Al enemigo, ni agua

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Pocas veces viene tan al pelo la coyuntura para explicar por sí misma la situación política. Esta semana, el PP ha confirmado que está en la cuenta atrás del período electoral que se abre con las catalanas de noviembre y se extiende hasta las generales de 2012 no sólo negándose a alcanzar ningún pacto con el POSE sino rompiendo algunos que tenía. Y se ha instalado, definitivamente, en la filosofía de aquella máxima guerrera de al enemigo, ni agua. Y menos, la de Castilla-La Mancha.

En realidad, cabe dudar de si esa actitud contraria a los acuerdos con el Gobierno es de ahora o viene de más atrás de esta legislatura, desde la derrota del 14-M que la derecha ya cuestionó incluso con el 11-M. Aunque haya suscrito medidas como la del apoyo financiero a los bancos, si se mira la actividad parlamentaria con detenimiento, la derecha le ha negado al PSOE el pan y la sal.

Desde a segunda victoria de Zapatero, la estrategia del cuanto mejor peor, aprovechando la crisis económica, ha primado en el PP. Sin recato. Pero la táctica ha disfrazado lo del “ni agua” con una aparente disposición al diálogo y el consenso que ocultase el plumero de las insanas intenciones de recuperar el poder a cualquier precio. Una argucia cuyos andamios ha desmontado el propio PP esta semana rompiendo el martes el Estatuto castellano-manchego que había suscrito tiempo atrás, adelantando el viernes que no firmará el Pacto por la Educación y rematando la faena el sábado con el anuncio oficial de que considera roto el acuerdo parlamentario por el que se nombró a Alberto Oliart director general de RTVE porque, como ha declarado su portavoz Carlos Floriano “en estos momentos es un hombre al servicio del mantenimiento en el poder de Zapatero y el PSOE”.

Se trata de decisiones políticas y no de rechazo de contenidos, lo que demuestra el hecho de que, por ejemplo, en el pacto educativo todas las fuerzas políticas restantes, los sindicatos y las organizaciones educativas de todo signo ideológico reconocen haber hecho cesiones para alcanzar un consenso que el Gobierno puso en papel, por fin, el viernes. Un acuerdo que siguen deseando incluso sectores del PP que no entienden el giro y prefieren pensar que no se debe a concesiones a la extrema derecha de la organización. Aunque en realidad es muy sencillo. Si el PP aceptase el pacto por la educación se quedaría sin armas para librar batallas oportunistas como la de la enseñanza del castellano en las autonomías o la de la asignatura de Educación para la Ciudadanía.

En fin, que la cosa está clara. Los tambores son de guerra.

1 Comment
  1. krollian says

    El día en que los dos partidos mayoritarios tengan un mínimo de sentido del Estado, éste será definitivamente otro país…

    Y ciertos partidfos nacionalistas tienen la misma estrategia que el PPSOE.

    Muchas elecciones y poco Gobierno veo.

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