La geometría variable no cuadricula el círculo

La estrategia parlamentaria de José Luis Rodríguez Zapatero, definida con más imaginación que acierto “de geometría variable”, ha dado definitivamente al traste. Esa filosofía de ir gobernando hoy con unos, mañana con otros y dentro de una semana Dios dirá ha acabado pegándose el batacazo por la razón más simple: porque ese sistema sólo funciona cuando hay mucho que repartir y se descompone si lo que resta sobre la mesa son unjas cuantas migajas. Si, además, sobre el mantel sin platos se prenden cerillas electorales, como pasó en el Congreso el jueves pasado cuando se aprobó el decretazo, pues eso, que el paño se quema y la geometría variable se va a hacer puñetas.
Y eso es lo que ha pasado tras la oposición del PNV a ni siquiera abstenerse en la votación de las medidas de recorte y el anuncio de que no apoyará los Presupuestos para el 2011.

Hacer política es elegir. Y Zapatero aprovechó su pequeña subida electoral para alejarse de los socios de izquierda (IU-ICV, ERC y BNG) que le mantuvieron a flote toda la primera legislatura, los mismos que con sus votos, todavía, le dan la mayoría absoluta (7 que suman a los 169 socialistas). Quedó en manos de los nacionalistas y muy singularmente en las del PNV, un partido que se la tiene jurada desde que Patxi López es lehendakari con el apoyo del PP vasco.

Ahora, la ironía es que la derecha estatal del PP y la derecha nacionalista de CiU y PNV son los que machacan a Zapatero en el Parlamento, colocándose a la izquierda del PSOE en materia de recortes presupuestarios en un desbarajuste político que clama al cielo por la desvergüenza general. Ahora, lo demencial es que Mariano Rajoy se desgañite en la defensa de los mismos funcionarios y pensionistas que vieron su sueldo y sus pensiones congelados cuando él era nada menos que ministro de Administraciones Públicas con José María Aznar. Y ahora, en fin, lo patético es que el hombre de Estado por excelencia de la política española, Josep Antoni Durán i Lleida, pida un adelanto electoral de los comicios generales para que, por si éramos pocos con tantas elecciones autonómicas y municipales por delante, viniese a parir la abuela la convocatoria de unas generales que dejaría al país paralizado más de medio año y hecho unos zorros antes de que nos diéramos cuenta de nada.

Pero lo cierto es que en el horizonte inmediato se atisba el debate de unos Presupuestos para los que Zapatero ya no cuenta con la mayoría absoluta que necesita porque se le ha ido de la mano el PNV, y CiU anda a lo que anda, a ganar sus elecciones. Y de la izquierda, ni hablar tras el decretazo. Algunos diputados socialistas comentaban el pasado jueves, tras ganar por los pelos, que hay lo que hay. Era decir, echarse en manos de CiU “cueste lo que cueste”, en alusión evidente a las elecciones catalanas y la esperanza de que los nacionalistas ganen por mayoría absoluta o, aunque José Montilla lo pague caro, se alcance la socio-convergencia cediendo la presidencia a Artur Mas o a quien los nacionalistas elijan.

Parece difícil, no sólo por los números, sino porque detrás de las autonómicas vienen las municipales y los dirigentes de CiU afirman que apoyar a un Gobierno en caída libre sería suicida. Pero las habas están contadas y no parece ni medio razonable prorrogar para el año que viene unos Presupuestos, los de este año, que ya nacieron muertos por sus cifras alejadas de la realidad.
A Zapatero sólo le queda la chistera. Y el tiempo, que siempre es variable de verdad, nos dirá si los nubarrones amenazan elecciones o sólo son chubascos preelectorales.