Europa, a la estabilidad por la competencia

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Van Rompuy, presidente del Consejo Europeo. / Wikimedia Commons

«Europa se construirá durante las crisis y será la suma de las soluciones que se den a esas crisis», dijo Jean Monet, uno de los padres de la UE. Lo que se decidirá entre la reunión de este fin de semana y la del 24 y 25 de marzo es cómo solucionar la actual crisis de la deuda, complicada por la necesaria reconversión financiera y que lleva mas de un año sobre el tapete. Para ello cambiará el Pacto de Estabilidad y Crecimiento y se introducirán nuevas exigencias, así como sanciones a quienes incumplan. Aquel pacto de 1997 será ahora de Competitividad.

Para preparar el acuerdo de la cumbre extraordinaria de los Jefes de Estado convocada el viernes con el fin de debatir el Pacto de Competitividad, ayer martes se inició una primera reunión preparatoria. Giró sobre la propuesta que el presidente del Consejo Europeo, Van Rompuy, presentó a finales de febrero. Según lo que ha podido saberse, esta suaviza la iniciativa alemana en los dos puntos más debatidos y donde el consenso se presenta difícil: la indexación salarial a la inflación y la limitación de la deuda. Ahora, en vez de prohibir la indexación, se proponen medidas para que la evolución salarial también tenga en cuenta la productividad. Además, el presidente intenta un mayor compromiso por parte de los Estados para cumplir sus objetivos de control presupuestario, pero sin instrumentarlos a través de topes constituciones como los impuestos por Polonia y otros países.

Los mercados financieros escrutan estas reuniones y las que vendrán dos semanas después como otra prueba a la UE sobre su capacidad de sobreponerse a la crisis sin rupturas, o al menos sin suspensiones de pagos de algunos estados miembros. La creencia mas extendida es que un acuerdo en el Pacto de Competitividad sería condición indispensable para flexibilizar el fondo de rescate europeo de las deudas con incertidumbres (Grecia, Irlanda, Portugal, tal vez España si se complicaran las cosas), flexibilización sobre la que habrá de pronunciarse el Consejo de Jefes de Estado previsto para los días 24 y 25 de marzo.

La relativa tranquilidad de los últimos días permite prever que, salvo complicaciones en esa tarea de matizar los aspectos más conflictivos de la iniciativa de Ángela Merkel, secundada por Nicolás Sarkozy, la propuesta alemana al final saldrá adelante e irá acompañada de toda una reforma del gobierno económico que lleve a prevenir y tratar mejor futuras crisis.

España, que era el objetivo de caza mayor de las oleadas especulativas iniciadas hace un año en torno a esos debates de los jefes de Estado y de Gobierno de la UE o de sus ministros de Economía y Hacienda, encara esas pruebas con mas calma que en anteriores ocasiones, tras la contención del déficit público y las ultimas reformas estructurales anunciadas, la mas reciente la de la reconversión de las cajas de ahorro, objeto de un decreto-ley pendiente de convalidar esta semana en el Parlamento y ejecutar por la Administración y los afectados. Las necesidades de capital de esas entidades se conocerán precisamente a partir del jueves 10 de marzo, cuando entran en vigor los nuevos requisitos de capital definidos por el Real Decreto-Ley 2/2011. El Banco de España determinará qué entidades los cumplen, y en su caso, concretará las necesidades de capital. Ahorro Corporación estima que las cajas necesitarán en torno a 15.000 millones, muy en línea con lo estimado por el Gobierno (20.000), aunque la mayoría de los analistas financieros exteriores que se han interesado incluso en posibles gangas los han duplicado por los menos en las ultimas semanas. Pero proliferan informes de analistas financieros, empresas y grupos de presión en el sentido que, por ejemplo, le da el publicado por la aseguradora alemana Allianz: España necesita un gran pacto en la UE para evitar una década pérdida

Tras la reunión preparatoria de ayer, hoy se observa en casi todas partes un amplio consenso sobre la necesidad de más unión económica para resolver las crisis, ante la evidencia de que la UEM funciona como unión monetaria completa pero con una unión económica apenas enunciada, sobre todo porque desde el principio fue insuficiente la coordinación fiscal, ausencia agudizada antes y después de la crisis de la deuda. Tal coordinación de las políticas fiscales en la UEM se introdujo en el Pacto de Estabilidad y Crecimiento (PEC), conjunto de reglas y procedimientos (las famosos objetivos de Maastrich: tope al 3% en la inflación y el déficit publico y al 60% en la deuda publica), orientados a garantizar la disciplina presupuestaria de los miembros.

Realmente, la conversión del pacto de Estabilidad en otro de Competitividad va a servir para encajar dos tipos de críticas reformistas al gobierno de la UEM surgidas desde 1997 en medios académicos. Pero quedarán desautorizadas de nuevo las otras críticas, esas de tono rupturista y venidas sobre todo de economistas norteamericanos y británicos, que vaticinaban la ruptura de la UEM y siguen en el empeño. De las primeras, unas giraban sobre el insuficiente automatismo y la falta de credibilidad del régimen de sanciones, manifiesto cuando a mediados de la pasada década Francia y Alemania eran incumplidores. Otras ponían más énfasis en la sostenibilidad a largo plazo de las finanzas públicas, dejando margen de maniobra para el empleo de la política fiscal como elemento de estabilización a corto plazo, como recuerda el ultimo Boletín Económico del Banco de España (Pág. 122).

Otra vez el método reformista de construcción europea triunfará sobre el de destrucción y se confirmará nuestra impresión de hace un año: El euro resistirá; los países, veremos. Por encima de los detalles, los jefes de Estado y de gobierno europeos intentarán lanzar el próximo fin de semana mensajes claros y creíbles a los mercados, generalmente más influidos por quienes siempre equivocan sus pronósticos rompedores y que ahora pronostican una especie de nacionalización de la deuda privada. Estos muestran el convencimiento de que, incluso en países con baja deuda pública como España, si se demoran mucho mas el crecimiento económico y el empleo, las reformas financieras como la de las cajas de ahorro serían insuficientes. En ese caso, al final los Estados tendrían que arbitrar nuevos rescates, de manera que la deuda privada ( esa que sí es en España mayor que en la mayoría de los países europeos) pasaría de manos del sistema bancario al sector público Pero seguirían abiertos los Dilemas ante la crisis griega y la suerte del euro que comentamos hace justo un año.

Como siempre, el consenso impondrá un punto medio. Y todo parece indicar que esa línea pasará por la Estrategia Europa 2020. Heredera más discreta de la acertada en sus fines pero tristemente fracasada en sus medios Estrategia de Lisboa 2000-2010, ese programa a largo plazo de la UE deja claro que sin competitividad no hay política social. La Comisión podrá así cumplir con su declarado objetivo de que el año 2011 debería ser el año en el que la Estrategia Europa 2020 se convierta en la espina dorsal de los esfuerzos a nivel nacional y de la UE para alcanzar un crecimiento inteligente, sostenible e integrador. Para ello, además de lograr coordinar las políticas económicas de los estados, tendrá que llegar a un acuerdo completo sobre el nuevo marco global regulador para el sector financiero. Entonces podrá pasar a proponer hacia mediados de año cómo adaptar el presupuesto de la UE para el cumplimiento de Europa 2020 en sus propuestas para el próximo Marco Financiero Plurianual de la UE.

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