Goldstone contra Goldstone

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Imagen de archivo del juez sudafricano Richard Goldstone. / Alex Catalán (Wikimedia Commons)

En diciembre de 2008 expiró la tregua de seis meses pactada por el Gobierno de Israel y los dirigentes de Hamas. El 19 de ese mes Hamas reinició las hostilidades al permitir que sus milicias armadas dispararan tres cohetes desde la Franja de Gaza a Sderot, al otro lado de la frontera, donde sus habitantes sólo disponen de 15 segundos para encerrarse en sus refugios. El 24 de diciembre los palestinos de Gaza pasaron del goteo a la lluvia de fuego: más de 100 misiles cayeron sobre varias ciudades del sur de Israel impactando en una zona urbana –la fachada mediterránea de Israel- que tiene una de las mayores densidades demográficas del mundo. El día 25 el Gobierno israelí amenazó a Hamas con emprender una gran operación militar de castigo si continuaban los ataques contra su territorio. Los palestinos siguieron lanzando sus misiles. El 27 de diciembre el Ejército de Israel penetró en Gaza. Durante los 25 días de la operación Plomo Fundido –sus tropas se retiraron el 21 de enero de 2009- los israelíes mataron a cerca de 1.400 palestinos y sufrieron 17 bajas mortales. Los daños materiales en la Franja fueron casi inconmensurables. Los padecimientos de Israel, tanto en vidas humanas como en sus infraestructuras, fueron insignificantes en comparación. Pero, en contra de lo que piensan algunos, yo creo que los israelíes no se divierten tirando al plato contra otros seres humanos, por mucho que sean sus enemigos. Porque sus enemigos no van con las manos en los bolsillos. Cuando cesó el fuego por ambas partes, las milicias palestinas habían conseguido disparar 778 cohetes contra el territorio de sus vecinos. Israel, una vez más, se defendió atacando sin contemplaciones. ¿Fue proporcionada su respuesta?

El 18 de octubre de 2009 el Consejo de Derechos Humanos de la ONU aprobó el Informe Goldstone. Según la resolución de la ONU, promovida, entre otros, por países tan escrupulosamente democráticos como Egipto, Túnez, Nigeria o Pakistán, las garantías de veracidad e imparcialidad del trabajo realizado por la comisión dirigida por Richard Goldstone (un jurista sudafricano de estirpe judía) sobre la operación Plomo Fundido eran absolutas. Dejando ahora aparte a Hamas, las acusaciones de Goldstone contra la actuación del Ejército israelí en Gaza, refrendadas por la ONU, eran gravísimas: los israelíes habían cometido numerosos crímenes de guerra que trataban de ocultar a la opinión internacional boicoteando los esfuerzos de la comisión Goldstone y negándole cualquier tipo de colaboración. La recomendación de Richard Goldstone al Consejo de Derechos Humanos de la ONU (que este organismo hizo suya) fue sentar a los responsables israelíes de la matanza (políticos y militares) en el banquillo de la Corte Penal Internacional. Israel rechazó las acusaciones, pero su protesta tuvo la credibilidad acostumbrada: se quedó otra vez en minoría extrema y sólo seis miembros de los 47 que componen el Consejo le apoyaron.

Ha transcurrido ya un año y medio de la resolución de la ONU. Algunas pasiones se han enfriado y también algunos narradores (muy pocos) de los sucesos de Gaza han aprovechado el paso del tiempo para rebobinar y ver otra vez todos los fotogramas de su película. No hay nada mejor que este ejercicio de feedback si uno quiere comprobar que ha puesto (o quizás no) la cámara bien enfocada. Sorprendentemente, ha sido el propio director de la película –el juez Goldstone- el que ha confesado en un artículo publicado el 1 de abril en The Washington Post que ahora veía su relato bastante distorsionado y borroso. Incluso -¡vaya por Dios!- ha manifestado que le gustaría volver a rodar las escenas principales y corregir un poquito su guión inicial. Porque, reconociendo la autenticidad de la información suministrada (y probada) por el Tsahal israelí, Goldstone no ha tenido más remedio que admitir la inexistencia de los crímenes de guerra de los que había acusado a Israel. A pesar de la enorme desproporción en el número recíproco de bajas en ambos bandos, producida –así lo reconoce el juez internacional en su artículo del Post- como consecuencia de la estrategia (suicida, es verdad, pero administrada colectivamente a los palestinos de Gaza) de los milicianos de Hamas de parapetarse y disparar confundidos entre la población palestina con la finalidad de…que los uniformados israelíes ocasionaran el mayor número de bajas posible en las zonas civiles del enemigo. De lo que resulta que si alguien ha tirado al plato –un deporte que se practica con la voluntad manifiesta e indiscriminada de romper todas las piezas que se lanzan al aire- han sido las brigadas islamistas de Ezzedim al Kassam y de la Yihad. Contra su gente. Esta broma de mal gusto no procede de  ninguna proclama de Bibi Netanyahu. Sino del mismo comisionado de las Naciones Unidas.

Desgraciadamente, no es la primera vez que la realidad israelí debe hacer horas extraordinarias para desplazar a otro sitio las leyendas que algunos supuestos defensores de los derechos humanos (¿son humanos los israelíes?) tejen sobre “la entidad sionista”. Con pocos resultados prácticos para Israel, porque casi nadie lee la sección de FE DE ERRATAS. No andamos muy sobrados de buena fe en este mundo. Pero ahí están los hechos, para quien los quiera comprar. Dos ejemplos:

1.- El niño palestino Muhammad al Durra NO fue asesinado en brazos de su padre por soldados israelíes en septiembre del año 2000. No obstante, su imagen televisiva fue el icono publicitario de la causa palestina en la Segunda Intifada y funcionó como un auténtico libelo de sangre contra los judíos israelíes.

2.- En mayo de 2002 el mundo contempló con espanto lo que parecía le reedición del asalto nazi al ghetto de Varsovia. Según Terje Roed-Larsen (también comisionado por la ONU), la visión de las ruinas del campo de refugiados de Jenin (Cisjordania), después de la salida del Tsahal israelí –que había entrado en el campo para liquidar a un nutrido grupo de terroristas suicidas-, “superaba en horror todo lo imaginable”. El Gobierno israelí difundió varias fotografías aéreas del perímetro completo del campo y demostró que Roed-Larsen había mentido a la opinión pública internacional. Naciones Unidas se vio forzada a retractarse de su informe y a reconocer que fue redactado “sin visitar el terreno”. Los israelíes, en contra de todas las evidencias de las que se hizo eco la prensa internacional, NO cometieron NINGÚN crimen de guerra contra la población palestina de Jenin.

Desconozco los verdaderos motivos que (algunas) personas tienen para urdir calumnias contra Israel, como tampoco las razones por las que (muchísimas) personas dan pábulo y creen sinceramente en la veracidad de unas acusaciones tan monstruosas. Sobre este terreno abonado ha surgido la imagen de Israel como el campeón del apartheid moderno contra los palestinos. Israel comete todos los días actos moralmente reprobables. Sin embargo, hay que tener los sentidos muy embotados para enjuiciar a los israelíes como si fueran una pandilla de genocidas. ¿Por qué, entonces, ha prosperado esa visión deforme de Israel? ¿Judeofobia? ¿Antisionismo? Puede ser, pero estas posibles respuestas explican muy poco.

Vivir es juzgar. Constante e ininterrumpidamente. Aunque muchas veces nuestros juicios no viajan al exterior (porque tenemos dudas, o simplemente porque vivimos en sociedad y no queremos molestar o comprometernos). La máxima evangélica “no juzguéis y no seréis juzgados” es una quimera y no ha impedido que entre sus partidarios abunden los inquisidores, los propietarios de la verdad absoluta. La conciencia humana es una fábrica obligatoria de producción de juicios. A veces resulta una actividad muy molesta para el operador: cosas del control de calidad del producto, de esa tensión interna del fabricante consigo mismo. El primer objeto del juicio debe ser el sujeto emisor. Y todos somos expertos en hacernos trampas en el juego del solitario. Los israelíes y los palestinos, y el tablero de su eterno conflicto, nos brindan una ocasión estupenda para la evasión y el escapismo. Es muy fácil identificar a los débiles (y buenos) para distinguirlos de los fuertes (y malos, eternamente relacionados con lo sucio, y aquí sí influye el enfoque antijudío). Es un juego en el que proyectamos la sombra de nuestra moral muy lejos y tomamos partido a larga distancia. Eso, quizás, nos distrae de la visión de nuestros palestinos domésticos, del apartheid con el que marginamos y dejamos en fuera de juego a los que realmente nos necesitan, que suelen estar muy cerca de nosotros.

Lo mejor del juez Goldstone es que ha girado el espejo para juzgarse a sí mismo. Directamente y sin la ayuda de los alguaciles de las conciencias ajenas ha reconocido que se había equivocado. Y lo ha dicho ante los focos de la prensa. Lo bueno de la vida es que a veces es increíble.

2 Comments
  1. alberto arce says

    ¿Y el resto de miembros de la misión dirigida por el Juez Goldstone han cambiado de opinión? En todo caso, ese «me he equivocado» con toda la presión que se ha puesto sobre él, ha debido ser de un espontáneo y no condicionado increíbles…

  2. alberto arce says

    Y respecto al caso de Al Durra. Sorprende que alguien aún compre las investigaciones del IDF. La entrada de Henry Levi en Gaza con el IDF es simplemente el penúltimo capítulo…

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