En 2006, un joven ejecutivo del HSBC (Hong Kong Shangai Bank Corporation, banco británico que pasa por ser el mayor de toda Europa) comenzó a copiar una lista compuesta por varias miles de cuentas que su entidad tenía en Suiza bajo secreto bancario y que envió finalmente al fisco francés, en teoría para que iniciara investigaciones. Un idealista, con ganas de tirar de la manta, aparentemente.
La cosa no pasó a mayores en el país vecino, aunque en España, enterados, pidieron la lista, a lo que la hacienda francesa accedió. Nuestra Agencia Tributaria buscaba, ávida, datos de evasores; titulares del Gürtel y demás... cuando se encontraron, estupefactos, con una ya célebre cuenta de la familia Botín, en la que había depositados más de 1.000 millones de euros. Es la famosa cuenta de la posguerra, abierta por el padre del actual presidente del Santander.
Una noticia impactante en España, que esbozaba de manera algo más real el perímetro de la fortuna de la principal familia de banqueros española. Como quien tiene una vieja cuenta de la niñez olvidada, aparecía un saldo disponible de más de 1.000 millones de euros no declarados por ninguna parte, que valdrían para comprar al contado empresas del Ibex del tamaño de Indra o Abengoa.
Ese ejecutivo, llamado Hervé Falciani, está ahora detenido en Madrid, ya que le cazaron en julio de este año entrando en nuestro país. Su gesto ha sido elogiado desde muchos foros, aunque desde otros le acusan de ser justo lo contrario a un Robin Hood. Según los críticos, Falciani habría intentado cobrar por esa lista de Schindler en versión millonario, y se comenta que la propia Alemania también la ha comprado con fondos reservados.
Al menos, este joven ha puesto sobre el papel con más crudeza la necesidad de acabar con los paraísos fiscales, empezando por el progresivo desmantelamiento del secreto bancario.
¿Frutos reales?
Tiempo al tiempo, claro, porque no es nada fácil que se desmonten los cobijos donde se resguarda el dinero del narcotráfico, la trata de blancas, las armas, las comisiones de las altas operaciones depositadas en cuentas opacas y, por supuesto, donde los ricos llevan su dinero para no pagar impuestos.
Lo que sí ha ocurrido con rapidez inmediata es que los bancos se han dado mucha prisa en potenciar la seguridad de sus sistemas de información, para que no se repitan casos de estos. “Sólo el presidente y como mucho tres o cuatro altos ejecutivos de la máxima confianza podrían ahora mismo sustraer datos en cualquier entidad... En cuanto se ha sabido esto, toda la banca se ha apresurado a mejorar sus sistemas de encriptación”, comentaba un experto fiscal de un despacho madrileño hace pocas semanas al ser preguntado por este asunto.
No sirve como prueba
La lista de Falciani no se puede utilizar para emprender acciones legales. Se ha obtenido por medios fraudulentos y Hacienda no puede usarla en sus investigaciones, aunque vea que hay más de 1.000 millones de euros en Suiza. Así, la única solución ha sido filtrarla a los medios y montar un escándalo monumental. Botín se apresuró a abonar a ojo unos 200 millones de euros de impuestos atrasados (que se dice pronto) y aún se permitió la balandronada de decir que no le iban a imputar nada y que, encima, Hacienda le iba a devolver, como así fue.
La Agencia Tributaria, al menos, mandó una carta a los titulares, diciéndoles que habían sido pillados y conminándoles a pagar. Pero, si no lo hacen, no podrán hacer nada contra ellos.
Según el experto fiscal consultado, cualquier cantidad evadida en los últimos cinco años que supere los 120.000 euros constituye delito. Desde luego, una familia de banqueros no puede alegar desconocimiento sobre esto, como los titulares de participaciones preferentes. Pero la prueba mal obtenida no sirve.
Ninguno de los titulares de esa lista negra ha tenido problemas con la Justicia. En Francia, hubo iniciativas parlamentarias para ver si era preceptivo cambiar la ley, pero se rechazó. Efectivamente, un estado de derecho no puede juzgar con pruebas obtenidas de manera fraudulenta y remitidas clandestinamente. Tal vez Falciani sea un Robin Hood, pero igual los próximos que enviaran listas no tendrían intenciones tan rectas. Y, además, Robin de los Bosques robaba, de todas formas. Lo que hay que hacer, de una vez, es acabar con los paraísos fiscales y territorios opacos. Con eso, se acababa la crisis.