El PP baja del monte

He seguido las explicaciones que del encuentro de esta mañana en Moncloa entre Zapatero y Rajoy han dado éste último y la vicepresidenta del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega. La primera conclusión es que el PP está bajando del monte y que sus opiniones sobre lo que Zapatero tendría que hacer en el proceso de paz destilan bastante sensatez.

Rajoy ha podado de su discurso las ramas más hirientes e injustificables que con tanto mimo había abonado el incombustible Ángel Acebes. Ha demostrado que se puede mantener una opinión coherente sin tener que acusar al Gobierno de arrodillarse ante ETA, de haber pactado con los terroristas la entrega de Navarra y la autodeterminación de Euskadi o de otras bobadas semejantes, que siempre incluían algunos de estos tres términos que riman en consonante: rendición, traición y claudicación. Y, sobre todo, se puede ser coherente sin tener que utilizar de manera miserable a las víctimas del terrorismo.

Según ha explicado, ha trasladado a Zapatero lo que él no haría si fuera presidente del Gobierno: no dejaría que Batasuna concurriera a las elecciones si antes ETA no renuncia a la violencia, descartaría la creación de una mesa de partidos en la que estuviera representada una formación ilegal y pospondría cualquier contacto con ETA hasta que se cumpliera la resolución del Parlamento –a la que en su momento se opuso- hasta no acreditar su clara voluntad de poner fin a la violencia, algo incompatible con las quemas de autobuses y cajeros en el País Vasco. Asegura Rajoy que quiere el consenso pero que no tiene claro que su posición coincida con la de Zapatero, algo que parece obvio.

El Gobierno mantiene algunas actitudes un tanto extrañas. La principal es negar la evidencia de que los socialistas vascos llevan meses reuniéndose con la ilegal Batasuna para preparar la futura mesa de partidos, tal y como ha hecho hoy la vicepresidenta. La segunda es obrar como quien estuviera urgido por las prisas fuera el propio Gobierno y no Batasuna, que es quien debe decidir si comulga o no con la democracia antes de pensar en concurrir a las elecciones. La tercera es atribuible a Zapatero y a su manera unipersonal de conducir el proceso, lo que deja en la inopia a su propio círculo de confianza, incluido el propio ministro del Interior.

Es muy difícil un final feliz sin el consenso de PSOE y PP. Lo sabe hasta Batasuna.