Adictos a la política

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La política engancha más que el tabaco y la prueba es que los que están en ella no la quieren dejar y los que la abandonaron se mueren por volver. Nuestros políticos son gente preparadísima que podrían ganar mucho más dinero en otras actividades, pero su adicción por el servicio público no se alivia ni con parches. Fíjense en Francisco Álvarez Cacos. Uno le imaginaba feliz, ayudando a su mujer a vender por los pueblos meninas de tres metros para decorar las rotondas, y resulta que lo que anhela es volver a su Asturias natal, donde, a su entender, han dejado a medias sus grandiosos proyectos. El hombre al que los socialistas tildaron de doberman lleva en su interior el alma de Jovellanos.

De Cascos me habló hace un par de semanas el diputado Isidro Fernández Rozada, asturiano como él y hombre fidelísimo a quien siempre fue su patrón. Al parecer, lo de su candidatura en la autonómicas del Principado estaba hecho, y si no había habido aún una manifestación más explícita por parte del interesado era porque no resulta necesario, dada la popularidad de Don Francisco, y porque le hacía falta algo de tiempo para poner orden en sus actividades profesionales antes de lanzarse de nuevo al ruedo.

Según Fernández Rozada, al ex vicepresidente se le reclama a gritos en Asturias, aunque cuesta trabajo suponer que sea desde Gijón, donde se las tuvo tiesas con la presidenta provincial del PP, Pilar Fernández Pardo, que hizo limpieza en la oficina y tiró a la basura su archivo personal. Cascos estaba jubilado de la política pero no le gusta que le toquen sus cosas, que deben de ser numerosas. De ahí que mantenga también despacho en la calle Génova, al que acude a diario como si siguiera en activo y en el que recibe correo y paquetería diversa.

Muy seguro ha de estar de su próximo destino porque, además del citado Rozada, y de un diputado autonómico llamado Pelayo, que trabaja para él sobre el terreno, ha encargado a una empresa de comunicación que le lleve las relaciones con los medios. Salvo Cospedal, que afirmó que sería el PP de Asturias quien eligiera su candidato, la dirección nacional sigue sin pronunciarse. Cascos se alineó con los críticos a Rajoy antes del Congreso de Valencia, y hasta llegó a ejercer de asesor de Esperanza Aguirre cuando deshojaba la margarita de disputar o no el liderazgo del partido. El consejo del asturiano fue que no se presentara porque no podría desempeñar adecuadamente el papel de jefa de la oposición sin tener un escaño en el Parlamento. ¿Pecados veniales?  Eso parece.

Sigo hablando con Fernández Rozada.  Insiste en que Cascos es el único que podría llegar a los 23 diputados de la mayoría absoluta porque las otras figuras del partido están más acabadas que Chikilicuatre. Ovidio Sánchez está de retirada después de perder elección tras elección, incluidas las de su comunidad de vecinos. El alcalde de Oviedo, Gabino de Lorenzo, lo intentó en las últimas generales y los socialistas le aventajaron en 40.000 votos. Así que la salvación se llama Cascos. Nadie en el PP de Asturias, cuyas riendas necesariamente habría de tomar en el próximo congreso regional, debía temer una vendetta porque su idea no es ajustar cuentas sino para llevar la prosperidad a aquellas tierras.

Pero, ¿y si no ganase? ¿Alguien podría imaginarse a Cascos de jefe de la oposición local? Lo lógico es pensar que, de consumarse su regreso, habrá pactado también el escenario de una derrota. ¿Cómo? Pues asegurándose encabezar la candidatura a las generales del año siguiente. Es decir, que de no ser presidente del Principado, le tendríamos en Madrid de diputado nacional.

Así que Cascos quiere volver si le dejan y, si le dejasen, Vicente Álvarez Areces, el presidente del Principado, no se separaría del cargo ni con agua caliente. Los socialistas asturianos llegaron a un pacto de caballeros, por el cual se permitió a Areces optar en 2007 a la reelección a cambio de su palabra de que, a mitad de mandato, lanzaría un mensaje inequívoco de que su jubilación era inevitable y de que su sustituto sería el secretario regional, Javier Fernández, amigo personal de Rodríguez Zapatero. ¿Ha escuchado ustedes algo? Pues yo tampoco.

Tenemos, por tanto, a un presidente atornillado al sillón, subido a lomos de una hiperactividad que tiene a muchos con la mosca detrás de la oreja. Hablo con uno de los muñidores del pacto. Me cuenta que no están intranquilos porque Areces se llame a andana. Opina que el silencio del presidente asturiano responde a la petición de Zapatero de que nadie le cierre puertas antes del mes de julio. “Es el presidente del Gobierno y las soluciones a lo mejor las gestiona él. Es decir, que se reserva el poder de disponer de cualquier dirigente para el gabinete, incluidos Areces o Javier Fernández”.  ¿En serio crees que alguno de los dos pueden entrar en el Gobierno?, le pregunto. “La verdad es que no”, responde.

En cualquier caso, tiene la certeza de que Areces cumplirá lo pactado y que se cortará la coleta. Lo contrario sería un crisis interna de campeonato. Cuando lo haga, el PSOE se deshará en elogios y reconocerá públicamente sus muchos méritos. El candidato, por tanto, será Javier Fernández y, sin duda, también el próximo presidente de Asturias, ya que los socialistas están convencidos de dos cosas: de que Cascos se presentará y de que no tiene posibilidad alguna de arrebatarles el Principado. ¿Se dan cuenta de lo adictiva que es la política?

3 Comments
  1. Ian says

    En la cuarta línea una de esas erratas que dicen verdades como puños: Álvarez «Cacos»… Caco, si señor.

  2. apolitico says

    «La política engancha más que el tabaco »

    No hay más que ver los comentarios de los blog sobre política totalmente saturados.

  3. krollian says

    Lo más absurdo de sto es los que despotrican contra cierta clase política privilegiada y después, en las siguientes elecciones les vuelven a votar, porque los otros son peores.

    El día que el PP PSOE dejen de ser un símil del Madrid-Barcelona para unos cuantos España será otro país. Uno un poco más crítico y menos dócil y papanatas…

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