Decía en el post anterior que desde que soy corresponsal en Nueva York sólo he sufrido dos intentos de manipulación o represalia informativa. Una es la que ya he contado, relacionada con la exposición “Vidas minadas” de Gervasio Sánchez en la ONU. Otra tenía que ver con el primer banco de Wall Street, Goldman Sachs.
Cuando en otoño de 2008 el Tesoro de Estados Unidos tomó la decisión de salvar con dinero público la aseguradora AIG [http://www.aigcorporate.com/index.html] muchos quedaron atónitos. El gobierno se echó sorpresivamente atrás de su primera decisión de dejar caer AIG como había dejado caer Lehman Brothers. La gigantesca aseguradora tenía ya un pie en la tumba cuando el gobierno se lo volvió a pensar y acudió al rescate.
Poco después la web de The New York Times publicó en portada una interesante información: que se decidió evitar como fuera la caída de AIG después de constatar que esta tenía contratados con Goldman Sachs credit default swaps por valor de decenas de billones de dólares. Los credit default swaps son sucios derivativos financieros que lo aseguran casi todo, incluida la mayor barbaridad, y que la revista Time ya advertía en marzo de 2008 [http://www.time.com/time/business/article/0,8599,1723152,00.html] que probablemente serían el detonante de la próxima crisis. Si Goldman tenía tantísimos seguros de estos contratados con AIG en plena crisis esto podía fácilmente significar que si caía una empresa, caía la otra. O casi.
Según el Center for Responsive Politics, entidad independiente que investiga y vigila los dineros que van y vienen de la política norteamericana, Goldman Sachs fue de los primeros donantes de la campaña electoral de Barack Obama. Y de Hillary Clinton. Y de John McCain.
Entre los exejecutivos de Goldman se cuentan el entonces secretario del Tesoro, Henry Paulson, importantes asesores de la Casa Blanca, gobernadores, etc. El lema de la empresa es que todos sus directivos tienen que haberse hecho faraónicamente ricos antes de cumplir 40 años para poder iniciar entonces una fructífera carrera social y/o política. Así se extiende su poder como el de una telaraña de oro.
Esta información del Times sobre apareció un sábado por la noche en la portada de la web y al día siguiente había desaparecido casi sin dejar rastro. Pero yo ya la había visto y me hice eco de ella. Al poco tiempo recibí una llamada de una portavoz de Goldman desmintiendo los hechos y asegurando que el Times ya los había desmentido.
Esto no era cierto. El Times matizó algún punto menor de su información –quién había asistido a determinada reunión-, pero no los hechos básicos.
Poco después estos mismos hechos básicos fueron denunciados en columnas de Eliot Spitzer, exgobernador de Nueva York, defenestrado ignominiosamente cuando le pillaron yendo de putas. Putero o no, Spitzer tiene tras de sí un impresionante historial como látigo de Wall Street cuando era fiscal general de Nueva York. En varias apariciones públicas ha cargado contra el rescate de AIG y ha acusado al actual secretario del Tesoro, Timothy Geithner, de plegarse a oscuros intereses para rescatar la aseguradora.
Recientemente el Times daba una nueva vuelta de tuerca al tema: ahora se sospecha que fue Goldman quien provocó la casi ruina de AIG, precisamente pidiendo que se le pagaran muchos de los millones en que tenía aseguradas delirantes operaciones de especulación.
La secuencia entonces sería: Goldman se lanza al pelotazo de las hipotecas locas, asegura sus aventuras con AIG que no se corta de asegurar lo inasegurable, cuando las cosas empiezan a ponerse feas a principios de 2008 Goldman tira del dinero que dice se le debe, forcejean con AIG pero al fin estos tienen que apoquinar bastantes millones, quedan en pelota financiera picada, al final tiene que intervenir el gobierno...y Goldman, que también cobra del Tío Sam, sale de la crisis rezumando oro. Siendo el primer banco del país y con una cuenta de espectaculares beneficios este año.
No es extraño que estos llamaran para presionar para que no se hablara de ellos. Seguramente Obama tiene cosas más importantes que hacer –o que a él se lo parecen- que controlar qué escribo yo de sus andanzas. Pero al fin y al cabo Obama sólo es el presidente de los Estados Unidos.
Los que mandan de verdad son otros. Y estos -si pueden y tú te dejas-, no perdonan ni una.
Por eso es tan importante no tirar la toalla. Al fin y al cabo hoy en día el problema no es la carencia de información sino su exceso. La verdad está escondida bajo una narcótica avalancha de datos.
Hay que tener una paciencia infinita para dudar de todo. Para conectar los puntos y poder escribir esto. Y para leerlo.
Sinceramente estoy aquí porque creo que tú existes y me lees. Sinceramente cuento contigo.