Los cálculos los efectúan los todopoderosos Isidro Fainé y Juan María Nin, números 1 y 2 respectivamente de La Caixa, o sea, palabras mayores. Ambos reconocieron que en los últimos tres años se han cerrado unas 4.000 oficinas en España y se ha despedido o “facilitado la salida” a unos 20.000 trabajadores. Unas cifras impactantes, pero Nin añadió que, sin tener cálculos definitivos ni cifras de otras entidades, no descarta que todavía sobre un 20% de sucursales. Y, seguramente, las que queden, con menos empleados.
Unos excesos del pasado que continúan pasando factura. No sólo de activos tóxicos enfermó la banca, en España también ha habido procesos de expansión que han sido una locura. Cualquiera de nosotros habrá visto con sorpresa en años anteriores cómo abrían sucursales de cajas de ahorros (sobre todo) de localidades ‘exóticas’. “¿Qué pintan aquí estos tíos?”, nos preguntábamos. Pues, como se ha visto con los años, poca cosa.
Queda ajuste por hacer, por desgracia, y no todas las entidades están en disposición de hacer lo que hace la entidad catalana: mantener su espectacular red de oficinas (casi 5.200) sin haber cerrado ninguna excepto las que ha reemplazado por la adquisición de Caixa Girona y sin haber efectuado recortes de personal. Al menos, eso han dicho en sus cifras de cierre de año.
Ojo, eso les ha supuesto dar un beneficio que prácticamente equivale a los ingresos por sus participadas. Es decir, La Caixa gana dinero con Repsol, Telefónica, Abertis… mientras la red de sucursales y el gasto de personal le suponen más de 2.000 millones de euros de costes de explotación al año.
Una actitud muy loable para con su plantilla y que denota compromiso con el país, aunque seguramente los accionistas de Caixabank no estarán tan contentos. Lo que pasa es que la economía está en un punto en el que el inversor tampoco debe perder de vista la realidad macro, es decir, antes era bueno para una empresa que redujera plantilla, ahora esa noticia en España sólo significa consumo más hundido e impacto económico inevitable.
Como todo en esta crisis, una parte deberá ser purgada, básicamente a través de jubilaciones, pero otra deberá ajustarse con medidas drásticas. Al menos, las previsiones económicas de La Caixa eran algo menos pesimistas que el FMI y sólo contemplan un decrecimiento en España del 1%, frente a casi el 2% del organismo internacional. Aun así, a Fainé la parecen unas cifras muy malas.