“La fecha estaba ya elegida y señalada en el calendario del presidente del gobierno”, asegura un estrecho colaborador que, admite, por otra parte: “sabíamos de la intención del presidente de remodelar el gobierno y reducir algunos ministerios, pero quien se ha dedicado a hablar en nombre de José Luis, no decía la verdad. Seguramente, los rumores y filtraciones de nombres y apellidos, obedecen más a los deseos de quienes han propagado esos rumores que a confidencias que pueda haberles hecho Zapatero ". Fue precisamente la profusión de noticias, opiniones y comentarios sobre la crisis inminente la que provocó la reacción de Zapatero, quien dio un puñetazo sobre la mesa y entonó, según esta misma fuente, un “a mí nadie me hace una crisis de gobierno”.
Señalan desde su entorno más cercano que el presidente, visiblemente molesto, ha recordado a los suyos que tiene dos prerrogativas como jefe del Gobierno, que son personales e intransferibles: la de designar a los miembros del Ejecutivo y la de convocar elecciones y que no piensa permitir que nadie intente usurpárselas. “Esto, no sólo es un aviso a navegantes del partido – asegura un dirigente socialista– sino también a algún medio de comunicación, que se ha empeñado en dar lecciones al presidente del gobierno y pretende decirle qué tiene que hacer, cómo y cuándo”.
Según fuentes gubernamentales y a pesar del desmentido oficial de los servicios de Comunicación de la Presidencia del Gobierno, Zapatero tenía ya acotada en el tiempo la ejecución de la crisis de gobierno, descartada por ahora hasta nuevo aviso. Él iba a empezar a recibir a ministros entrantes y salientes el pasado miércoles, 23 de junio, celebrados ya los debates parlamentarios de la convalidación del decreto que establece la Reforma Laboral, el martes, y el correspondiente debate sobre el último Consejo Europeo, que tuvo lugar el miércoles por la mañana. Tenía miércoles y jueves de margen y el viernes habría ya nueva composición del Consejo de Ministros. Desde entonces hasta la celebración del Debate sobre el Estado de la Nación, Zapatero disponía de 20 días de margen; 20 días para dar explicaciones y responder a las críticas que pudieran verterse sobre esa remodelación.
Lo que no quería Zapatero era emular a José María Aznar, cuando, en 2002 hizo la reforma más profunda de su gabinete, pocos días antes del debate sobre el estado de la nación. Y es que, el presidente recuerda ese episodio como un error de su antecesor, que le permitió a él, como líder de la oposición, ganar aquel debate utilizando el recurso de negar los logros relatados por Aznar, porque, de haber sido tal el éxito de su gestión – argumentaba entonces Zapatero– no se hubiese visto obligado a remodelar el gobierno. De hecho, en el argumentario socialista de la época se decía que esa reforma del gobierno de Aznar era un “intento de distraer la atención de los verdaderos problemas del país”. Para Zapatero, la explicación en esta crisis que ha resultado fallida estaba servida: en tiempos de crisis económica, reducir el gobierno y seguir apretándose el cinturón. Y en caso de recibir críticas, siempre podía recordar que “eso” era lo que le habían pedido, pero que, para decidir cómo y cuándo hacer esos cambios, había que ganar unas elecciones, como hizo él en 2004 y 2008. Pero los rumores y la participación desmedida de sus propios compañeros de partido frenaron en seco las intenciones de Zapatero. Aplazada pues la crisis de gobierno, ya nadie se atreve a poner una fecha a ciencia cierta. Hay quienes hablan de julio, aunque otros se inclinan por el mes de septiembre. Saben que no deben hacer ruido y lo comentan con voz queda, pero la convicción de que el actual equipo de gobierno no va a terminar este año, sigue siendo prácticamente unánime.
Impuesta la ley del silencio por parte de Zapatero, no sólo han bajado de intensidad los rumores y comentarios, sino también se han suspendido, por ahora, las gestiones que algunos de sus más estrechos colaboradores habían venido realizando en los últimos días, tanteando a algunas personas próximas al PSOE, sobre su disponibilidad para formar parte de un gobierno del PSOE, con Zapatero al frente. Los principales “ojeadores” de Zapatero en la etapa previa a la crisis fallida fueron, en primer lugar, el ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, al que se atribuyen conversaciones, que no ofertas en firme, pero sí con una clara intención de saber si sus interlocutores estarían dispuestos y disponibles a embarcarse en futuros proyectos gubernamentales. También el titular de Fomento, José Blanco, ha mantenido algunas conversaciones en círculos reducidos, no sólo sobre los posibles cambios a acometer en el gobierno, sino en el organigrama del PSOE.
Las aguas han vuelto a su cauce en la familia socialista y los rumores se han acallado, pero la convicción de que habrá cambio de gobierno, permanece. Quienes conocen a Zapatero apuestan a que intentará sorprender, de nuevo, como ya lo hizo en su última crisis de gobierno, hace poco más de un año, en plenas vacaciones de Semana Santa.
Este líder hará la crisis cuando le convenga a él, no al país. Pena dan, aunque haya otros peor.