Es posible que al presidente Rodríguez Zapatero no le hayan salido las cosas en los últimos años de su mandato todo lo bien que había deseado. El hombre propone y Dios dispone. El que tiene boca se equivoca, etcétera, etcétera. Pero nadie de buena fe podrá negarle al presidente que está a punto de decirnos adiós el logro importantísimo de haber desterrado del carácter nacional el peor defecto que afeaba a los españoles: el apetito inmoderado por la polémica. Antes del regimiento político de Zapatero era imposible la concordia, todos nos enzarzábamos individualmente unos contra otros incluso en las cuestiones más nimias. El diálogo y no digamos la conformidad de la opinión pública eran una meta inalcanzable para unos ciudadanos tan díscolos como los de este país, un desiderátum más difícil aún, por ejemplo, que toparse con Ana Botella bailando la conga con su marido en las fiestas del barrio de Chueca. Un sueño y nada más que un sueño para corazones impacientes, sólo eso eran, antes de Zapatero, los deseos de unidad nacional sentidos por unos pocos miembros esclarecidos de la tribu ibérica que jamás, de no ser por él, habría conseguido salir de la selva y abandonar su estado de naturaleza. Bellum omnium erga omnes. Chapoteábamos todos en un lodazal de disputas, conflictos y humillaciones recíprocas. Hasta que llegó Zapatero y convirtió a Caín en Abel. Muchas gracias, amigo.
Querido futuro expresidente: déjeme utilizar sólo durante un minuto la segunda persona y el trato coloquial para que la conversación sea más fluida. Has conseguido la unanimidad de tus súbditos al menos en este punto: eres incorregible. Eres un frívolo irremediable que –eso también lo sabemos todos- has vuelto locos hasta a tus propios compañeros de partido. Ya ni ellos saben interpretar tus designios ni son capaces de adivinar la finalidad que realmente pretenden tus disposiciones. Has predispuesto y unido a todo el mundo contra ti. Lo malo –para tus ministros- es que ahora el Gobierno parece el Kremlin de las locuras políticas. Por no mencionar las de naturaleza jurídica.
La última pesadilla que nos ha inoculado el Gobierno de Rodríguez Zapatero ha sido la resurrección del Impuesto sobre el Patrimonio, un tributo que pese a recaudar poco es muy importante al medir la solidaridad (o su ausencia) entre las clases sociales y los compromisos que, dentro de su autonomía financiera, tienen (o no) los poderes territoriales con quienes les pagan el sueldo. Esa resurrección lleva los ingredientes de las malas comedias políticas. Después de leer el Decreto-ley que la aprueba la confusión entre el poder central y los autonómicos es máxima; y asimismo la represión del fraude por la Agencia Tributaria y sus hermanas regionales será como obligar a sus funcionarios a disparar contra los bandidos fiscales (y en algunos casos bandidos completos, sin aditivos ni colorantes) con balas de fogueo. Veamos brevemente por separado estos…
…Dos esperpentos originados como consecuencia de esa resurrección:
1.- ¿Quién asume los costes de recaudar o no el Impuesto sobre el Patrimonio?
Las comunidades, como Madrid, que han decidido o decidan a partir de ahora prescindir del tributo (generalmente para congraciarse las personas que las dirigen con sus electores) se van de rositas: recibirán una compensación del Estado equivalente a lo que ingresaron en 2008 por el Impuesto sobre el Patrimonio (con cargo a la declaración de 2007). Tiene razón Elena Salgado en su torneo con el caballero Blanco porque la Ley obliga al Gobierno que ha suprimido-restaurado el Impuesto con el teórico objetivo de gravar a los millonarios a depender de sus enemigos políticos y a hacer el ridículo más espantoso. Vean, si no, la Disposición Transitoria Sexta de la Ley 22/2009, que el Gobierno actual, ya casi en funciones y con las Cortes al borde de su disolución, no podrá darle la vuelta. Creo que a este modesto letrado le perdonará el señor presidente si le dice –como humildemente le digo- que ha hecho un pan como unas hostias. Disculpe el atrevimiento porque, por si lo anterior no fuera un poco chocante, conviene decir que las comunidades que tengan la tentación de reimplantar el Impuesto del Patrimonio cobrarán probablemente dos veces: una de la parte de los contribuyentes afectados y la segunda de la parte de la Hacienda central, que legalmente estará obligada a compensarlas por…nada. –Gracias, señor Zapatero;- de nada, señor consejero de Hacienda de la comunidad X.
2.- ¿Tendrán que pagar los ricos no residentes con rentas exentas?
Sí y no. Todo al mismo tiempo y a lo bestia. SÍ porque la resurrección del Impuesto sobre el Patrimonio les forzará (por obligación real) a declarar y pagar por el mismo respecto al valor de sus títulos de la Deuda Pública española o de sus participaciones preferentes en entidades financieras españolas, aunque dicha obligación sea una contradicción irresoluble con la exención de sus rendimientos en el Impuesto sobre la Renta de No Residentes. Y NO porque el departamento que dirige la señora Salgado decidió graciosamente hace poco más de un mes concederles impunidad tratándoles como seres privilegiados que pueden cobrar sus rentas sin retratarse con el pertinente (salvo para ellos) Número de Identificación Fiscal, aunque residan en paraísos fiscales.
Comunidades que no recaudan el Impuesto y no obstante lo cobran; comunidades que cobran dos veces; millonarios que no pagan el Impuesto porque el valor de sus negocios familiares continúa exento; blanqueadores de capitales perseguidos por el Código Penal, pero contribuyentes imposibles gracias al antifaz que les regala la ley fiscal.
¿Hay quién dé más? Naturalmente: otro día les hablaré de la retroactividad del Decreto-ley.
Zapatero nos deja, y unos se pregunta si es que ha tenido muy mala suerte con lo de de que le ha tocado la crisis, o si iba improvisando sobre la marcha, o si realmente era un infiltrado para terminar de sembrar el caos en unas izquierdas ya de por si bastante despistadas.
ZPP es otra víctima más del capitalismo neoliberal que encarna el FMI. Yo sigo sin saber si le pudo hacer frente y no doblegarse como lo hizo a última hora, diciendo sí a todo lo que exigía el capitalismo neoliberal. Por el camino del recorte, equilibrarán el presupuesto; pero dudo que creen empleo. Este se creará cuando se incremente el consumo. Nadie es tan tonto que se dedique a proucir lo que nadie compra.
Considero un disparate el recortar gastos y un acierto el incrementar los ingresos, con mayores impuestos a quienes más tienen. Es lo que por fín va a hacer Obama.