“Believe me, It’s Torture” (Creedme, Es Tortura) es el elocuente título de un reportaje recién aparecido en Vanity Fair sobre el waterboarding o técnica de interrogatorio consistente en simular el ahogamiento del interrogado. Pero no es un reportaje de tantos. Harto de pamplinas el autor del reportaje, Christopher Hitchins, se hizo someter él mismo a una sesión de waterboarding por un equipo de expertos veteranos en la materia. De su experiencia queda este vídeo:
En su reportaje Hitchins nos cuenta que cuándo planteó su experimento y dijo su edad (59 años) se le rieron en la cara: “esto no es para gente de tu edad, es para boinas verdes o para gente de Al Qaida tan dura que atraviesa con los dientes el cartílago de una cabra”, vinieron a decirle. Tanto insistió que al final le dijeron que vale pero le exigieron un certificado médico de que no padece asma –reconoce haberle ocultado al médico que es fumador- y además le hicieron firmar un papel donde se comprometía a no reclamar en caso de injury, que en Estados Unidos no es sinónimo de que te insulten sino de quedar muy perjudicado. Por aquello de cubrir todas las posibilidades, el papel no descartaba ni la muerte.
La diferencia con un preso de Guantánamo eran los miramientos. A Hitchins le indicaron una palabra clave para pronunciar cuando no soportase más aquello. También le hicieron sostener con sus dos manos unos objetos que debía soltar si llegaba al límite.
Que llegó casi en seguida. Honra mucho a Hitchins que difunda el vídeo donde no queda precisamente como Indiana Jones sino como una persona normal, sensata y horrorizada por lo que le está ocurriendo. “Es mentira que sea ahogamiento simulado, el ahogamiento es real”, insiste Hitchins. El coitus interruptus final puede evitar que la muerte sea irreversible –si nada falla, claro- pero no la agonía previa. Por lo que cuenta debe ser como morir un poco muchas veces.
Pero una de los misterios más insondables e impresionantes del reportaje es: ¿cómo ha conseguido Hitchins convencer a los expertos en waterboarding de prestarse a ello? ¿Qué se les pudo ocurrir que ganaban con aquello? ¿Esperaban un éxito de relaciones públicas?
El mismo periodista nos aproxima a la chocante realidad de esta gente convencida de que nos salvan la vida a todos cada día, a cambio de una mísera paga y una tremenda ingratitud.
Es una emoción más extendida de lo que parece por toda la comunidad de inteligencia americana. Barack Obama acaba de nombrar un nuevo zar del espionaje, que se llama James Clapper, está en la flor de la vida (69 años) y es un general retirado. Dicen por ahí que ha habido hasta el final serias dudas de si nombrarlo. El presidente de los Estados Unidos prefería un civil. Pero simple y llanamente no ha convencido a ninguno. Obama no encuentra a su Narcís Serra, para entendernos.
Dicen que nadie quiere la patata caliente de ser el director nacional de inteligencia de Estados Unidos porque eso es casi como que te llamen para hacer de Judas en Jesus Christ Superstar. Se quejan de que les echan la culpa de todos los atentados y no les dan “medios reales” para prevenirlos. Medios que para algunos incluyen poder practicar cosas como el waterboarding con tranquilidad y con la cara bien alta.
Cuando expertos de inteligencia de todo el mundo –también en Estados Unidos- advierten de que es todo lo contrario: la tortura sirve para amedrentar y por ejemplo reducir a escombros a los enemigos de un régimen totalitario, pero no es buena para el negocio de obtener información. No ayuda a prevenir atentados. Pues lo que se “canta” bajo tortura puede ser cualquier barbaridad dicha para salir del paso.
Pero algo tendrá el agua cuando la bendicen y cuando el mismísimo George W. Bush, que llevaba tanto tiempo callado, acaba de salir a reivindicar con cierto orgullo estas cosas y a decir que “volvería a hacerlas” tantas veces fuese menester para “salvar vidas americanas”.
¿A qué responde este rearme del ala dura? ¿Sólo a que vienen elecciones, o hay una verdadera revuelta de funcionarios de seguridad y espionaje contra Obama?
Mira que como se pongan en plan controladores aéreos a la española y digan que, o se les dice de todo que sí o van a la huelga…
Gracias a un atento lector me gustaría publicar una rectificación al artículo: aunque Vanity Fair ha vuelto a exhumar recientemente el reportaje de Christopher Hitchens sobre el waterboarding, su experimento -el que se reproduce en el vídeo-data de 2008. Lo cual no le resta ni un ápice de autoridad, por desgracia…
De actualidad, quise decir
Esta es la traducción de waterboarding. Un tormento al parecer inventado por los españoles y utilizado en Filipinas
E: waterboard/waterboarding (torture)
S: Cura de agua/tormento de agua
http://victorabellon.wiki.zoho.com/waterboard.html
Ockham: el tormento fue utilizado en Filipinas, en efecto, pero por los norteamericanos. Está documentado y fotografiado. Ya tenían su Guantánamo en 1901.