(Advertencia preliminar: éste es un artículo a favor de todos los individuos racionales y, por tanto, contrario a todos los nacionalismos).
Euskadi es la patria de los vascos y también de los amantes del tango. Con el respeto debido a la pareja de monstruos excelsos, hermano y rindo pleito homenaje aquí a los sagrados nombres de Sabino Arana y Carlos Gardel.
Dice la letra del tango Volver:
“Que veinte años no es nada
que febril la mirada
errante en las sombras
te busca y te nombra”
¿Quién es la mujer amada a la que después de tantos años se busca y se nombra con un amor ayer casi perdido y hoy sediento de gozo infinito? ¿Será la viuda de Francisco Umbral, que no sé cómo se apellida pero salió de la pila bautismal con el recio nombre de España? Pero…¿y cómo es él?, por seguir con la música, aunque sea la de José Luis Perales. No se preocupen, ya tenemos a la novia España y muy pronto conocerán el nombre y las hechuras del galán, si bien ya habrán adivinado que el novio es un noble mozarrón del Norte.
Es una vieja historia de amor, de un amor muy sentimental y bonito, a pesar de que las cartas de los novios –que han pasado mucho tiempo sin escribirse- ustedes las encontrarán un tanto áridas y de una prosa sin duda pelmaza. Aunque les compensará la sorpresa de averiguar la estafeta de correos utilizada por los amantes para sus cuitas, celos y lances, que –lamento decepcionarles- no es el Mensajero del Amor, sino algo tan leguleyo como el Boletín Oficial del Estado (español). Este amor tormentoso empezó muy pronto, en 1980, con la constitución del primer Gobierno de Euskadi, presidido por un mozo capaz y suspicaz, oriundo de Navarra y por más señas de nombre Carlos. Desde entonces han menudeado los desgarros, los olvidos, los té quiero, las reconciliaciones momentáneas y los vete a casa de tu impresentable progenitora. Una historia de amor que ha destrozado los nervios al vecindario pero que puede acabar con un final, si no feliz, al menos logrado con la resignación de los que prefieren las tablas a un jaque mate imposible en su partida de ajedrez. Como si los jugadores pactaran un armisticio abrasados por los rescoldos de su odio y amor.
No tengan miedo, no se resistan al encanto de la historia y abran la página del BOE correspondiente al 17 de abril de 2012. Lean el “Apartado I, Disposiciones Generales, Comunidad Autónoma del País Vasco”. Seguramente les extrañará la publicación de diversas leyes vascas aprobadas en 1983, algunas tan importantes como la relativa al Régimen Electoral de la Comunidad, la Ley de Incompatibilidades, también una norma extraordinaria acordando determinadas medidas fiscales para remediar las inundaciones sufridas por el País Vasco en el verano de ese año 1983, la Ley de Presupuestos autonómicos para el ejercicio 1984, la que regula las relaciones entre las instituciones de la Comunidad Autónoma y los órganos forales de sus Territorios Históricos…(con sus pertinentes correcciones de errores).
No se asusten, no hemos sido abducidos por el túnel del tiempo y seguimos estando en el calamitoso año 2012. El foso monumental que separa la continuidad de casi treinta años es simplemente la rebeldía y la lucha por la independencia, en este caso publicitaria, del Gobierno Vasco de entonces y de sus causahabientes. Imaginemos –resulta muy sencillo- las frases de rigor. “¿Qué es eso de que nuestras leyes, las euskaldunas, tengan que publicarse, para ser válidas, en el boletín de una potencia extranjera que desea sojuzgarnos”?. ¿Que se viola con ello –dirán ustedes- la interpretación más razonable del artículo 27.5 del propio Estatuto de Autonomía del País Vasco? Da lo mismo. ¿Que se infringe igualmente y todavía de forma más descarada el artículo 6.1.b) del Real Decreto 181/2008, de ordenación del Boletín Oficial del Estado? Da lo mismo que lo mismo da. ¿Que nos ciscamos en el sistema de fuentes del Derecho y en los mandatos del Código Civil sobre la aplicación y la eficacia de las normas del ordenamiento interno, que (artículo 7) exigen para su entrada en vigor “su completa publicación en el Boletín Oficial del Estado”. Pues nos ciscamos. ¿Que dejamos en pelota picada a los destinatarios de las leyes vascas que no residan en Euskalerría? Pues que se…
¡Qué historia de amor tan novelesca! ¡Cuánto amor, aunque sea amor propio! Pero bien está lo que bien acaba. Las paces entre el Gobierno central y el autonómico llegaron al final de la pasada legislatura y fueron selladas con un apretón de manos entre dos socialistas, el lehendakari López y el entonces ministro de la Presidencia, Ramón Jáuregui. Y ya con el nuevo Gobierno del PP empezaron a publicarse en el BOE, después de casi treinta años y con las excepciones que caben en una mano de cinco dedos, unas normas autonómicas que eran enviadas al Boletín Oficial –y por tanto rechazadas- sin la necesaria sanción del Rey. Dicho sea de paso: el Rey que tenemos es una pesadilla para la ciudadanía, pero no seamos tan idiotas de confundir la persona con la institución y de esta forma dispararnos a nosotros mismos un tiro elefantiásico. El Rey es el Jefe del Estado y modera, en nuestro nombre, el funcionamiento regular de todas las instituciones públicas.
Aunque muchas de esas normas ya no están en vigor, ahora se publican en el BOE. Aparentemente, es una consecuencia de la “normalización” del País Vasco y además -¿quién sabe?- una cautela por si a algún afectado, un particular o una empresa de allende las fronteras de Euskadi le da por preguntarse dónde han ido a parar sus derechos subjetivos e individuales. Más vale tarde que nunca, aunque hayan transcurrido treinta años, que, según el tango de Gardel, “no es nada”.
Vale. Volver, “volver con la frente marchita”. Sin embargo y para ser sincero, no lo veo nada claro. Si comparamos las citadas leyes vascas (en las que siempre se emplea la fórmula de promulgación “yo ordeno” que declama el lehendakari, sin más) con otras dos leyes autonómicas publicadas en el BOE el mismo 17 de abril (de Aragón y Canarias), que usan la fórmula “yo –el presidente autonómico- en nombre del Rey promulgo y ordeno la publicación de la Ley”, vemos que no es oro todo lo que reluce. Hay oro común y oro especial de muchos quilates: el oro de Moscú, el oro de Belén y el oro de Ajuria Enea.
Mejor nos iría si nuestro país, en vez de ser una nación de naciones de diferentes categorías, fuera sólo un hecho administrativo. Si llegáramos al acuerdo de que ese país no es más que un doble adverbio de tiempo y lugar, un "aquí" y un "ahora" que debe ser gestionado con la razón administrativa, la buena fe y el reconocimiento interesado de los traidores a sus patrias imaginarias. ¿Por qué no bailar agarrados ese tango?
Me ha sabido a poco el homenaje a Arana. Es un freak, el tipo.