Informábamos en nuestra última entrada en este blog del gran revuelo –nunca mejor dicho- organizado alrededor de la figura de Steven Slater, un azafato de 38 años que abandonó su puesto y su avión al grito de “fuck all of you”, expresión castiza americana que estoy casi segura de que no precisa traducción.
Al día siguiente era un héroe mediático y online con miles de seguidores. Se vendían camisetas con su cara, se componían baladas en su honor, etc, y hasta colegas de profesión, como la azafata Sara Keagle, con dieciocho años de vuelos a sus espaldas, le comparaban con Thelma y Louise.
La verdad es que sí que hay que ser un héroe para dejar el trabajo a estas alturas de la película y de la crisis. Pero curiosamente pasado el primer flash de entusiasmo la leyenda de Steven Slater se ha empezado a torcer. Es verdad que muchos héroes modernos no resisten un análisis. Pero este, si se descuida, no resiste una segunda edición. Más pronto que tarde se desató una especie de formidable campaña a la contra.
Empezó The Wall Street Journal, la joya de la corona de Rupert Murdoch, entrevistando a varios pasajeros de aquel infausto vuelo de JetBlue y llegando a la conclusión de que ninguno daba una versión de los hechos coincidente con la de Slater. Todos le acusaban de ser un tipo nervioso, raro y desagradable. Bien es verdad que a la vez muchos admitían haberle visto de los nervios ya con un tajo en la cabeza, el que se supone que recibió en singular rifirrafe con una grosera pasajera. Cuya identidad, por cierto, sigue tercamente sin trascender a día de hoy.
También fue en The Wall Street Journal donde se publicó un curioso “donde dije digo, digo diego” de la azafata Sara Keagle. Si en las páginas de The Washington Post Keagle había declarado que Slater hacía realidad sus más recónditas fantasías laborales, en el Journal firmaba un extenso artículo reivindicando en cambio las alegrías de la paciencia aérea y lo bonito que es conocer gente volando. Asimismo aprovechaba para recordarnos que el “pobre” Slater perdió a su padre recientemente, tiene a su madre enferma y no hace tanto estaba batallando contra una adicción no especificada. Ahí queda eso.
También se supo que, aunque el juez que vio el caso de Slater le puso en libertad bajo una fianza relativamente moderada (2.500 dólares), el azafato no quiso o no pudo satisfacerla y corría peligro de ingresar en la cárcel. A la vez que trascendían unas antiheroicas declaraciones suyas donde afirmaba humildemente que se lo había pensado mejor y que le encantaría seguir trabajando en JetBlue. Algo sobre lo que la compañía aérea se negó a opinar, siguiendo la misma política informativa que ha seguido desde el principio: cero. Y no sólo con el público. Se lo pensaron bastante más rato de lo normal (y casi de lo legal), veinticinco largos minutos, antes de dar aviso a las autoridades del aeropuerto JFK de Nueva York de que uno de sus asistentes de vuelo había abandonado el avión como lo abandonó. Asimismo se han negado a facilitar ningún vídeo del incidente, a pesar de los insistentes requerimientos de la autoridad aeroportuaria. Con lo fácil que es hoy en día ignorar requerimientos de las autoridades norteamericanas sobre incidentes acaecidos a bordo de un avión. ¿Por qué se les permite a estos?
JetBlue tampoco ha querido dar información de un curioso incidente posterior, cuando uno de sus aviones que volaba de Boston a la República Dominicana fue fulminantemente desviado para desembarcar a una joven pasajera incontrolable. Parece ser que empezó gritando que alguien le había robado su dinero y acabó propinándole un puñetazo al primer miembro de la tripulación que se le acercó a ver qué pasaba.
Son muchos nervios perdidos por mucha gente en menos de una semana, siempre a bordo de la misma compañía aérea (¿qué les echarán en el aperitivo de bienvenida?), una que hasta hace poco figuraba entre las más premiadas y valoradas de las compañías americanas de bajo coste. Y eso es así a pesar de que el 14 de febrero de 2007 mantuvo un avión parado en una pista del JFK nueve horas, nueve, sin dejar salir a los pasajeros. Odisea que provocó incluso un cambio legislativo en el Congreso para poner un límite a las horas en que es posible mantener inmovilizado al pasaje dentro de un avión que no despega.
JetBlue es una compañía norteamericana de bajo coste fundada poco antes del 11-S. Fue de las pocas que ganó dinero en los tiempos inmediatamente posteriores a los atentados. Lo estuvo ganando hasta 2005, cuando el incremento de los precios del fuel empezó a poner en jaque primero los ambiciosos planes de crecimiento de la empresa –que además se jacta de ofrecer toda clase de servicios y de diversiones a bordo- y después la empresa misma.
En 2007 volvió a levantar cabeza, a la vez que empezaba a trabajar en varias alianzas, con la alemana Lufthansa y con la irlandesa Aer Lingus. En 2008 consiguió abrir su primera terminal propia en el JFK. Más o menos por las mismas fechas la compañía estaba operando el avión de campaña de la entonces candidata republicana a la vicepresidencia de Estados Unidos, Sarah Palin.
¿Hay algo que no sabemos y que nunca sabremos si no salta por la salida de emergencia otro Ícaro?
FATALLLLLLL xDDD