Un tripartito irrompible, o casi

Sobre el candidato de CiU a la alcaldía de Barcelona existe una amplia coincidencia acerca de su bonhomía, incluso entre sus adversarios políticos. Con usos y modos de rico antiguo, Xavier Trías i Vidal de Llobatera, tiene un punto de aristócrata y casa en la parte alta de la ciudad, algo que nunca le ha impedido ejercer de socialdemócrata convencido. Este pediatra, todavía capaz de diagnosticar la varicela a un niño al que su madre le puso a tiro el pasado jueves en pleno barrio de Gracia, es un hombre contradictorio. Católico practicante, promovió sin desmayo el uso del preservativo en su etapa de consejero de Sanidad para desesperación de la Curia catalana. Carente del instinto asesino del político clásico, Trías se lleva bien con Rajoy, hace algunos ascos a Artur Mas y, en busca de un imposible metafísico, le baila ahora el agua a los chicos de Esquerra, los últimos a los que elegiría para irse a una isla desierta.

De lo que no hay duda es de que la mala suerte le persigue. Descabalgado por los equilibrios de poder que vivió Convergencia en la sucesión de Pujol, fue empujado a la política municipal después de soportar en Madrid como portavoz parlamentario los cuatro años de mayoría absoluta del PP. Sólo alguien con tan mala suerte puede llevar como propuesta estrella de su programa ganar terreno al mar para construir 10.000 viviendas para jóvenes en una parte del puerto conocida como Nou Barri del Morrot, un trabalenguas para quien, como él, las pasa canutas para pronunciar la erre.

Trías está convencido de que acabará con el tripartito “si saco un concejal más que los socialistas” y aventura la posibilidad de que nadie sea capaz de sumar 21 ediles, lo que daría la alcaldía a la lista más votada. “No estoy de acuerdo en que a Esquerra le interese pactar siempre con el PSC”, dice a este diario. “Además, pueden abrirse otros caminos, y que sean los socialistas los interesados en llegar a un acuerdo con nosotros”.

El idilio con Esquerra es pura ficción cinematográfica, y así lo reconoce a 20 Minutos su candidato a la alcaldía, Jordi Portabella, a quien los carteles electorales de los republicanos presentan en plan galán de película con la melena al viento y la mirada perdida. “El tripartito no es irrompible pero goza de buena salud”, afirma tras presentar su propuesta de servicio civil para la paz, una buena idea para pagar un sueldo a 100 voluntarios de ONG y poco más. Portabella es también de los que se llevan bien con Trías, “porque es muy amable y yo también lo soy”, aunque opina que los guiños que le hace CiU son tácticos “para hacer ver que tiene alguna posibilidad”. Portabella, que no es un chico fácil, se deja querer.

Más duro es Jordi Hereu, el alcalde que sustituyó a Joan Clos cuando éste empezó a ser tan popular en el Ayuntamiento como lo es ahora en Industria, la mejor jugada en la historia del PSC después de la ascensión de Maragall a los altares del ostracismo. Para Hereu, que como era previsible ha logrado que los socialistas remonten en las encuestas, “lo de Trías con Esquerra es pura comedia, porque su única posibilidad de pacto es con el PP y, de momento, se agarra a lo que puede”.

Los mítines de Hereu son un pestiño, pero en el trato en corto, cuando se le ve el colmillo retorcido, gana muchísimo y resulta hasta gracioso. Y hay cosas en las que lleva razón: su alternativa se presenta como símbolo del cambio llevando de telonera a sus actos a Marta Ferrusola, la sempiterna señora de Pujol. “¿Esto es el cambio?”, se pregunta. El propio Trías lo reconocía así: “Todos me quieren ayudar; a veces, demasiado”.