Préstamo forzoso al Tesoro

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La vicepresidenta Elena Salgado durante una conferencia de prensa celebrada en Moncloa el pasado miércoles. / Fernando Alvarado (Efe)

Antes de que termine agosto el Gobierno elevará los pagos a cuenta del Impuesto sobre Sociedades (IS) a las grandes empresas. Una gran empresa (exclusivamente a estos efectos) no lo es tanto: según la normativa del IS basta con que su volumen de operaciones haya superado –durante los doce meses anteriores al inicio del período impositivo- la cifra de 6.010.121,04 euros. Dichas entidades anticipan el IS del período en curso mediante tres pagos a cuenta a realizar durante los veinte primeros días de los meses de abril, octubre y diciembre. El cálculo del porcentaje de estos pagos es un poco alambicado: será el resultado de multiplicar por cinco séptimos el tipo de gravamen (actualmente, el 30% con carácter general), redondeado por defecto. Pero, en síntesis, podemos decir que, si la empresa tiene beneficios, deberá adelantar al Tesoro casi el 20% de las bases imponibles obtenidas durante los tres, nueve y once primeros meses de cada año natural.

Éste es el sistema de anticipos del IS que va a modificar el Gobierno, previsiblemente sólo en lo que atañe al porcentaje de ingreso (de cuya cuantía final aquél no ha dicho una sola palabra). “Ruptura” no sería una mala expresión para significar el viraje dado por el Gobierno en relación con el IS al anunciar la subida de los pagos fraccionados a cuenta. A diferencia del IRPF, el IVA o los impuestos especiales, en los que el déficit y la deuda del Estado han requerido el incremento de sus tipos de gravamen, la política tributaria ha sido expansiva respecto al gravamen del IS. A mi juicio, acertadamente. Pues –si se me permite la comparación- cada vez son menos las gallinas que ponen huevos. La crisis ha obligado a echar el cierre a numerosas empresas o ha ralentizado la actividad de las únicas instituciones que pueden generar empleo y riqueza. No conviene que Hacienda sacrifique demasiados polluelos atosigando a las productoras con la pérdida de sus crías. Ni está el horno para bollos ni están las empresas desbordantes de recursos propios y financiación externa. Por ello el Gobierno ha hecho bien los deberes en los últimos meses en lo que toca al IS. Por ejemplo, suprimiendo la tributación indirecta sobre las operaciones de constitución o ampliación de capital de las sociedades mercantiles. Igualmente ha sido acertada su política de reducción temporal del tipo de gravamen del IS para las empresas que creen o mantengan empleo, y también la ampliación del régimen de empresas de reducida dimensión para que, asimismo, muchas sociedades “medianas” (que, paradójicamente, ahora van a satisfacer mayores pagos a cuenta) puedan disfrutar del tipo inferior del IS (el 25%, en algunos casos el 20% a condición del mantenimiento de la plantilla).

Elevar los pagos a cuenta del IS no es subir los impuestos. Se trata, simplemente, de un anticipo efectivo de impuestos futuros que ahora se vuelve más exigente por el aumento de la prima de riesgo y la insuficiencia, cada vez mayor, de recursos fiscales. La financiación de la deuda pública obliga al Gobierno a repentizar en una carrera de ajustes que nadie, absolutamente nadie, puede prever ni en lo que respecta a su duración ni en lo que se refiere a su reparto social. El problema es que, con la elevación de los pagos a cuenta del IS, el Estado traslada sus tensiones de tesorería a la empresa privada. En unos momentos, además, en los que las disponibilidades financieras de las empresas están en mínimos históricos (en gran parte debido a la morosidad del sector público).

Evidentemente, los distintos gobiernos intentarán no indisponerse demasiado con sus electores, conjugando sus intereses políticos con el deseo de evitar las fugas de capitales y empresas. La hecatombe de las cuentas públicas y el servicio de la deuda han dejado al Gobierno español, al actual y al que le sustituya, con un margen de maniobra progresivamente más estrecho. O mucho me equivoco o por un tiempo prolongado vamos a tener en nuestro país, con independencia de su teórica escala cromática, un Gobierno a la japonesa. Vamos a ver mucha política fiscal al estilo kamikaze, una palabra que significa “viento divino”. Seremos testigos de un intento continuo (y desesperado) del Gobierno para salir de la tormenta financiera  a costa de numerosas pérdidas humanas entregadas “al enemigo”. Es sólo una metáfora, claro. Sin embargo, los destrozos causados por la crisis (y por una gestión gubernamental de la misma manifiestamente mejorable) son dolorosamente reales para el bienestar y las expectativas de muchas personas de carne y hueso. El capitalismo de casino que hemos tenido en los últimos años ha inventado para su salvación un tributo inédito: el de los torpedos humanos que los gobiernos lanzan defendiéndose del anonimato y la impersonalidad de unos mercados financieros omnipotentes. ¿Es la política el arte de lo imposible? Una respuesta negativa exige que todos recordemos lo sucedido hasta hace bien poco, en  esa supuesta época de vino y rosas que parecía no tener fin.

1 Comment
  1. borja says

    Por favor pedir a amigos,conocidos,familiares que no voten ni al psoe ni al pp pasarlo por favor.Si nadie vota a estos dos partidos los que ganen tendran que cambiar las cosas sin posibilidad de no hacer nada.Estarian obligados a cambiar la justicia y la leyes electorales la clave es que psoe y pp no tengan ni un voto.GENERACION NI NI,NI PSOE NI PP PASARLO PORFAVOR,hablar de ello con familiares y amigos y que nadie les vote y TODOS A VOTAR.Que voten a quien sea menos psoe y pp gracias.

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