Aprender de los colegas

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Entrega del premio Blasillo al Ingenio en Internet al cocinero David de Jorge, durante el acto de clausura del XII Congreso de periodismo digital celebrado en Huesca. En la imagen, el humorista Forges (Izquierda) y el alcalde de la ciudad, Luis Felipe, posan con el ganador. / Álvaro Calvo (Congreso de Periodismo Digital)

Lo he pasado divinamente en Huesca, ciudad en la que se ha celebrado el XII Congreso de Periodismo Digital. Al hacer la maleta en el hotel, de vuelta a casa, he metido, confundidas con las camisas usadas y el neceser de baño, dos sensaciones distintas pero relacionadas. La primera, como utillaje sentimental de puertas adentro para todos los que hacemos cuartopoder.es ha sido el reconocimiento que han recibido de nuestros colegas de la prensa Mónica García Prieto y Pedro de Alzaga. A Mónica se le hizo entrega del premio “José Manuel Porquet”, y el libro de Pedro –“La palabra escrita”- ha sido ampliamente difundido por la organización del Congreso. Felicidades a los dos y, si ellos me lo permiten, también a cuartopoder.es como beneficiario inducido y puerto de arribada del éxito individual de nuestros compañeros de fatigas.

La segunda mercancía que he comprado en Huesca, ya desde un ángulo más personal, son las cosas que he aprendido gracias a las intervenciones de algunos de los colegas más prestigiosos del oficio que han comparecido, activamente, en la reunión de Huesca, hayan sido ponentes o no. La concentración en sólo dos días de mucha “materia gris” del periodismo me ha permitido sin demasiados esfuerzos, si bien en el marco de las limitaciones que uno tiene como aparato receptor, desplegar las antenas para sintonizar la frecuencia de los que siempre tienen algo que decir. He aprendido mucho de las intervenciones del salón de conferencias, y en los pasillos y en el vestíbulo del magnífico palacio de congresos oscense. Lo que no quiere decir que en algunos momentos no me haya invadido la sorpresa que a veces te entrega la profesión con una de sus tarjetas de visita más actuales, la de la confusión. Los chicos de la prensa, tradicionalmente tan lloricas y “ombliguistas”, a veces nos quejamos con causa. En Huesca, afortunadamente sin poses melancólicas ni alardes, hemos reconocido que estamos confusos ante los derroteros actuales del periodismo. Como una imagen fotográfica de la sociedad a la que no obstante –esa es la bendita obsesión que nos mueve como periodistas- pertenecemos y pretendemos darle una o dos vueltas de tuerca. Sin embargo, algunos ponentes, creo, no han entendido del todo de qué confusión se trata, y se han quedado tan panchos. Pero iré, muy comprimidamente, por partes.

Me gustó la conferencia de Javier Moreno, director de El País, y, sobre todo, su intervención posterior en la conversación con el público. Los orgullosos pigmeos no debemos menospreciar las enseñanzas del jefe de los batusi, y Moreno, muy relajado a pesar de las cuitas que (supongo) le acucian como máximo responsable del diario español más poderoso en su forzosa cura de adelgazamiento, estuvo serio y convincente sobre los problemas por los que atraviesa el sector. De todas formas, he echado de menos en Huesca lo que podríamos denominar el oráculo del contable: se ha hablado hasta la saciedad de periodismo y de periodistas, y mucho menos de empresa periodística. En mi opinión, el periodismo y los periodistas están (relativamente) en buena forma para enfrentarse a un futuro hostil que, sin corbata y chaqué, está llamando de forma directa y sin protocolos a la puerta de las redacciones de los periódicos. Pero sin empresas no habrá periódicos, ni digitales ni en soporte de papel . La prensa no puede ser algo gratuito, es un producto intelectual que cuesta dinero. En Huesca también se ha hablado de dinero, pero han predominado las buenas intenciones y quizás el lenguaje del hidalgo español, o castellano, si se prefiere. He echado de menos la lengua de los prosaicos, pero tan necesarios, fenicios del periodismo. Quizás en el XIII Congreso de Periodismo Digital habrá más…gerentes, responsables de publicidad y jefes de personal.

Víctor Sampedro (izquierda) y Gumersindo Lafuente. / Á. C.
Víctor Sampedro (izquierda) y Gumersindo Lafuente. / Á. C.

He aprendido mucho de Víctor Sampedro y de Gumersindo Lafuente sobre transparencia y periodismo, sobre los diarios convencionales y el fenómeno Wikileaks. Pero lo más inquietante han sido, para mí, dos pequeños incisos descorchados sin ruido de la botella de Huesca. Uno se debe al abrelatas de Virginia P. Alonso (20Minutos.es), ponente de la mesa redonda “La falta de confianza en el periodismo tradicional cuando las fuentes nos abandonan”. El periodista está amparado por el secreto profesional, pero su fuente (sobre todo si es un funcionario) puede ir a la cárcel bajo la acusación de revelación de secreto. Virginia certificó la “pereza” de muchas gargantas profundas y su frustración al “jugarse el tipo” para nada, ya que los lectores y la opinión pública, según ella, ya no se sorprenden ni se movilizan por ningún atropello o barbaridad perpetrados por los que tienen la facultad de hacerlo. ¿El fin de las historias periodísticas como artefacto de cambios sociales? ¿El periodismo como la vieja escolástica de nuestro tiempo, una disciplina, como la filosofía pura, tan bella como inútil? Virginia me hizo pensar y rememorar algunas cosas.

En sintonía con lo anterior, citaré la mesa redonda que tuvo como protagonistas a Manel Pérez (La Vanguardia) y a Miguel Jiménez (El País) bajo el interrogante “¿Estamos explicando la crisis?”. En agosto de 2007 salieron de la profundidad de las aguas de la economía los rostros indeseables de las hipotecas subprime. Con independencia de la posible responsabilidad de la prensa especializada en economía a la hora de cobrarse su ticket de culpa en el estallido de la recesión, sus relatos en los tres últimos años han ido desde la supuestamente inobjetable, necesaria y perentoria refundación del capitalismo hasta el quietismo actual, en el que las viejas cajas de ahorros y montes de piedad de nuestro siglo XVIII se derrumban y son tragadas por los acontecimientos ante, casi, la indiferencia general. El moderador de la mesa, Fernando González Urbaneja, con algo de candor franciscano, preguntó finalmente a los ponentes si sus periódicos disponían hoy de alguna herramienta intelectual que midiera, a lo largo del último trienio, el proceso de cada diario respectivo en la explicación de la crisis, sus posibles cambios de rumbo y vaivenes intelectuales ante un fenómeno tan monstruoso. Jiménez, confuso por la cuestión, enumeró como controles internos de su periódico la institución del Defensor del Lector y la sección Fe de Erratas. Pérez, más suelto y ufano, enfatizó lo implacables que son los lectores de La Vanguardia, que llaman indignados a la redacción cada vez que ven una coma mal puesta. ¿El sueño de la razón engendra monstruos? No lo sé, pero la noche siguiente tuve un sueño reparador tendido sobre un colchón relleno de plumas de avestruz: ¡qué placentera es la vida si conseguimos que encajen todas sus piezas! Como el periodismo, una labor en la que se alcanza la perfección si la oferta de los diarios y revistas logra comulgar piadosamente con su demanda! Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos ya han visto a Dios.

2 Comments
  1. Rigo Sandoval Uribe says

    Hitler se entera que no suben noticias a su sitio web – parodia
    http://www.youtube.com/watch?v=HKDxb2whcZ0

  2. celine says

    Bueno y trágico, el video parodia. En cuanto a esa comunión, Félix, van a hacer falta muchas manos en la tarea. Pero habrá que estar en ello. Que no decaiga.

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