Los controvertidos y vilipendiados mercados han olido hace mucho tiempo lo poco que se maneja nuestro presidente Zapatero con las cuestiones financieras. Ello ha motivado ataques a nuestra deuda por parte de especuladores que luego no dudaron en arremeter además contra nuestros bancos. Y se dedicaron a esparcir unos rumores repugnantes sobre rescates y similares, posicionándose a la baja con unos activos que no tenían (es decir, al descubierto) para tumbar cotizaciones.
Ese es uno de los grandes asuntos pendientes, como hemos dicho mil y una veces en cuartopoder.es. Hay unas grandes reformas urgentes y debe haber un paso delante de los países OCDE para poner un poco de orden en materia de mercados. Derivados, materias primas, banca de inversión…. Pero dicho esto, lo cierto es que Zapatero no ha sabido nunca tener un discurso coherente para los mercados.
Parecía que ponía por fin cordura con el nombramiento de José Manuel Campa al frente de la secretaría de estado de Economía. Campa, reputado académico del IESE, se manejó estupendamente en el incesante road show en el que se embarcó o le embarcaron. Fue agua de mayo, porque relajó realmente la situación con los mercados y todo el mundo convendrá en reconocer que tampoco enarboló un crudo discurso neocom.
Un par de promesas de contención de gasto bien hechas por ahí, otro par de reformas correctamente explicadas por allá pero, sobre todo, la sensación de que al frente de lo económico había un técnico que entendía de números y no estaba sólo para darle dinero al presidente cuando se ponía a prometer planes E, cheques bebé y similares. Una cabeza sensata, que es justo lo que más falta hace ahora. Campa estrechó la prima de riesgo.
Pero nuestro presidente hace lo opuesto. Ha demostrado no saber de estrategia de partido ni captar la filosofía de los inversores. ¿Cuántos barones y pesos pesados del PSOE le advirtieron que debía reaccionar para no encontrarse con un mapa autonómico y municipal como el que ha llegado tras las recientes elecciones? Y, por otro lado, ZP se ha dado de bruces con que si hace poco más de un año los mercados le castigaron duramente al retirar planes de estabilidad en 24 horas o tras las contradicciones entre Ocaña y Salgado a cuenta de los sueldos de los funcionarios, su casi tozudo enrocamiento al frente de la legislatura demuestra que sigue sin aprender psicología financiera.
Con el país contestando seriamente a su líder (porque no soy yo el único que extrapola los comicios regionales a unas generales) los especuladores se relamen al ver que este mismo sólo se dispone a alargar la agonía. Si Zapatero hubiera aprendido algo, al menos habría dado un mensaje tranquilizador a los mercados. No hace falta que se inmole en plaza pública, pero sí al menos emplazar a una respuesta de altura, un gran pacto nacional… Ganar tiempo sin cerrar puertas a nada.
Con ello, por lo menos los especuladores tendrían cierta prudencia en atacar a nuestros activos porque igual si lo hacían, resulta que convocaba elecciones adelantadas y les dejaba con el trasero al aire.
Pero salir diciendo que hasta marzo nada de nada (ayer fueron José Blanco o Marcelino Iglesias quien insistieron en el asunto) es allanar el camino a los bajistas. Llevamos ya más de 250 puntos de prima de riesgo, ya que nos han metido de lleno en el saco de Grecia y hay mucho miedo a la deuda oculta de las autonomías. Mucho es imputable directamente al propio Zapatero.
La prima de riesgo nos afecta a todos. Impide a las empresas financiarse o les obliga a hacerlo más caro. Entre ellos a los bancos, que tienen de esta manera más complicado conceder créditos. Dificulta la colocación de Bonos y Letras al Tesoro, lo que equivale a decir que el Estado tiene más duro lograr dinero para pagar pensiones, sanidad, educación…
No es ninguna tontería. En estos tiempos de grave crisis, alguien con mano sutil e inteligencia sibilina habría sido magnífico para nosotros a la hora de torear a los mercados. Pero esto es algo que a Zapatero le queda muy grande. No es el primer presidente al que lo económico le disgusta o aburre soberanamente.
Que le de clases de perfeccionamiento Jordi Sevilla…