Terra Mítica

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Dice el historiador Santos Juliá “que la representación del pasado cambia a medida que se transforma la experiencia del presente”. Tiene razón este gran conocedor del siglo XX español, quizás el mejor, aunque su idea no es original y está vigente desde Benedetto Croce. Los cambios de percepción del significado de la Historia según cada observador y su tiempo, el hecho de que la Historia siempre supone un enfoque y una valoración provisionales sobre cualquier etapa del pasado, dio lugar hace mucho al nacimiento y cultivo por los profesionales de la historiografía de una disciplina específica, como es la historia del pensamiento. Una ciencia en la que, según los gustos personales del autor de este blog, ha descollado la maestría absoluta de Isaiah Berlin y, entre nosotros, la de José María Jover. Pero la frase de Santos Juliá, escrita en octubre de 1996, resulta especialmente oportuna en este mes de mayo de 2012, zarandeado por una incertidumbre económica desconocida que vuelca todavía más pesimismo sobre la evolución futura de nuestro país, extraordinariamente castigado ya por las tormentas financieras que se suceden desde el segundo semestre de 2007. En mi opinión, el presente no condiciona las posibles salidas del túnel de la depresión económica y del estado cercano al colapso político de nuestras instituciones públicas debido únicamente a su lamentable realidad actual. El presente también puede entorpecer aún más esas salidas e incluso cegarlas si pone a España, otra vez, en la vía muerta de la Historia en la que algunos la aparcaron y que –en cualquier caso y hasta no hace mucho- todos pensábamos que había abandonado para siempre en su viaje al futuro.

El mito del fracaso

La Generación del 98 consiguió imponer una versión del pasado centenario de España como una sucesión ininterrumpida de anomalías que la habían separado del Occidente europeo. El fracaso de la Restauración, la inestabilidad y las luchas internas de la República, la Guerra Civil y la larga noche del franquismo intensificaron después el mito de la anormalidad y el exotismo de España, las culpas de un país aislado y atrasado que no había logrado (y probablemente no lo lograría jamás) vincularse a la comunidad de las naciones más desarrolladas de su entorno geográfico. España era una excepción periférica al estilo de Rusia, Bulgaria o Rumanía.

El mito del milagro

La Transición de la dictadura de Franco a la democracia fue más que una operación de futuro. Significó igualmente la recuperación de varios historiadores de la economía -¿curioso, no?- que habían irrumpido en los años 40 y 50 (Pierre Vilar, Jaume Vicens Vives…) con un enfoque menos fatalista y trágico de la historia española. España, según ellos, no se habría apartado demasiado de la “normalidad” de sus vecinos del Norte, al menos desde los comienzos del siglo XX, y su economía habría dado signos de cierto atraso y subdesarrollo, pero nunca de fracaso. En los años 70 y 80 esta línea de pensamiento enlazó y fue seguida (simultáneamente al desarrollo de la democracia y a la integración de España en las Comunidades Europeas) por una nueva generación de historiadores de la economía -¿curioso, no?- con una visión menos despectiva del pasado de nuestro país. La conexión de la historia económica y la historia política coincidentes en desmarcarse de la anomalía española puede contemplarse con nitidez en el libro de Juan Pablo Fusi y Jordi Palafox titulado España: 1808-1996. El desafío de la modernidad, que apareció en 1997. Por su parte, una nueva generación de hispanistas (Adrian Shubert, David Ringrose…) matizó en los años 90 la visión española un tanto exótica y “agitanada” que algunos de sus mayores habían heredado de los viajeros extranjeros a la piel de toro en la época del Romanticismo. Y, como nos recuerda con gran acierto Miguel Martorell, esos nuevos hispanistas son también historiadores de la economía. El fracaso español había cedido el paso al bendito milagro de la normalidad. España había dejado de ser diferente.

¿Había? Después de casi cinco años de tormentas financieras, España se ha quedado muy rezagada en la salida y solución de la recesión económica. España es un lastre para la Unión Europea y la inestabilidad de su sistema financiero y la endeblez de sus cuentas públicas la acercan a la doble periferia de Irlanda y Grecia. En desempleo incluso somos los campeones de Europa. Retorna el mito del fracaso de España y en esta ocasión es incluso más doloroso porque ese fracaso ya no procede del aislamiento de España. Perfectamente integrada en la globalización de los mercados y en las instituciones de la Unión, hoy ni siquiera existe la vieja esperanza de Ortega de que Europa sea la solución de los problemas de España. Europa ahora es para nosotros el ama de llaves o una altiva madrastra.

Debemos repasar con cuidado los errores cometidos en los últimos treinta años. Pero sin dogmatismos y apriorismos de ninguna clase. No existió la Santa Transición, pero mucho menos existió su reverso, la supuesta continuidad del franquismo con un disfraz más decente. Tampoco debemos enjuiciar el inmediato pasado histórico con los juegos malabares del equilibrista, como ese presidente del Gobierno que aprobó una ley para regular la memoria histórica sin advertir ninguna fisura entre su memoria particular de la Transición (no muy positiva) y su proclamación genial de que España estaba durante su mandato en el grupo de cabeza de la Champions League de la economía global; por no referirnos a su exaltación del sistema financiero patrio como el mejor y más estable del mundo. O estamos a setas o estamos a rolex. Es imposible asistir a misa y al mismo tiempo darle al badajo en el campanario, salvo que uno, en vez de a la política real o a la investigación histórica, dedique todas sus energías a fabular sobre los poderes mágicos de su ombligo providencial.

Si no hacemos un buen examen de conciencia (y un paralelo y sincero propósito de enmienda) no saldremos bien parados de la depresión económica. Y el sistema político colapsará definitivamente. Volveremos a la pobreza, a la resignación y a la idiotez cultural. A la España de los cabreros y los profetas de la regeneración.

2 Comments
  1. celine says

    Qué buen recordatorio, Borstein, y qué recuento más acertado de lo bueno y lo malo. Creo que España arrastra un problema viejo de mentalidad de sus aborígenes: el de un cierto sentido práctico y guardarse para su almita las emociones ideológicas del pasado. Superar la guerra civil no podía ser tan fácil, después de todo. Pero no se apure usted, tenemos sentado al cerebro gris en el Consejo de Estado, o sea que…

  2. J Mos says

    Respecto a la frase de Santos Julia, basta ver diferentes peliculas sobre un hecho historico, para ver de que diferentes maneras se interpreta la historia. Por poner un ejemplo «La carga de la brigada ligera» de Errol Flyn y la versión de los años 60 sobre la carga de los 600 en Balaklava de «La última carga».
    Yo creo que la Historia de España no es similar a Rusia o Bulgaria respecto a Europa, sino salvando distancias más cercana a Gran Bretaña por aquello de la Unión de reinos y la construción de un gran imperio ultramarino a manos de marinos. España es un pais muy importante para Europa pues fue el primer gran Imperio intercontinental de un pais europeo y ademas de descubrir america. Que sería de Europa sin America en su historia.
    Respecto de nuestra época actual decir que nuestra scrosanta transición debería ser revisada y nuestra constitución debe mejorarse en democracia para ganarnos los españoles un mejor futuro. La gran remora de España han sido elpeso de losnacionalismos y la perdida de tiempo, esfuerzo y dinero en discusiones bizantinas. Hemos perdido nuestros mejores años de transición preoccupados por temas tas apremiantes como si el valenciano era un idioma o había que decir La Coruña o A Coruña.
    La reforma de la ley electorla es la mejor manera de inyectar nuevas ideas y vida a nuestra democracia. No solo economía nos hace falta. Porque desde luego seguir con los temas territoriales y seguir dando la espalda a problematicas sociales y de otro tipo,desd la ecología,la industria y un largo etcetera que habria que afrontar más como pais que dentro de ese paralizante sistema autonómico. Europa nos ha ayudadomucho y hemos malgastado mucha de esaayuda, en chorradas, como museos vacios, planes urbanos faraonicos y buena parte en loor de nuesto localismo. El principal desasatre de nuestra transición fue que primo lo territorial sobre lo histórico, el espaci sobre el tiempo y ahora nos hemos quedado atras.Pero nunca es demasiado tarde para rectificar.

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