abierta.

Vuelvo a Eli Schussheim. Este médico intenta conciliar la demografía y la religión dentro del sionismo. Su empeño le ha llevado a la presidencia de EFRAT, una organización con 50 años de existencia en Israel y ramificaciones en toda la Diáspora, incluida la de los judíos españoles. EFRAT es una entidad privada que se financia exclusivamente de forma privada. Es una más de las centenares de organizaciones sectoriales y temáticas que aglutinan a todos los judíos del mundo y constituyen el pegamento de su fraternidad. Pero, a los efectos que aquí nos ocupan, este rasgo del carácter judío no tiene importancia. Lo que sí la tiene, a mi juicio, es su potencial “exportable” en un asunto tan conflictivo y delicado como el aborto, y lo tiene - dentro de las fronteras de la razón razonante- para un amplio espectro de individuos que pueden contemplar el aborto desde ángulos muy alejados. Schussheim y EFRAT, a diferencia de los grupos pro-vida cristianos, no pretenden modificar las leyes que permiten el aborto ni realizar movilizaciones en la calle para pedir su derogación. Tampoco han optado por las discusiones que se inician y terminan en el mismo punto. Schussheim, en la reunión que convocó a muchos amigos de Israel en un hotel madrileño a comienzos de esta semana, sostuvo que “el aborto no es un problema ideológico”. EFRAT es un grupo “pro-elección” que reconoce sin restricciones la libertad que las leyes ofrecen a las mujeres para abortar. Aunque EFRAT intenta convencerlas y animarlas a que no lo hagan, al menos si lo han decidido por su situación económica o psicológica en ese momento.

¿Cómo lo hace, qué métodos utiliza? Su logística no es complicada, pero sí tenaz. EFRAT inserta anuncios en los periódicos de Israel mostrando su ayuda a las mujeres que puedan interesarse por ella.  EFRAT pone, sin truculencias graficas, su idea de que no debe perderse una futura vida sin atender las consecuencias de una decisión que, tomada en una situación muy difícil, puede volverse luego contra la conciencia y la personalidad de la mujer que decide abortar, suscitando el interrogante hipotético e imaginario de si, contemplada “desde” un futuro leído en el presente pero no indefectiblemente consumado, “ha sido” o no una resolución irreversible y acertada. EFRAT presta además asistencia económica a las mujeres en el embarazo y durante los doce meses siguientes al nacimiento del hijo en principio no deseado. Y durante los años de infancia y adolescencia del niño, su madre recibirá el apoyo y la compañía no sólo de asistentes sociales, sino de antiguas abortistas potenciales que cambiaron de opinión. Schussheim afirma que su organización ha procurado en su dilatada historia el nacimiento de unos 40.000 bebés no deseados, de los que más de 3.800 corresponden al año 2009. La ayuda económica de los judíos españoles se habría traducido en este último año en el alumbramiento de 40 chiquillos en Israel.

Yo acudí a la convocatoria de EFRAT exclusivamente como un testigo curioso. Nunca he tenido, afortunadamente, que dar mi opinión sobre la cuestión del aborto, ni he estado cercano a este problema en mi entorno próximo. Considero que en este dilema la última palabra la tienen las mujeres afectadas y que la ley, asistida por la medicina y por la ciencia, debe proteger su decisión libre y fundada de abortar en situaciones de conflicto de valores que no tienen dos puertas de salida, que exigen la salvación de uno de los valores enjuiciados –la salud de la madre- a costa del otro.

No creo que haya muchas mujeres a las que les guste abortar. Su decisión de hacerlo es todavía un crimen en muchos países, y cuando no es así suelen recibir la condena y el reproche moral de muchos. Abundan en este campo los hombres, especialmente los que tienen creencias religiosas. Schussheim es un hombre muy religioso. Apenas sé nada de él, salvo la intervención de poco más de una hora a la que asistí hace unos días. Por mi parte, sólo puedo decir que, según tengo entendido, todos los rabinos aprecian las manifestaciones de la vida natural en cualquiera de sus fases y que algunos condenan moralmente a las mujeres que abortan. Todos no, ni mucho menos. A diferencia de lo que ocurre en el catolicismo, en el que hay una doctrina moral que se apoya en una estructura centralizada y jerárquica que tiene en su cúspide al Sumo Pontífice y al Código Canónico, el mundo de la religión judía se basa en el pluralismo y en el casuismo de la vida concreta de todos los días. Los rabinos dictaminan según el caso específico y a veces el aborto está justificado. La Halajá (la ley religiosa de los judíos) no tiene carácter normativo y admite muchas tendencias y opiniones diversas. La Halajá no es la llave que cierra un sistema completo y abstracto. Dios no cierra la vida de nadie. El verbo hebreo halj, que da fundamento a la ley, significa “ir” o “andar”, y hay muchas formas de caminar. Eso ya es bastante revelador. Mucho más lo es un asunto en el que ningún judío está en desacuerdo. La vida humana no empieza con la “concepción”, el individuo sólo alcanza su personalidad cuando su existencia es independiente de la madre que lo ha procreado. La vida humana –la neshamá, el alma vital o “limpia”- empieza con el nacimiento del individuo (con la aparición de la persona), no con la concepción y la formación del embrión en el seno materno.

7 Comments
  1. celine says

    Bonito artículo, Bornstein. Sin embargo, si a los inicios vamos, ¿no es cierto que el cristianismo nació para incluir el perdón que el judaísmo no contemplaba? Tengo entendido que en el seno de la comunidad cristiana, y más concretamente en la católica, hay grupos diversos y numerosos que cuestionan los dictados del Papa y luchan por lograr más comprensión a los problemas de las personas. Sí que es paradójica la existencia humana. Sí que dan vueltas las cosas. Verdades cerradas se abren y se cierran los axiomas que parecían, en un principio, nacer para liberar la condición humana.

  2. Rapiletnto says

    Lo que sí me parece contradictorio es que diga que no se trata de un problema ideológico y luego lidere un movimiento que, aunque no haga presión política, si tiene una posición social clara. Lo ideológico no se reduce a lo político. Es más, encuentro algo hipócrita tener un posicionamiento ideológico y no reconocerlo abiertamente, incluso no querer llevarlo a la política, porque es obvio que concierne a la política, en tanto en cuanto no sólo afecta a las mujeres protagonistas del problema.

    Tampoco estoy de acuerdo con la visión que transmites de los grupos cristianos provida, se podría aplicar aquella frase de que “nadie es profeta en su tierra”. Quiero decir que la labor que realiza este hombre con las mujeres también la realizan estos grupos, si se acerca uno a conocerles de cerca sin prejuicios. No es cierto que la Iglesia Católica esté lejos del drama que viven estas mujeres, ni antes ni después de la toma de una decisión, aunque haya posicionamientos generales y condenatorios del aborto.

    Por último comentar que no me resulta fiable el carácter interesado de los valores ético – religiosos judíos. Lo digo en referencia a lo que dices de diferenciación entre ‘concepción’ y ‘nacimiento’ respecto al concepto de ‘vida’. Es de resaltar el carácter contradictorio que la religión judía hace de la Biblia (Antiguo Testamento), por ejemplo a la hora de tener como mandato el amor al prójimo y justificar la matanza del vecino. El moralismo judío, precisamente por la idea lejana y deshumanizada de Dios, se hace rápidamente laxo debido a la imposibilidad de vivirlo voluntariosamente. Mientras que la ética cristiana, aparentemente más estricta, resulta más lógica y suave desde la perspectiva de un Dios cercano, humano, comprensivo y paciente, y que no por ello deja de exigirle, como quien ve al hombre ‘capaz’ de amar sacrificadamente a la altura de su condición de CRIATURA DIVINA, finita e infinita a la vez.

  3. Mara9 says

    Interesante artículo. Y combinado con la lectura de «La vida entera» de Grossman, triplemente interesante. Muchas gracias por todo.

  4. Jota Mos says

    Desde luego Israel es diferente, pero sin duda interesante. Quizas los cristianos debieramos pensar en que aún podemos recibir lecciones del pais de Jesus. Si se trata de salvar vidas y que los niños nazcan, más que de hacer figurar letra impresa entre las leyes, el camino del rabino Schussheim sea más realista y humano.
    La iglesia siempre anhela el poder y que sus resoluciones influyan en el poder civil. Pero su silencio en ortos temas como la industria armamentística o las desigualdades del mercado y sin embargo su continua perorata sobre la eutanasia y el aborto, en su deseo de influir en la legislación, demuestra una doble moral.
    Se trata de las madres y las criaturas y la información y el apoyo valen más que llas legislaciones penales y el vacío social.

  5. Jonatan says

    Todos desean el poder, Jota, no sólo la Iglesia.

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