El asesino de los guardias civiles era un talibán infiltrado en la policia afgana

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A las 6:20 de la mañana (8:50 en España), Ghulam Sakhi abrió fuego con su kalashnikov y cosió a tiros al capitán de la Guardia Civil José María Galera Córdoba, al alférez Abraham Leoncio Bravo Picallo y al intérprete español de origen iraní Atahola Talef Kalili , de 54 años, durante una clase de instrucción de los españoles a la policía afgana. Los compañeros de las víctimas dispararon rápidamente contra el agresor y lo abatieron.

El capitán Galera, de 33 años, casado y sin hijos, no podía suponer que el policía Sakhi, que trabajaba de conductor del jefe de la policía local de Qala-i-Naw, un individuo cortés y afable con el que había viajado en algunas ocasiones, fuera un talibán infiltrado. Pero según dijo después el portavoz de los insurgentes, Mohamed Yusuf, a la agencia Reuters, y reconoció el gobernador de Bagdhis, Dilbar Jan Arman, no hay duda de que el asesino era un fanático infiltrado en la policía afgana que obdecía a los jefes talibanes.

El asesinato de los guardias y el traductor se produjo pocos minutos después de que comenzara la clase de instrucción que impartían los españoles a 47 policías afganos inscritos en el curso. Además del capitán Galera y del alférez Bravo, participaban en el adiestramiento otros siete guardias civiles y dos militares españoles. El agresor entró en la base con su coche habitual. Era policía, los centinelas le conocían y le dejaron pasar sin revisar el vehiculo. En el maletero llevaba un fusil de asalto. Lo sacó y comenzó a disparar contra los instructores en el patio donde se desarrollaban las prácticas.

El cuartel, que sirvió de sede a los militares españoles hasta que en junio se trasladaron a uno recién construido en las afueras de la ciudad, se halla en una zona céntrica de Qala-i-Naw y está bajo responsabilidad de las fuerzas afganas, que fueron las encargadas de repeler el intento de asalto y la revuelta de la población civil que se produjo inmediatamente después del atentado. Cientos de Afganos --más de mil, según los corresponsales en la zona-- lanzaron cócteles molotov, calcinaron un camión estacionado junto a la valla del cuartel, y la emprendieron a pedradas contra la instalación policial. La revuelta se prolongó durante más de una hora y se extendió a la ciudad con un saldo de más de veinte heridos, muchos de ellos con balazos en el cuerpo, según informó el hospital de la ciudad. Los manifestantes también reclamaron que se les entregasen el cuerpo del terrorista muerto.

Desde el primer momento, el gobernador reconoció a la agencia Efe que "el agresor tenía contacto con los talibanes y que los talibanes lo tenían todo preparado". Según el ministro del Interior español, Alfredo Pérez Rubalcaba, "el asesinato fue premeditado" y, según la interpretación de los militares españoles en la zona, perseguía el objetivo de lanzar a la población civil contra los militares españoles que los guerrilleros talib siguen considerando "fuerzas de ocupación". El titular de Interior fue el primero en confirmar a través de la Cadena Ser que los dos oficiales de la Guardia Civil y el traductor habían muerto y que el agresor había sido abatido por los españoles que intervenían en el curso.

El ministro del Interior, que se mantuvo en contacto permanente con la titular de Defensa, Carme Chacón, afirmó que “la misión continuará” y explicó que el próximo 22 de septiembre saldrá el siguiente relevo de instructores de la Guardia Civil. El último se produjo el 29 de marzo. También en los próximos días, medio centenar de instructores militares pertenecientes al Equipo Operativo de Mentores y Enlaces, viajarán desde Palma de Mallorca para proseguir el adiestramiento del nuevo ejército afgano dentro del proceso de “afganización” del país.

El jefe del Estado Mayor de la Defensa, José Julio Rodríguez, y el director de la Policía y la Guardia Civil, Francisco Javier Velásquez, se desplazaron ayer en un avión militar a la zona para repatriar los cuérpos de los fallecidos y animar a los guardias y militares que realizan sus misiones en las provincias de Baghdis y Herat. España mantiene 1.600 efectivos en Afganistán. El presidente Rodríguez Zapatero duplicó las tropas tras la petición del mando norteamericano de enviar más militares y contribuir a la formación del nuevo ejército y la policía de Kabul.

Tanto el capitán Galera como el alférez Bravo, de 33 y 34 años, respectivamente, pertenecían a la Unidad de Acción Rural –los antiguos GAR--, con sede en Logroño, y habían desarrollado cometidos antiterroristas en Eskadi y Navarra. Ninguno de los dos tenía hijos. La familia de Galera, natural de Albacete, vive en Tarazona de la Mancha, localidad que solía visitar cada año, y la de Bravo, nacido en A Coruña, en Aranda de Duero (Valladolid), donde recibirán sepultura tras el solemne funeral y la imposición de medallas al mérito militar con distintivo rojo. El presidente del Gobierno acudirá hoy a la base de Torrejón de Ardoz a recibir los féretos y manifestar su pésame a las familias.

Las muertes de los dos oficiales de la Benemérita y del traductor elevan a 96 el número de españoles fallecidos en la misión en Afganistán, que comenzó tras los atentados de Al Qaeda del 11 de septiembre de 2001 contra las Torres Gemelas de Nueva York y contra el Pentágono, en Washington. Diecisiete de los 95 fallecidos fueron víctimas de atentados de los insurgentes talibanes, 62 fallecieron en el accidente del Yak-42 y 17 en el de un helicóptero Cougar cerca de la base logística de Herat.

El nuevo atentado se produce cuando el proceso de “reinserción” de los guerrilleros talibanes, al que España aporta 10 millones de euros para facilitar su asentamiento como pastores, agricultores e incluso, en algunos casos, como miembros del ejército y la policía afgana en formación, comienza a dar resultado. Dos días antes del asesinato de Galera y Bravo entregaron sus armas 25 talibanes en el aeródromo de Qala-i-Naw y recibieron los correspondientes documentos de reinserción. Con ellos son ya 235 guerrilleros reinsertados en la provincia de Baghdis desde que comenzó el proceso.

2 Comments
  1. Azu says

    El segundo gran imperio que registra la Historia es el Maurya, (-IV a -VI), con capital en Pataliputra y se extendía por Afganistán. ¿Van a enseñar los occidentales, guardias civiles incluídos, las doctrinas de Ashoka a los afganos? Con mi más sentido pésame a las familias de los asesinados, sigo opinando que allí no pintan nada para favorecer el diálogo de las creencias, religiones y civilizaciones.

  2. El Espantapájaros says

    Lo de Azu es ya la leche en polvo. Hace mucho de esos viejos imperios y se trata de un país incivilizado. El grueso de los talibanes ya ha muerto, y su régimen cayó a la semana. Me parece que sí se les pueden enseñar unas cuantas cosas.

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