El noveno encuentro en cuatro años que el presidente del Gobierno y el lehendakari vasco han protagonizado hoy en La Moncloa ha tenido el desenlace previsto. Ibarretxe había venido a pedir la luna, esto es, el apoyo de Madrid a su plan soberanista, y Zapatero volvió a decirle que nones, una respuesta que el dirigente nacionalista sigue sin asimilar: “No aceptamos el no por el no”, afirmó un “tenaz” Ibarretxe, entre otras expresiones del estilo “no doy por cerrado el pacto”, “sigo creyendo que aún estamos a tiempo” o “no pierdo la esperanza”.
Ibarretxe se presentó en Madrid con un ‘documento-trampa’, que diría Mayor Oreja, ya que recogía hasta las comas del denominado ‘pacto de Loyola’, un texto que en octubre de 2006, en plena negociación con ETA, los socialistas vascos y el PNV suscribieron con Batasuna. En el citado documento se reconocía la identidad nacional de Euskadi, la creación de un órgano institucional común entre el País Vasco y Navarra y la celebración de un referéndum sobre los acuerdos a los que llegaran los partidos vascos. Argumentaba de nuevo el lehendakari que lo que entonces era constitucional y contaba con el respaldo de Zapatero, no podía ser rechazado si lo proponía él. “No sé muy bien con qué ha venido”, ironizó el presidente.
Además de este reproche, Ibarretxe desgranó varios más. Según explicó, Zapatero era el único presidente que no había realizado ni una sola de las transferencias pendientes, que los nacionalistas cifran en 37 y que avalan su denuncia acerca del incumplimiento del Estatuto de Guernica. Añadió que vio al inquilino de la Moncloa “a la defensiva”, pensando sólo en las elecciones “en vez de en las soluciones”.
Sobre lo que ocurrirá a partir de ahora guardó silencio por eso de “subir las escaleras de una en una”, aunque si cumple su programa los pasos están claros: en el último pleno de junio del Parlamento vasco, debería de aprobarse la convocatoria de una consulta en la que, a su vez, se autorizaría a los partidos a iniciar una negociación política para, finalmente, someter el acuerdo resultante –la autodeterminación o similar- a referéndum en 2010. Las elecciones, salvo cambio de criterio, se adelantarían a octubre de este año, aunque podría apurarse la legislatura para distanciarlas de las generales, donde los socialistas obtuvieron un resultado excelente.
Zapatero, claro, ha dicho que verdes las han segado y que nadie ha de tener dudas de que “no se producirá ningún acto sobre consultas y referéndums que no respete las reglas”. La posición del Ejecutivo es meridiana: si el Gobierno vasco quiere modificar el Estatuto que respete los procedimientos y se olvide de “viajes a ninguna parte” y “aventuras”. Si es cierto lo que ha afirmado, es la primera vez en cuatro años que el lehendakari saca a relucir el asunto de las transferencias, sobre las que está dispuesto a hablar.
Como un padre aconseja al hijo descarriado, Zapatero ha pedido a Ibarretxe que insista en donde sabe que hay campo para el acuerdo, tal que la alta velocidad ferroviaria, el centro tecnológico europeo que se negocia para el País Vasco y las políticas sociales. Ibarretxe ha mantenido que Euskadi “no es una parte subordinada de España”; Zapatero ha respondido que es “una parte de España –como no puede ser de otra forma- que goza de un amplio autogobierno”. Así las cosas, la comunidad es la tercera región de Europa en renta per cápita y la primera de España. Está visto que el dinero no da la felicidad.
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