La más política de las crisis financieras

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Otra vez el principal organismo mundial de cooperación monetaria ha terminado este fin de semana una de sus dos asambleas anuales con mejores palabras que acuerdos. El clamor para que la eurozona y la UE se salven no se ha traducido en apoyos multilaterales. Tendrán que hacerlo solas y lo más probable es que lo hagan, por lo que se juegan, aunque los riesgos del desastre económico global persisten. Empieza, pues, otra semana en manos de la inestabilidad y desconfianza de los mercados. La crisis entra así en su fase más política. Ya es, de hecho, la más política de las crisis financieras, la mayor amenaza a la economía de todos.

La falta real de respuestas coordinadas por parte de los líderes de los 187 países miembros del FMI y los gobernadores de sus bancos centrales pasa la pelota de la responsabilidad institucional a la cita que tiene en noviembre en Cannes la cumbre anual del G-20, cuya agenda tendrá que ser reforzada respecto a lo previsto desde abril pasado. Por eso resultó esperanzadora la declaración de estos en la madrugada del viernes, al prometer una actuación coordinada contra los riesgos de caer en una recesión peor que la iniciada el 2008. Pero despidiéronse ellos y los de la asamblea del FMI hasta la primavera y no hubo nada más, como ya sucedió con su declaración del pasado 8 de agosto. Por tanto, la semana entrante será peliaguda, a la espera de cómo el BCE y los demás bancos centrales, empezando por los de la eurozona, afrontan los próximos días del curso más difícil del siglo. La cita más crucial será el jueves, cuando el Parlamento alemán deberá superar las enmiendas del propio partido de Ángela Merkel y de los liberales al refuerzo de los mecanismos de rescate aprobados por la eurozona para cuando los ratifiquen los parlamentos de los 17 países del euro.

Previamente deberán conocerse dos relevantes encuestas mensuales de septiembre: el sentimiento de los consumidores en Alemania y los EEUU, cuyas recaídas en la recesión son las más temidas por su influencia sobre los demás países Los pronósticos apuntaban a una ligera mejora dentro de la debilidad de los últimos meses. Pero habrá que ver la erosión de las expectativas por las caídas bursátiles y su efecto pobreza en las carteras no solo de los ricos, sino mayoritariamente de los fondos de pensiones de buena parte de los consumidores.

Con los políticos convertidos en mayor riesgo económico, las bolsas de los principales países en europeos en sus mínimos niveles de hace tres años y más bajas defensas por parte de los estados endeudados, esta crisis amenaza con sumergirnos por muchísimos mas años en la recesión o incluso en la depresión evitada en el 2009. Ya ha logrado superar la tipología al uso de las crisis financieras que concurren en casi todas las crisis económicas. Ya es al mismo tiempo bancaria y de deuda, precedente creado por la asiática y algunas iberoamericanas, aunque con la grave diferencia que ahora afecta ya a países que son capaces de infectar a toda la economía mundial. Afortunadamente no ha llegado a estallar de momento la crisis cambiaria que agravaría el cuadro, aunque todo puede empeorar si la política europea sigue en su idiocia y la cita del G-20 para el 2 y 3 de noviembre ben Cannes pasa sin concretar también la promesa de una respuesta "coordinada y urgente".

La directora del FMI, Christine Lagarde, el pasado día 22, durante una de sus intervenciones en la asamblea del organismo. / Shawn Thew (Efe)

Lagarde, exministra francesa que encabeza desde hace varios meses el FMI, señaló como resumen de la cumbre de otoño celebrada este fin de semana que el mundo se encuentra en un momento crítico, pero se ha hecho mucho para hacer frente a los principales problemas. Por ejemplo, se han adoptado medidas para fortalecer la regulación financiera, mejorar la gestión de crisis, reforzar la gestión de gobierno de la zona del euro y aumentar el capital de los bancos. “Por lo tanto, ya estamos a mitad de camino. Ahora es cuestión de empujar con todas nuestras fuerzas para llegar al otro lado”.

Sin embargo, la falta de resolución del trilema de las políticas europeas que tiene sumida a la eurozona y al conjunto de la UE en su mayor crisis política todavía puede llevar a los países emergentes a descartar definitivamente su apoyo al rescate de la eurozona y a provocar esas crisis cambiaria que apenas asomó con los amagos de guerra de divisas de hace un año.

Ese policy trilemma expresa la imposibilidad de mantener al mismo tiempo un tipo de cambio fijo, la libertad de movimientos de capital y una política monetaria autónoma, incompatibilidades que se han observado en la base de todas las crisis monetarias y financieras registradas hasta ahora y que algunos auguran para el futuro. Ello preocupa de cara al nuevo marco de la UE para la gestión y resolución de las crisis financieras , porque un sistema financiero estable, un sistema financiero integrado y la autonomía financiera nacional son incompatibles: pueden combinarse entre sí dos de los tres objetivos, pero no los tres al mismo tiempo; lo que lleva renunciar a uno y a la conclusión de que la UE —mercado sumamente integrado con políticas financieras nacionales— se vería abocada, irremediablemente, a un sistema financiero inestable.

Incluso si el directorio MerKel-Sarkozy logra poner en marcha con Grecia y otros países el nuevo mecanismo reforzado de rescate para salvar la unidad del euro, de momento la UE tendrá que extenderlo a los cerca de 300.000 millones de euros adicionales que según Legarde y el FMI necesitarán los bancos europeos en capital adicional para evitar las quiebras en cascada, por cuyo temor sus cotizaciones han caído los últimos meses más del 50%. Para ello y para atajar la desconfianza en otros países, serían insuficientes los recursos del nuevo fondo de rescate. Pero de la cumbre del FMI no ha salido compromiso de aportación adicional por parte de este o de los países emergentes, que actualmente se enfrentan a su propio dilema.

Este último consiste en si los países emergentes acceden a colaborar en el rescate del euro y de Europa, que indirectamente se ha convertido ya en el de todo el mundo en desarrollo, pues de otro modo EEUU y Japón terminarían por caerse, o dan prioridad a los temores de contaminarse también y a ser arrastrados por la aversión al riesgo, lo que les sumergería también en políticas preventivas de austeridad.

Aunque la cumbre del pasado fin de semana ha reconocido que la economía mundial ha entrado en una fase peligrosa, que exige un grado excepcional de vigilancia, coordinación y preparación tanto por parte de los países miembros como del FMI para tomar medidas enérgicas, tales medidas han brillado por su ausencia  en el comunicado final del órgano rector de la política del FMI. Por tanto, aunque los países miembros del FMI se comprometen a hacer frente a la crisis y evitar que se agudice, el devenir de las próximas semanas nos indicará que el G-20 en su cita de principios de noviembre vuelva a plantearse el rescate de la UE con mayor contundencia y efectividad.

¿Hay vida después de la esta crisis de deuda?, se preguntaba hace más de un año The Economist. Recientemente Forbes respondía que sí, aunque con relatos personales de venidos a menos que superaron la crisis dando consejos. La decisión depende ahora más que nunca de la política de países poco aptos para el consejo ajeno, los emergentes, los únicos no endeudados pese a venir de la pobreza y bandearse todavía con ella.

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