El 15-M sorprende a partidos y sindicatos con el paso cambiado

Las masivas manifestaciones que congregaron el pasado domingo a decenas de miles de personas en más de 60 ciudades han cogido a partidos y sindicatos con el paso cambiado. A los banqueros, el otro foco de las iras de los indignados, no se sabe cómo les ha cogido el asunto, porque, como suele ser habitual, no han dicho nada. Las reacciones que llegaron ayer desde el ámbito de la política revelan dos cosas: primero, que PSOE y PP no han entendido nada; segundo, que a los ‘populares’ este asunto les trae sin cuidado y que a los socialistas les incomoda. A cuatro días de las elecciones, no es para menos. Entre otras cosas, porque a Izquierda Unida la situación no le viene nada mal.

El Partido Popular tiene claro que esta no es su guerra y que si con el ‘caso Gürtel’ o la ‘trama Correa’ no ha perdido ni un voto de su 'exigente' electorado, las protestas de unos desarrapados tendrán, si es posible -que no lo es- un coste todavía menor que cero en las urnas. Las declaraciones de algunos de sus líderes fueron ayer antológicas, impropias, incluso, de la versión más disparatada del inspector Clouseau. Empezando por las de su presidente, Mariano Rajoy, quien, en compañía del candidato a la presidencia de la Generalitat valenciana, Francisco Camps, se atrevió a decir que “lo fácil es criticar a los políticos”. Y sin pestañear. Tampoco lo hizo la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, cuando, cual chulapa tuneada en una escena de Harry El Sucio, retó a los ‘indignados’ a medirse con ella en unas elecciones (Alégrame el día); ni pestañeó su consejero de Presidencia, Francisco González, que acusó a los acampados y desalojados de la Puerta del Sol de haber “enturbiado la convivencia” (¿Aterriza como puedas?)

La enjundia tampoco fue denominador común en las valoraciones de los dirigentes socialistas, que, de momento, prefieren mirar para otro lado o representar pataletas de niño chico, como la del ministro de la Presidencia, Ramón Jáuregui, para quien “acampar en la calle, sin más, no conduce a nada”. Más intrépido se mostró el candidato socialista a la presidencia de la Comunidad de Madrid, Tomás Gómez, que dijo que no sólo comprendía las protestas, sino que participaba de ellas. Claro que hizo lo mismo el pasado 1 de mayo cuando se coló en la manifestación convocada por los sindicatos contra la reforma laboral y fue capaz, incluso, de sonreír ante las cámaras.

Tampoco los sindicatos -cuya política de acuerdos con patronal y gobierno fue objeto de crítica en algunas de las consignas del pasado domingo- le han cogido el compás a la nueva melodía. Sus principales dirigentes se encuentran en el Congreso de la Confederación Europea de Sindicatos (CES), que se celebra estos días en Atenas y cuyo plenario nombrará presidente de la organización al secretario general de CCOO, Ignacio Fernández Toxo. En cualquier caso, portavoces de ambas centrales consultados por cuartopoder.es se felicitaron por el éxito de las movilizaciones convocadas por Democracia Real Ya. Juan Pueyo, de la Secretaría de Juventud de CCOO, considera que las protestas son “positivas” y “necesarias”. En términos similares contestó el secretario de Organización de UGT, José Javier Cubillo, quien reconoció la capacidad de movilización de los convocantes. Además, ambas organizaciones subrayan que buena parte de los principios que plantean los ‘indignados’ impulsan las líneas de acción de las centrales sindicales desde hace meses. Entre ellos, situar a las personas por encima de los mercados, impedir que sean los trabajadores y los parados los que paguen una crisis que han provocado los bancos y los especuladores financieros o defender los servicios públicos y el Estado de bienestar. Hasta ahí, pues, de acuerdo, pero, y a partir de ahora qué, se preguntan CCOO y UGT. Las centrales sindicales no lo tienen claro y esperan acontecimientos. Fundamentalmente, lo que quieren saber es si un movimiento asambleario y transversal será capaz de transformar el descontento en propuestas concretas que se puedan defender en el ámbito de la negociación colectiva o en el institucional. En el caso de que así fuera, sería posible ponerlas en común en un marco más amplio de acción y de acuerdo.

Da la impresión de que todavía quedan fichas por mover. Seguramente, por parte de todos... O, quizás, no.