Al señor Gerardo Díaz Ferrán le costó menos de media hora -en su primera rueda de prensa como presidente de la patronal- decir lo que pensaba sobre lo público, sobre los servicios públicos, expresión que en su boca adquiría un regusto rancio a mingitorio de los que llegué a conocer cuando era un chaval, en la Plaza del Castillo, en Pamplona, y que tenían su empleada y todo, una señora que llevaba una bata blanca y que te proporcionaba papel para limpiarte el culo si así se lo solicitabas, claro. Díaz Ferrán, en su primera rueda de prensa como presidente de la Confederación Española de Organizaciones Empresariales, dijo: "La mejor empresa pública es la que no existe". Luego, con el paso del tiempo, supimos, gracias a su peculiar forma de entender la actividad emprendedora -y a las investigaciones policiales- que las prácticas de algunas empresas privadas, entre ellas las suyas, no daban para ponerse tan chulo. De hecho, Díaz Ferrán ocupa esta noche una celda en la prisión de Soto del Real a la espera de que un juez determine si es o no culpable de los delitos de alzamiento de bienes, insolvencia punible por la ocultación patrimonial de notoria cantidad de dinero, estafa procesal concursal, falsedad documental y blanqueo de capitales.
A su sucesor en el cargo, Juan Rosell, le ha costado un poco más enseñar la pezuña, concretamente, 26 meses, el tiempo que ha pasado desde que fuera elegido sustituto de don Gerardo, allá por el 21 de diciembre de 2010. Pero claro, de lo que se mama se cría y, al final, no ha podido soportarlo ni un minuto más. En un encuentro con periodistas, el señor Rosell ha dicho esto -según cuentan las crónicas- a propósito de las administraciones y de los empleados públicos: "Hay grasa en todas partes y falta músculo". Y aunque reconoció no saber cuánta grasa sobra -cuántos funcionarios deberían pasar a otra condición laboral-, sí que aventuró algunas cifras: ¿300.000?, ¿400.000?, ¿qué más da 100.000 parados arriba o 100.000 parados abajo en un contexto de seis millones de desempleados? Por cierto -eso también lo dijo-, no son seis millones de parados ni de coña, porque la EPA se nos está poniendo vieja, como cantaba Milanés, y ya no se la cree nadie. Y para rematar el párrafo prodigioso, ese que le recordaremos algunos para los restos, añadió lo siguiente a propósito de los funcionarios: "A lo mejor es mejor ponerles un subsidio a que estén en la Administración consumiendo papel, consumiendo teléfono y tratando de crear leyes. Eso tiene un coste tremendo".
El golpe, como dice el gran Jaime Ugarte en las veladas pugilísticas de Marca TV, impacta en mi cerebro como mañana de primavera. De hecho, ya estoy viendo que hay un tipo sentado en una silla, al lado de un teléfono, al final de un pasillo interminable. Hay ventanas a los dos lados, a izquierda y a derecha, y aunque son las 11.30 las luces están inexplicablemente encendidas, con el gasto que eso debe suponer. Mis pasos resuenan por el corredor de mármol como resuenan los pasos del infortunado matarife en esa escena de El Verdugo, en aquel patio enorme, frío, sobrecogedor... Me voy acercando a él y el tipo no se mueve. Sigo andando, me voy acercando, y veo que sí que mueve algo. Mueve la mano. Está moviendo la mano derecha –ahora lo veo- porque el muy cabrón está completando un crucigrama… ¡Que ladino!… La familia y uno más… Y Chencho perdido, solo, vagando por esas oscuras calles de Dios.
El discurso de Rosell es simple y es eficaz, no me cabe duda de eso, pero es falso, porque los bomberos, los maestros, las enfermeras que te cuidan cuando estás jodido, los policías, los maderos, los que te atienden a ti y a otros seis millones como tú en las oficinas de empleo, los de la ventanilla del ayuntamiento -que se comen un montón de marrones de la gente que también se come marrones-, los médicos rurales, los putos bibliotecarios -si es que nos queda alguno-, todos esos también son funcionarios y no se pasan las horas tocándose los huevos, que sepamos.
Así que el discurso es eficaz y falso, habíamos convenido, y además es demoledor desde el punto de vista social. Pero va ganando terreno. La patronal quería una reforma laboral con barra libre en el despido y es lo que tuvo. Quería destrozar el mercado laboral y es lo que consiguió. Ahora quiere más cosas –se lo ha dicho Rosell a un grupo de periodistas-, y es lo que conseguirá: quiere desmantelar los servicios públicos y ponerlos en manos privadas, esto es, en sus manos; quiere que los jóvenes trabajen tres horas para cobrar cuatro duros porque cuatro duros es mejor que nada y quiere también meterle mano al pastel de las pensiones... ¡Ah! Y quiere también que Alcorcón sea Las Vegas. Eso, por cierto, ya lo ha conseguido...
El problema, está claro, no es el amigo Rosell, el encargado de tirar los cohetes en este Callejón del Roto, digo del gato, el problema es que detrás suya están los de siempre. Como diría Marcelino -y mira que llevaba razón-, los intereses especulativos de la gran banca, las oligarquías y las multinacionales. Y a todo esto, según la Asociación de Técnicos del Ministerio de Hacienda (GESTHA), los que proponen estas cosas, los que le dicen a Rosell lo que tiene que pedirle al Gobierno, son los que cometen más del 70% del fraude fiscal en este país. El mundo al revés. Seguro que cuando estemos boca abajo se nos caen primero las monedas a los pringaos. “Claro”, me dijo mi primo Antonio, que es muy ocurrente y muy majo, “es que ellos siempre llevan billetes, capullo”.
Muy, pero que muy buen artículo. A ese joeputa que no le recojan más la basura hasta que aparezca su asquerosa lengua y su sucia cabeza en la bolsa de los desperdicios.
El Lobby, ¡Que gran turrón!
El jefe de los empresarios, no se fía de la cifra de parados de la encuesta de población activa, porque conoce la cantidad de parados que están en la economía sumergida, que cobran una miseria y engordan las cuentas corrientes de los empresarios que los explotan. Cuantos más parados y más drama social, más candidatos para la explotación, por eso no les vendría mal 300.000 funcionarios que engrosaran el ejército de parados. Resumiendo, para este tipo de mercaderes, contra peor mejor menuda casta.