¿Y si soy excatalana y no me he enterado? (I)

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De vez en cuando se tiran por aquí, por Nueva York, innumerables políticos ibéricos. Catalanes. Españoles. De Huelva. Vienen a conocer (pocos) y a que les conozcan (los más) con grandes variaciones de tacto y de suerte. Se ve y se escucha casi de todo.

A algunos les basta muy poquito rato para embriagarse de nuevayorkina, esa sustancia de dulcísima y fulminante intoxicación que te hace ver el mundo al revés. Como si todas las ciudades fueran esta y la gente fuese de goma en todas partes. Apta para reinventarse sin fin.

Parece ser que fue aquí donde un optimista munícipe barcelonés –que me registren si recuerdo cual- invitó a la escritora Elvira Lindo a leer el pregón de la fiesta mayor de Barcelona. Elvira Lindo desde luego no es de l’Eixample. En cambio hacía muy poco que se había “retratado” en la prensa en defensa –o tal vez habría decir, en puesta en su contexto- del lío que se montó con Pepe Rubianes y esa idiotez que dijo en un programa de la televisión catalana de que algunos “ya se podían meter a España por el culo”, a ver si “de una puta vez” les explotaba.

En mi opinión Rubianes no estuvo lo que se dice sembrado haciendo este comentario. Es lo que tiene moverse siempre en clave de payasada y al filo de la parodia: que te pueden acabar confundiendo con aquello que estás parodiando. Como si a Tarantino le confundieran con Hitler. Recuerdo la última vez que le vi –a Rubianes, no a Tarantino-, cuando el carbón perpetuamente encendido de su sonrisa me pareció extrañamente apagado. ¿Estaría ya enfermo? Yo recuerdo que pensé: quién le iba a decir a este gallego universal, currante y progre él, que media España le iba a poner la cruz considerándole un independentista catalán peligroso.

Y quién le iba a decir a Elvira Lindo que después de tratar de poner orden en este caos los apparatchik de la ortodoxia catalana tratarían de apedrearla (simbólicamente, gracias a Dios) por pregonar en castellano en Barcelona.

Ver para creer. En fin.

Ser catalán no es fácil. Ser catalán inteligente todavía lo es menos. Cansa. Agota. Desespera. Te sientes accionista único de una ironía sin ni un solo cómplice.

Por ejemplo en Nueva York te encuentras gentes e intelectuales guays que simpatizan contigo porque les recuerdas a Paul Revere y a su Declaración de Independencia y a los poetas nacionales que leyeron de pequeñitos, pero en versión pintoresca e inofensiva.

También hay quien ve Barcelona –con la reciente e inestimable colaboración de Woody Allen- como una simpática patada moderna en el culo de la España negra inmortalizada por Hemingway primero y por Pedro Almodóvar después. Una tierra a donde sólo vas a hacerte brigadista internacional o a ponerte hasta arriba de emociones fuertes.

Entonces los catalanes se hacen ilusiones y abren una embajada en el Rockefeller Center y viene a inaugurarla Josep-Lluís Carod-Rovira, que por razones políticas no habla español en público, y en inglés tampoco porque no sabe. Con lo cual nos costó un rato salir del lío cuando trató de dar una rueda de prensa.

Dos días antes había pronunciado en la Universidad de Nueva York una conferencia afirmando que Cataluña fue el origen del parlamentarismo europeo, la primera potencia pacifista de la Edad Media y el embrión fundacional de las Naciones Unidas. Cuando le dieron algo de cera en un artículo de La Vanguardia, Carod montó en cólera y en su siguiente intervención pública hizo proyectar el –para los catalanes- famoso vídeo de Pau Casals en la ONU. Para demostrar que él no se inventaba nada y que lo había sacado todo de ahí.

A los catalanes nos lo enseñan con orgullo desde la infancia: Pau Casals, uno de los exiliados más ilustres del franquismo y uno de los músicos más distinguidos del mundo, condecorado por el presidente Kennedy por su insobornable compromiso con la dignidad de la Humanidad –dejó de tocar en Rusia cuando llegó la dictadura soviética, y en Alemania cuando llegaron los nazis-, fue el 24 de octubre de 1971 a las Naciones Unidas, de cuyo himno era autor, a recibir un homenaje. Y allí se proclamó catalán e hizo una defensa de la nación catalana que durante años ha hecho saltar las lágrimas a muchos.

Hasta que se inventó Youtube, claro. Y allí se puede ver el vídeo de este famoso discurso.

Y se aprecian detalles como que Pau Casals, entonces con 94 años de edad, resulta mucho más conmovedor que impresionante. La audiencia de la ONU le observa con más cariño que interés por lo que dice. Como quien escucha al abuelo Cebolleta. Alguien que habla de batallitas extinguidas que ya no vienen a cuento.

Pau Casals era un gran hombre bueno pero no exactamente un hombre de Estado. Ni tenía por qué, of course. Su mundo es el del arte y el sentimiento.

Luego viene la realidad de los pueblos, que para construirse y sobre todo para tenerse en pie requiere mucha más picardía. Hilar mucho más fino.

La semana pasada el que vino a Nueva York fue Jordi Pujol. Por lo menos esta vez no hicimos el ridículo. Dio una conferencia en inglés. Macarrónico, como él mismo dice, pero fluido. Citó de memoria a varios historiadores europeos y norteamericanos. Planteó un debate realista y de nivel.

Siempre me ha fascinado que un hombre como Pujol se atreviera a dedicarse a la política en los años 70 en España. Para mí es un misterio tan grande como que Danny De Vito se dedicara al cine. Siendo bajito, católico e indiscutiblemente carca, ¿cómo esperas que te voten durante más de dos décadas?

Durante la conferencia se me acerca un joven catalán de veintipocos, guapo y molón que te cagas (perdón, sólo trato de ser precisa) y me musita al oído: “Pujol es el puto amo”. Por supuesto será un joven de su cuerda, un joven de CiU. Pero es también un joven catalanista que de este señor de 80 años para abajo no ve nada que le impresione. Pero nada.

Cuando acaba de perorar en inglés sobre la relación de Estados Unidos con la UE, Pujol se pasa al catalán en pleno Washington Square, buscando con los ojos a los suyos. A las ovejas catalanas descarriadas que con los años nos hemos largado y nos hemos dispersado por el mundo.

Que obviamente nos dispersamos por algo. No sé si me explico. Yo sin ir más lejos me harté. ¿De qué? Pues del síndrome Pepe Rubianes, Elvira Lindo o como lo quieran ustedes llamar. De que en Barcelona hubiera quien me linchaba por ser “demasiado española”, como aquel editor que se sorprendió cuando me negué a escribirle un libro contra la candidatura de Madrid 2012; cuando le dije que yo estaba a favor de tal candidatura, quedó indignado. Pero también de que en Madrid hubiera quien me miraba de través porque, siendo “catalana”, pues a saber qué estaré tramando. Etc.

Y va Pujol en Nueva York y nos dice, a los catalanes de Nueva York y del mundo: “ya sé que muchos nunca volvereis, pero dejadme deciros que Cataluña os necesita; porque el mayor peligro al que nos enfrentamos ahora mismo es a encerrarnos demasiado en nosotros mismos y a que eso nos destruya como país”.

Yo contengo la respiración y me quedo atónita. ¿Seguro que he oído bien? Jamás pensé que escucharía a Pujol decir algo así.

(Continuará)

11 Comments
  1. Uno que también se fue says

    Pues sí, probablemente tiene razón: quizá nunca volveremos. Uno se cansa de tener que pedir perdón continuamente, sólo por no apuntarse al cargante lloriqueo identitario que lo invade todo.

  2. Uno que se queda says

    Pues yo me quedo. Y ahora que empieza hablarse de independencia en serio, en círculos empresariales, culturales, económicos, políticos y diversos, de todas edades y clases, me quedo, ¡hombre (o mujer…) si me quedo! Después de las mentiras e insultos que tenemos que soportar, admitiendo que los políticos que tenemos no son ninguna maravilla (y viendo que los de los vecions españoles tampoco son precisamente brillantes), ahora parece que llega el momento de que el «people» -entiéndase la palabreja en anglosajón- puede mandar a la porra a los insultadores chulescos y difamadores, me quedo, sí, me quedo. Y no creo que haga falta que quien no quiere quedarse se quede ni que se marche quien no quiera marcharse. Aquí mucho quejarse, y resulta que lo que más duele en España es que nosotros estamos usando votos en vez de bombas. Pero el diálogo no es una virtud de España: a la historia me remito. En fin: salud! Y Visca Catalunya lliure! A ningún demócrata puede ofenderle que seamos libres, ¿no?

  3. Defunkid says

    Parece mentirá que a estas alturas aún hay gente que no interprete esa famosa frase de Pepe en el sentido que él le dio.
    La ‘españa’ a la que el se refiere está mal enterrada por que no solo ganaron la guerra sino que acabada la dictadura nunca hubo cojones para ponerla en su sitio y darle sepultura. Así nos va, cada día el fascio se nos sube más a las barbas llegando a límites (como lo que le está pasando a Garzón) delirantes.

    Creo que inteligencia más que de ‘catalana’ la tildaría de ‘rara’ (tercera acepción).

    Pepe, estoy contigo que se la metan en el culo.

  4. garatusa says

    Bien escrito pero no compartido el contenido. Jordi es un señor en toda regla, Carod, otro tanto de lo mismo, y el galeguiño catalanizado es un poco menos pero también muy majo. El mérito es de los que se quedan, luchan, trabajan, se implican y dejan su vida en casa. A los que huyen por las dificultades que se les presentan en el dia a dia y no intentan superarlas… ¡¡puente de plata!!
    No soy cat. pero les admiro y respeto. Hasta les comprendo en sus reivindicaciones. ¡¡Que visça!!

  5. Perplejo says

    Buenísimo… Que Pujol se haya tenido que esperar tanto e irse tan lejos para decir lo de «encerrarnos en nosotros mismos».
    Saludos

  6. jolines ¿no? says

    Genial, Anna. Muy pero que muy claro y genial. Espero la segunda parte y la tercera y las que sean con ganas.

  7. Rodrigo says

    Cuando luchabamos contra la dictadura veíamos a cataluña como la ventana por la que entraban los aires de Europa.
    Luego conocimos catalanes de Madrid como Luis Carandell, nada sospechoso de renunciar a sus señas de identidad catalana para sentirse bien en Madrid.
    Ahora un político de nivel como Jordi Pujol osa decir que hay que abrir las ventanas para ventilar la casa y no cocerse en su propio caldo.
    Muchos sentiamos que los catalanes hacían más bajos los pirineos para que entraran los vientos europeos. Ahora algunos parecen empeñados en construir otros pirineos que los alejen de España.
    Esperemos que el nacionalismo de vuelo rasante y frente estrecha no les entretenga demasiado tiempo.

  8. Uno que se queda says

    ¿Nacionalismeo de vuelo rasante? ¿Cuál? Podría tratarse del nacionalismo español, tan obvio, tan superior, tan 300 millones, tan campechano, tan «eres simpa´tico: no pareces catalán, ja,ja». Pero no, claro, la nació España es superior a la nación Cataluña desde que en el XVIII el primer Borbón escribió aquello de «Habiendo pacificado por la fuerza de las armas este Principado…». Y después lo unificó y lo pacificó todo. Pero no, claro, aquello era nacionalismo de altos vuelos. Bueno: pues no.

  9. roses says

    Anna, no sabes cómo te entiendo!Como catalana que he vivido en Madrid lo único que me gustaría ES PODER LARGARME!

  10. Rodrigo says

    Pues, para información de uno que se queda. tuve muchos años un socio catalán, viví en Barcelona un año interesado en las enseñanzas de Manuel Sacristán, mantengo muchos amigos catalanes sin prejuicios sobre el «chulito madrileño» y mi hija me dijo el otro día que una ciudad donde le gustaría vivir es Barcelona. En fín que la caspa carpetobetónica no me impide apreciar las excelencias que hay en mi entorno inmediato y menos inmediato. Los que fuimos encorsetados por el fascismo centralista y casposo envidiabamos a los catalanes «independientes» de la caspa.
    No veo muy productivo el victimismo removiendo el pasado y la ristra de agravios y sólo he pretendido comentar lo que dijo Jordi Puyol a la sombra de la gran manzana: “ya sé que muchos nunca volvereis, pero dejadme deciros que Cataluña os necesita; porque el mayor peligro al que nos enfrentamos ahora mismo es a encerrarnos demasiado en nosotros mismos y a que eso nos destruya como país”.
    Nada más y quizás, nada menos.

  11. Winona Ellerbeck says

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