Quienes la conocen dicen que es una persona que merece la pena, muy por la labor de hacer las cosas bien, pero conviene reconocer que la ministra tiene un punto catártico. Seguramente, el que le llevó a entrar de lleno en asuntos como el vino, bebida a la que estuvo a punto declarar bebida alcohólica peligrosa, o el tabaco, polémica que continúa viva y está lejos de cesar.
Ahora da algo de margen a nuestras cajas para acudir a los mercados y dará más aire a estas entidades financieras para su cómputo de capital, según se desprende del decreto ley avanzado este viernes. Algo es algo, porque con las anteriores exigencias, muchas iban a quedarse fuera.
Salgado ha tenido que recorrerse junto a Campa varios escenarios internacionales en meses anteriores, ante los ataques especulativos a nuestra deuda, incluidas algunas visitas a redacciones de medios que han sido inmisericordes con nuestra economía. Hace aproximadamente un año, el Gobierno socialista comprobó con crudeza lo duros que pueden ser los mercados.
Con la prima de riesgo disparándose y nuestra Bolsa hundiéndose, comprobó la preocupación existente en la comunidad internacional sobre nuestras cajas de ahorro. En Moncloa fueron conscientes de que se había perdido un tiempo precioso y ha sido entonces cuando se han puesto a la tarea con denuedo.
Han llegado esas fusiones frías que son un eufemismo, ya que recuerdan en cierta medida a las fusiones bancarias de antaño, cuando se decía inicialmente que pervivirían las dos marcas y habría dos copresidentes. Falso, claro, porque al final siempre se imponía una entidad a otra.
Y los políticos autonómicos no se recataron en mangonear todo lo posible dichas fusiones frías. Así las cosas, llegó este Decreto Ley de reforzamiento del capital, un auténtico revolcón que pretendía arreglar en pocos meses todos los desaguisados de muchos años anteriores. Pero que era una auténtica exageración.
Obligar a las cajas a tener un ratio de capital básico del 10%, cuando algunas apenas superan el 6%, bajo amenaza de nacionalización, era poco menos que un mensaje claro de desembarco del Gobierno en las cajas. ¿Qué se consiguió con eso? El efecto contrario. Los mercados, en lugar de aplaudir, recularon, justo en el momento en el que las cajas se planteaban emitir para recapitalizarse. Preferían esperar a ver quién era la que no pasaba las pruebas.
Y, además, los inversores internacionales, al comprobar la reacción del Gobierno, dedujeron que las cajas estaban hechas polvo y, por tanto, se asustaron. El resultado: más varapalo a nuestra deuda y malestar de los cajeros, que veían que así no habría manera de recapitalizarse apelando a los mercados.
Así, hemos vivido unas semanas en las que el Banco de España quería suavizar la presión sobre las entidades de ahorro y el Gobierno también, sin que pareciera una capitulación. Ya está hecho. Ahora, a ver cómo lo reciben los mercados. Esto no ha hecho más que comenzar y el asunto promete muchos más capítulos.
Efectivamente; Ni las cajas son el problema ( ´son sólo uno más, de tantos ) ni fulminarlas es la solución.
Una cosa es echar a los políticos y gestores malos, y otra muy distinta es eliminarlas y quitarnos a la ciudadanía las cajas,que son nuestras.
Cuando por la mañana nos quitan un euro de comisión por cajero, transferencia, cheque, etc.. lo vemos al mediodía en el cole de nuestro hijo, de la caja, o por la tarde en la residencia donde vamos a visitar a los abuelos, o en la biblioteca del sábado, o polideportivo del domingo, etc…
NO A LA DESAPARICIÓN DE LAS CAJAS
Gracias, tío. Desde que escribes más y te leo, me entero mejor de qué va la gaita.