Ni puta, ni santa… sólo amante de Bill Clinton y viuda de Norman Mailer

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Portada del libro de Norris Church

Mientras en España arrecia el debate velo sí, velo no, y sobre qué estamos dispuestos en cada caso para mantener el punto, Random House publica en Estados Unidos un libro interesante: A ticket to the circus, de Norris Church, nombre artístico (nació llamándose Barbara Davis) de la que sería la sexta y postrera esposa del mítico escritor norteamericano Norman Mailer.

Mailer fue un mujeriego irredento, un machista colosal y un arma de destrucción masiva de los sentimientos ajenos. Casi mata a su segunda mujer con un cortaplumas. Tenía 52 años cuando conoció a Norris Church, de 26. Para entonces ella era un bellezón del Sur, divorciada y con un hijo pequeño. Él arrastraba 7 vástagos de 5 variopintos matrimonios, seguía casado con la penúltima mujer y se acostaba regularmente con otra.

La joven Norris se lanzó de cabeza a este circo y hasta se atrevió a procrear un último churumbel con el portento. Del que cuenta maravillas tales como que si osaba molestarle cuando él estaba escribiendo, le chillaba furioso: “¡cuando trabajo, hazte a la idea de que me he largado a Sudamérica!”. O que cuando ella volvió del hospital donde acababan de operarla de cáncer el gran Mailer, acojonado, se mudó de habitación y que te cuide Rita la Cantaora. O que el día que le dio a leer algo que ella había escrito el comentario de él fue: “No está tan mal como esperaba, pero en fin, dista mucho de que se lo puedas enseñar a nadie”. Etc.

Cuando ya tenían un hijo de 14 añazos, Norris Church descubrió que sí, también a ella, Norman Mailer le había puesto los cuernos. Y qué cuernos. A todas horas, en todas partes y con todo tipo de mujeres, incluidas viejas y gordas, algo que como mínimo tenía que sumir en la perplejidad a quien fue modelo y lo suficientemente atractiva para que le tirara los trastos el mismísimo Bill Clinton, siendo ya novio de Hillary Rodham.

También cuenta Norris Church que no se dio cuenta de la peligrosa rival que podía ser aquella abogada empollona y gafapasta de Chicago hasta que la vio junto a Bill en una noche electoral en Arkansas. Entonces percibió el vínculo intelectual que compartían. Mientras que a ella Clinton sólo la llamaba de madrugada para follar. “No hablábamos mucho”, rememora con lúcida tristeza.

Algo parecido le sucedería con Mailer: cuenta que el sexo entre ellos “siempre fue fantástico” y que eso la ayudó a sobrellevar muchas penurias conyugales, incluido el intento (fallido) de divorcio de ella cuando averiguó las múltiples infidelidades de él. En parte se quedó y le perdonó, confiesa, porque se había encariñado mucho con sus siete hijastros y no soportaba la idea de perderlos.

El libro de Norris Church ha sorprendido por lo eficazmente escrito que está –y con Mailer muerto en 2007, no es sospechoso de haber contribuido- y por el ácido sentido del humor que la autora no vacila en apuntar contra sí misma. “¿Estarías con él si no fuera el famoso Norman Mailer?”, cuenta que le espetó brutalmente en una ocasión Ethel Kennedy. A lo que ella contestó: “No. Pero, ¿estaría él conmigo si yo pesara 100 kg?”. En verdad verles juntos era como ver a la bella y la bestia.

Misterios de la condición humana. Y de la femenina más. ¿Hasta dónde puede o debe llegar una mujer por un hombre? ¿Tanto compensa ser la compañera de un genio? ¿Es indigno aguantar cuernos de un obrero de la SEAT, pero si son de Norman Mailer es otra cosa?

Norris Church se comportó con su marido como una buena chica del Sur, cuidando de su prole infinita, de tener sus trajes bien planchados, sus cuentas al día, su coche siempre lleno de gasolina. Un rol bastante más tradicional que el que por ejemplo asumiría Hillary Clinton con su también sureño e incorregible marido. Y curiosamente es a ella a la que critican más por soportar según qué cosas. ¿Será que Bill Clinton no ha alcanzado suficiente estatura genial para que se “entienda” perdonarle unos cuernos? ¿Será que en el fondo todavía nos hacemos todos muchas cosas un lío a la hora de determinar qué roles son normales y lógicos en la mujer, y cuáles no lo son tanto?

No es fácil conciliar el feminismo con el día a día. Aunque sólo sea porque el manual de instrucciones feministas raramente contempla el factor sentimiento. ¿Qué haces si te has enamorado de un señor que no encaja en lo políticamente y conyugalmente correcto? Le pasó a la mismísima Simone de Beauvoir, oyes. Que en El segundo sexo predicaba una cosa y en su relación con Jean-Paul Sartre a menudo practicó otra.

En fin. Que la cosa no siempre está fácil ni es de lejos tan clara como debería. O como parece.

Volviendo al tema del velo: a mí también me da miedo que estas chicas que van veladas se queden sin escolarizar. Y también me pregunto muchas veces si soy realmente capaz de calibrar la importancia de la religión ajena. Con angustia me miro en el espejo y me digo: ¿y no sería más sencillo ceder, tolerar y ya está?

Hasta que una aguda vocecilla interior me recuerda algo tan evidente que muchas veces pasa desapercibido. Y que es: si los padres de Nawja están dispuestos a dejar de escolarizar a su hija antes de quitarle el velo es que están dispuestos a cualquier cosa... Y cualquier cosa es cualquier cosa, atención.

Ojo con pensar que son gente normal. Porque la gente normal, en según qué momentos, se mete según qué prejuicios, expectativas y hasta sagradas convicciones en el bolsillo por el bien de la gente que quiere.

Por amor, sí. Como Norris por Norman. Como Hillary por Bill.

Ojo con estos padres que quieren más al puto trapo que a la niña.

5 Comments
  1. Eulalio says

    Me encantan tus crónicas. La diferencia entre Bill y Norman es que las cornadas de un político son como de manso, inesperadas; las de un escritor, de toro bravo.

  2. oikos says

    Muy bueno tu artículo, Anna, como siempre. Lo mejor, esa voz aguda que nos recuerda que el ‘buenismo’ no siempre beneficia a quien en teoría pretendíamos defender.

  3. Teo says

    Él escribió «el parque de los cuernos». Sabía de lo que hablaba el muy cabrón republica no conservador.

  4. mj says

    La dificultad para «entender» los cuernos de Bill tal vez no está en su estatura genial sino en la de Hillary.
    Me ha encantado el final, no puedo estar más de acuerdo y no se puede expresar mejor.

  5. Hortensia58 says

    Muy bueno el artículo. En lo del velo… bueno, más de uno de esos padres probablemente está encantado con no escolarizar a las hijas y sólo lo hace porque es obligatorio por ley. Si las echamos de los centros, aquéllos que las quieran en casa, sólo tienen que ponerles velo y saben que las tienen en casa. Y la chica además pierde lo único que puede contrarrestar la «educación» cerril de su padre.

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