Confirmado: la cuarta y más importante (con permiso de Max Planck) ley de la Termodinámica, hasta ahora desconocida en todas sus consecuencias doctrinales, es desde hace mucho una intuición de taberna de pueblo. Cualquier parroquiano español sabe, por herencia de sus mayores, que un sistema físico, en los diversos órdenes de la materia, cambia de naturaleza mediante la transferencia de calor de un cuerpo a otro sometido a menor temperatura. Todo depende del calor y la energía del medio ambiente. Lo puede atestiguar de manera empírica el más lerdo de los aficionados al juego del dominó. Y Rosa Díez, profesional acreditada donde las haya en los tableros del dominó, domina (si se me permite la cacofonía) las reglas de la termodinámica política sin haber hecho un máster ni de teoría de juegos ni de comportamiento de los electores en situaciones desesperadas. Rosa no ha necesitado pasar por la Universidad para conocer el percal que se vende y se compra en el mercado de la política. ¡Enhorabuena por tu inteligencia natural, Rosa rosae de la declinación del verbo de las minorías políticas! Has apurado tu pequeño cáliz hasta las heces de tus posibilidades mediáticas. Lo digo en alabanza de tus propuestas de ahorro del parque móvil ministerial. Un partido pequeño como el tuyo (¡no hagas esto!, ¡no hagas lo otro!) sólo puede hacer que se escuche su voz entre los grandes si exhibe su código genético a través de anuncios negativos. Gobernar, lo que se dice gobernar, es otra cosa. Pero cada día tiene su afán y el programa positivo de UPyD no está en el orden del día.
Esta historia de los coches (la ficha de Rosa Díez tumba la ficha de Alberto Ruiz Gallardón y su reflujo obliga al jefe de su partido, Mariano Rajoy, a proclamar un nuevo abecedario de prácticas políticas) ha atravesado el bucle de mi memoria transportándome a los felices tiempos de la ingenuidad. Las cosas eran como eran –según la dictadura de la decencia, ¡qué palabra tan demodé!- sin importar lo que pensaran los demás. Daba lo mismo el juicio de tu consorte o la ola de aprecio o menoscabo de ti mismo que tu conducta podía transferir a los medios, si eras famoso y, si no lo eras, a los amigos de la pandilla. Uno se confesaba con el curilla que llevaba dentro del pecho y ese curilla era la ley de punto final del acontecer diario.
No era algo individual. Todos en esos tiempos (lo digo sin ninguna nostalgia contraria a la realidad) teníamos nuestro propio super-yo, nuestro modelo de comportamiento personal. Otra cosa es que siguiéramos o nos apartáramos de ese modelo. Yo me acuerdo de Luis Gómez Llorente. Era el final del verano de 1977, poco después de las primeras elecciones generales. Empezaba el debate sobre nuestra Constitución y Gómez Llorente, electo socialista por Asturias, formaba parte del Congreso de los Diputados (creo que era Secretario Segundo o Tercero, o algo parecido). Como los dos vivíamos en el barrio de Argüelles, nos cruzábamos en la calle casi todos los días. Yo tranquilamente, de camino a mi primer trabajo. Luis, a pesar de su flema socarrona, con algo más de prisa: tenía que coger el Metro para llegar puntual a la Carrera de San Jerónimo.
Luis Gómez Llorente compartía su representación de los electores asturianos (viajaba en tren al Principado casi todos los fines de semana, alterando su querida y premiosa vida familiar), con la asistencia al Congreso (aún resuena en mis oídos su monumental discurso sobre la dudosa legitimidad de la Monarquía que tenemos) y asimismo con su pertenencia a la Ejecutiva del PSOE (si la memoria no me falla, era Secretario de Formación). Pocos años después (con motivo de aquel congreso extraordinario del Partido Socialista en el que Felipe González lanzó a sus compañeros el famoso órdago de Yo o el Marxismo), Gómez Llorente abandonó la política activa y se recluyó en la FETE (los trabajadores ugetistas de la enseñanza, pues Luis, hoy ya jubilado, era profesor de instituto).
La austeridad (naturalmente, hay modos de vida alegre completamente legítimos) es una compañera inigualable en la vida, sobre todo si sospechas de los efluvios que destila una conciencia satisfecha. En 1982, con el país literalmente (con perdón) acojonado y puesto contra la pared, a pachas, por algunos militares golpistas y los crímenes continuos de ETA, el PSOE alcanzó sus inolvidables 210 diputados (si la memoria tampoco me es esquiva en este caso). Gregorio Peces Barba fue designado presidente del Congreso de los Diputados. Don Gregorio tenía (y tiene) un concepto muy alto de la dignidad del Estado y de todas sus instituciones. La dignidad personal es un instinto muy acendrado (ustedes me entenderán) en los muchachos poco agraciados cuando inopinadamente logran tocar tetilla. Don Gregorio, en las altas ocasiones del Estado constitucional, vistió de maceros y alabarderos a los bedeles del Congreso de los Diputados. La dignidad del Estado era tan inmensa y pesaba tanto que en un acto oficial, Peces Barba, sus invitados y el cuerpo eventual de maceros parlamentarios, noqueó con toda su masa política el ascensor del palacio de la soberanía nacional, permaneciendo encerrados todos ellos en el montacargas del poder público durante reiterados minutos. Son gajes del servicio a los demás y de la encarnación de la entrega desinteresada al bien común y a sus instituciones representativas.
No sé dónde estaba entonces Rosa Díez. En cualquier caso, sea cual sea la memoria que conserve de aquellos tiempos definitivamente perdidos, la maldita moraleja es siempre la misma. Los gestos para la galería (si éste fuera el caso de la jefa de UPyD) acaban siempre en el mismo sitio. Da igual que se gesticule con la vista puesta en la dignidad del Estado o en la de la sociedad. Porque esa dignidad no depende de los obsequios de los que temporalmente se alzan sobre los hombros de uno y de otra.
Un saludo, Luis, desde las páginas de cuartopoder.es. Hace mucho que el respetable no tiene noticias de ti. Eres un pérfido seguidor del Principio de Arquímedes. Ya sabes (porque siempre serás profesor) que un cuerpo sumergido en reposo recibe un empuje hacia arriba igual al peso del fluido desalojado. Tu peso, y el de otras personalidades sumergidas en el mar político que nos inunda, es inversamente proporcional al empuje que propulsa a los loros a la superficie. Aunque reconozco que es estupendo ver la vida pública española desde tu periscopio.
En la entrada de Joaquin Mayordomo hay un video con palabras de Julio Anguita en el que se aprecia el valor de la austeridad: una virtud muy castellana, por cierto.
Esta claro que copn escaño y sis atsibos de gobernar se dicen muchas cosas que luego se olvidan. Aunque Rosa Diez pide algo que es fundamental para una segunda transición, por que de una «segunda transición» anda necesitado este pais, que es: 1ºel cambio de la ley electoral y 2ºlistas abiertas. Sin estas dos cosas que permitirían en parte a los ciudadanos españoles poner coto a el bipartidismo PP PSOE, el peñazo nacionalista y la corrupción, no hay posibilidad d etransición posible.
Aún así, y de forma más cercana por ser un movimiento ciudadano, eso junto a otras cosas es lo que piden los acampados en SOL. El 15 de Mayo es la respuesta a una demanda ciudadana ante unos politicos que distan mucho de aquellos d e1977 y 82, o sencillamente el sistema de entonces s e ha enquistado y necesita renovarse de algún modo. Ha enmohecido y chirría y menos mal que nuestra juventud ha despertado, sin tener las cosas muy claras, pero algunas si y quiere cambiar las cosas.
De Rosa Diez también se dicen cosas que no creo que sean solo leyenda urbana. NO me gusta su personalismo, lo cual se denota hasta en el color de su partido (Magenta= Rosa) aunque si se mantiene firme en lo de no pactar con nadie si no es a cambio de cambiar la ley electoral, me parece digno de interes por que eso lo estamos pidiendo muchos y ni Rajoy que ya está relamiendose las mieles de un futruro triunfo, ni Zapatero, un autista, que en su día presumio de dialogante pero que sin embargo es sosrdo a las demandas d esus ciudadanos. Si el PSOE aceptase llevar el cambio de la ley electoral al congreso recuperaría mucho de los votos perdidos. Hay una demanda en la calle, nunca ha estado más clara pero muy pocos, muy pocos de la clase politica la quieren oir. Es más parece que hasta la miran pore ncima del hombro porque no la hacen politicos profesionales, sino ciudadanos,lo que se llama a vceces «el pueblo». esto es lo que hay, pero que no se pongan medallas con su transición de los politicos, pues le están poniendo mordazas a la segunda, la d elos ciudadanos.
Dejando de lado las profundidades, porque de profundidades están tan llenos los discursos a que nos tienen acostumbrados los dos de siempre que, precisamente por llenos, suenan a vacío.
Las medidas concretas que ha planteado UPyD son, en parte, convergentes con las que está pidiendo la ciudadanía en las calles. Y, ya se sabe, tacita a tacita…
Los que rechazamos el bipartidismo debemos agradecer cualquier irrupción minoritaria en la palestra, aunque no comulguemos con ellos, su discordancia debería mantener en jaque a las mayorías «apoltronadas».
A nvisibol: Gracias por su comentario. Comparto enteramente con usted la percepción negativa del duopolio PSOE-PP, su palabrería frecuentemente hueca y sus abusos contra los ciudadanos. También comparto su aprecio por UPyD (sobre todo por su propuesta de reforma de la ley electoral) y por las llamadas de este partido a la austeridad en el desempeño de los cargos públicos.
Sin embargo, en este último punto, a mi juicio, UPyD tiene un problema de credibiidad y de coherencia histórica (a pesar de sus pocos años de vida) como consecuencia de su liderazgo personalista y de su proceso fundacional.
La dirigente principal de la actual UPyD fue diputada foral de Vizcaya entre 1979 y 1983; vicepresidenta de sus Juntas Generales; parlamentaria del País Vasco entre 1986 y 1999; consejera de Turismo de dicha Comunidad (en un Gobierno presidido por Ardanza) entre 1991 y 1998; ha sido diputada en el Parlamento Europeo en dos legislaturas (desde 1999 hasta 2007); desempeñó todos esos cargos como miembro electo del PSOE o designada por el Partido, en el que causa baja en agosto de 2007 (como quien dice, ayer). No se trata de indagar en las profundidades: son datos de la realidad de conocimiento público.
Durante esa larga y digna trayectoria, la máxima responsable actual de UPyD, además de sus retribuciones salariales, disfrutó (si se me permite la expresión) de todos los gajes inherentes al oficio. Todos sabemos en qué consisten los gajes del Parlamento Europeo. En mi opinión, difícilmente puede catalogarse de austera o de demasiado alejada de la poltrona, como usted dice, a la persona que ha transitado por esas circunstancias.
Durante esa larga trayectoria, de más de 25 años de duración, esa dirigente -aparte de su valía política- no ha criticado en modo alguno, que yo recuerde, el uso de medios de transporte oficiales (o de medios privados sufragados con fondos públicos) por los individuos que desempeñan cargos públicos, oficiales o son representantes electos. Pero quizás yo esté equivocado.
Gracias Félix por su réplica y, sobre todo, por detallarme datos que conocía de forma menos precisa.
Estoy con usted en que el «plumero rosa» de UPyD es tan grande que sería una enorme ingenuidad obviarlo, pero en el «limitado» seguimiento que he podido hacer a dicho partido he descubierto posturas (desde personalidades no personalistas a candidatos ni siquiera conocidos en sus propias localidades) de lo más lógicas y razonables.
Está claro que, el que más y el que menos, presenta posturas lógicas en sus respectivos programas (o se las ingenian para que nos parezcan lógicas) pero el tiempo y sus actos los irá poniendo en su sitio, o eso espero.
¡Ah! en mi caso no es aprecio, más bien un voto de confianza.
Nuevamente, gracias y un saludo.
Luis M.