De la Citi llega una de esas raras noticias que hacen concebir esperanzas de superar esta crisis iniciada hace seis años: Euromoney ha entregado sus mejores premios globales 2013 a António Horta-Osório y a Lloyds Banking Group. Son el Mourinho de las finanzas y el grupo bancario que, como consejero delegado, ha puesto en solo dos años en línea de reprivatización, tras revalorizar sus acciones un 147% los últimos 18 meses y empezar así a devolver los 65.000 millones de libras de ayudas públicas recibidas en forma de capital junto al Royal Bank of Scotland.
El reconocimiento de Euromoney a la excelencia de este joven banquero portugués va más allá de lo que se dijo anoche en el acto sobre decisiones difíciles tomadas en momentos críticos. El premio a Horta-Osório, extendido en otras modalidades por segundo año a Caixabank como mejor entidad española (aunque Lloyds prefirió recientemente cambiar cromos y entrar en el capital del Sabadell), es una declaración implícita de la Citi sobre el valor del capital humano, de la reputación corporativa y de la regeneración del sistema. ¿Vanas palabras? No: ideas que, si se convirtieran en guías de actuación, podrían arrastrar a tres logros hoy increíbles: sacar de esta reconversión una nueva banca al servicio de sus funciones, una nueva economía estructuralmente más sana, y un nuevo capitalismo alentado más por la meritocracia que por la rapiña.
Esos son al menos tres de los valores-fuerza ya encarnados por Horta-Osório, de la quinta de 1964, tras enseñar finanzas en varias universidades y escuelas de negocio, trabajar en Citibank y Goldman Sachs y rendir cuentas durante más de una década a Emilio Botín en el Santander, cuyo grupo todavía le pagó el 2012 unos 4 millones de euros, casi tanto como a Ana Patricia Botín, para escándalo de parte del Parlamento británico. De todas formas, LLoyds le ofreció en un paquete plurianual más de 12 millones de libras incluidos incentivos, si bien el banquero luego renunció a parte de estos últimos, pues la meritocracia requiere también sus peajes y es bueno pagarlos para asentarla como alternativa de gobierno del nuevo capitalismo en libertad y democracia.
El primero de los valores de este joven tan bien preparado y experimentado es que ha empeñado su propio capital humano hasta la extenuación, probada cuando ya en Lloyds sufrió una crisis física a finales del 2011 que le impedía dormir más de dos o tres horas al día, de la que salió con ayuda médica y apostando por confiar en los equipos descentralizados y en la juventud, poniendo en práctica su declaración de que la banca necesita cambiar para atraer a unos jóvenes que huyen de ella y de su mala reputación. Buena prueba fue la encuesta encargada y difundida por el propio Lloyds sobre que al 25% de los jóvenes les avergonzaría decir a sus padres que han conseguido un empleo en la banca, mientras que otro 41% desconfía de los bancos y de los proveedores de servicios financieros. Lo dijo claramente el ahora galardonado en Oxford: "Tenemos que tomar medidas como sector para reconstruir nuestra reputación a través de cómo nos comportamos y lo que hacemos (...) La próxima generación debe ver a la banca como una industria que contribuye a crear riqueza económica y juega su papel como miembro útil de nuestras comunidades locales."
El segundo valor-fuerza al que me refería lo ha sido asumido también en los últimos meses un Lloyds Banking Group empeñado en recuperar esa reputación a través de lo que se llama responsabilidad social corporativa, eso que la UE predica --sin el ejemplo y en el desierto-- como pieza de los objetivos de las políticas de desarrollo sostenible. Según me cuenta mi hija Irene, antes de anunciar la inminente jubilación como presidente de Sir Win Bischoff, quien encargó a Horta-Osório un plan estratégico a cinco años casi cumplido en los dos primeros, Lloyds ha dado hipotecas a uno de cada cuatro nuevos compradores británicos, ha relanzado Halifax como marca líder del Reino Unido y aumentó un 4% sus préstamos a las PYME, mientras el conjunto del mercado se ha contraído otro 4%, casi tanto como en España.
Tenemos así uno de los estandartes de la Citi que reivindica la función básica bancaria de intermediar entre el ahorro y la inversión, aunque todavía los reguladores le presionan para que refuerce su capital para cumplir con las nuevas normas internacionales de Basilea III. El retomar esa función primaria es un inicio necesario para luego recuperar las otras funciones delegadas de control de la eficiencia técnica y asignativa de los recursos y terminar de devolver las ayudas de alguna forma procedentes de los contribuyentes. En fin, otro ejemplo para la banca mundial, que sigue teniendo su capital en Londres y que así contribuiría tanto a su cambio estructural como al del conjunto de la economía.
Si para ello tiene que reducir activos no estratégicos con el fin de lograr una base de capital acreditada, como ya ha hecho Lloyds Banking Group con Horta-Osório y como han empezado a hacer en España cajas y bancos, tanto mejor. Pero lo importante --hasta el punto de que de ello depende su reputación o responsabilidad social corporativa-- es centrarse en el cliente de activo y de pasivo con satisfacción de ambos y logrando restaurar la rentabilidad, tarea que pocos como ese banco británico han realizado mientras restauraba tasas de rendimiento de los activos superior al coste del pasivo. Este desequilibrio, tan clave como la balanza de pagos para España, es el mayor por el que ha pasado durante esta crisis la banca. Ahora la misma pelota está en el terreno de empresas de países como España, hasta un punto inusitado desde hace décadas, a juzgar por la central de balances del primer trimestre del 2013.
La reciente declaración del Ministro de Hacienda británico sobre la preparación de Lloyds para volver al sector privado es un reflejo de cómo se ha revitalizado esa entidad bajo el liderazgo de ese paladín de la meritocracia que nació en Portugal y trabajó con el Santander para España en Portugal, Brasil y Reino Unido. Claro que en UK, como en los USA, tienen un banco central y una política monetaria al servicio de la economía y el empleo, gran diferencia con una España cuya política monetaria depende de Alemania y para cuya banca las organizaciones internacionales piden mayor capitalización que en otros lares y dicen que las devoluciones de dinero por sentencias contra los abusos de las cláusulas suelo y las preferentes amenazarían una estabilidad de un sector que ha pasado toda prueba menos la de cumplir sus funciones.
Sin embargo, el premio de Euromoney a António Horta-Osório nos revela que algo está cambiando en el segundo corazón de las finanzas mundiales tras Nueva York. Ya sospeché algo de eso el pasado otoño cuando, al participar en el Consejo Económico y Social Europeo como experto para el ponente del dictamen sobre el proyecto de unión bancaria europea, Carlos Trías, vimos a un Peter Morgan, ex presidente de los banqueros de la Citi, muy involucrado en defender los intereses británicos incluso con aliados de los sindicatos suecos, tras preocuparse de que el crecimiento de la banca en la sombra (la que compite con la tradicional y busca de nuevo escapar de las regulaciones con nuevas formas de innovación financiera) sea en los últimos años mayor en la Unión Europea que en los EEUU y pueda estar engendrando otra crisis antes de que todos terminemos de superar la que se inició justo ahora hace seis años.