Nueva York añora su cuarto de atrás (Max’s Kansas City)

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Portada del libro editado con motivo del 45º aniversario del mítico local / maxskansascity.com

Este mes de septiembre el local de moda en Nueva York va a ser uno que no existe. Al que no se puede entrar más que con la fantasía. Estamos hablando del Max’s Kansas City, el mítico restaurante y garito en el 213 de Park Avenue South (pegado a Union Square) que fue selecta madriguera de lo más divino de la ciudad desde finales de los 60 hasta los albores de los 80. Fue el cuartel general de Andy Warhol y de todos los habitantes de su Factoría, vio nacer a la Velvet Undeground, acogió a Robert Mapplethorpe y Patti Smith cuando eran just kids, sólo dos críos, dio de comer y sobre todo de beber a Janis Joplin, tuvo de habituales a Richard Serra y a Mick Jagger y a Philip Glass y llevó la dictadura de la puerta hasta el más estalinista de los éxtasis. Pues en el codiciado cuarto de atrás, allá donde los divinos se juntaban, se entraba sólo por invitación y por supuesto no entraba quién quería… “Para entrar en Studio 54 tienes que parecer alguien, para entrar en Max‘s  tienes que ser alguien”, fue durante años el motto del local.

Que naturalmente era de todo menos negocio. Su fundador, Mickey Ruskin, descubrió pronto que el roce con la bohemia da más inmortalidad que dinero. Después de pegar unos cuantos tumbos y de sobrevivir a varias reaperturas, Max’s cerró en 1981. Coincidiendo con la definitiva extinción de cierta magia, tanto de Nueva York como del mundo. Hubo un intento de resurrección en un local distinto en 1998, pero aquello acabó como todas las herejías acaban, en la hoguera.

“Nueva York ya no es lo que era cuando yo llegué de joven. Se la han robado a la gente, han hecho con ella otra cosa. Huid, buscad otra ciudad”. Son palabras pronunciadas pública y recientemente por Patti Smith, una de las diosas supervivientes del Olimpo del Max’s, lo cual no es poco. En su memoria de juventud cuenta cómo muchos habituales del Max’s tuvieron muertes prematuras. No son pocos los que se suicidaron. Casi nadie de los que se lanzan a cierto tipo de vida, todo ambición y cero prudencia, consiguen mantenerse a flote. Los bohemios que no son tragados por el cruel desagüe de la realidad son muy pocos, son una estremecedora minoría. Es mucho más grande la muchedumbre que fracasa. Y que no lo resiste.

Cuando la entrevisté este año en su casa del Village aprecié que Patti Smith –que parece que dio nombre a un cocktail del Max’s, uno hecho a base de champán y de cerveza stout, sin comentarios- guardaba un recuerdo bastante ambivalente del local. En su libro cuenta cómo el cuarto de atrás fascinaba mucho más a Mapplethorpe que a ella, que en el fondo le seguía reluctante por aquella jungla de fulminantes apariencias. Patti Smith no era hermosa ni llevaba escrito en la cara que un día grabaría Horses. Entonces muchos se preguntaban qué hacía el guapísimo, el sensacional Mapplethorpe, llevando de la mano a aquella especie de palo de fregar con el pelo a lo Pocahontas.

No les hagas ni caso”, le dijo tiernamente Mapplethorpe. Vivían entonces juntos en el hotel Chelsea. Aprovechando una ausencia de él, ella agarró las tijeras con una mano y unas cuantas revistas de rock  con otra. Estudió concienzudamente el peinado de Keith Richards y lo esculpió a tijeretazos en su propia cabeza. El cambio causó sensación la noche siguiente en Max’s. Parecía que bruscamente la Smith hubiese ascendido de clase social o incluso emparentado con la realeza.

Si se piensa es bien curioso que cuanto más alternativos y rompedores pretenden ser los ambientes, más miméticamente reproducen los estrictos usos clasistas de toda la vida que tanto dicen transgredir. Voy a comer con un amigo a La Grenouille, el que fue restaurante favorito de Truman Capote, y el muchacho se me presenta en vaqueros y playeras. Impecables se abstraen de su calzado, pero le obligan a ponerse una americana para pasar al restaurante. La gente de Max’s vería esto fatal pero ellos hacían lo mismo. ¡Viva la libertad y el derecho a no vestir como el rebaño!

Y sin embargo Patti Smith es indulgente. Disculpa aquellas intransigencias setenteras alegando lo difícil que llegó a ser la vida en su momento de aquellos intransigentes. Sobre todo los que pertenecían a la comunidad transexual, travestida o simplemente equívoca que cual una guardia pretoriana rodeaba a Andy Warhol. Eran tiempos en que la sexualidad parecía con diferencia el asunto más serio y primordial del mundo. “Podían matarles a golpes en la calle por ser así”, subraya con dulzura el hada madrina del punk.

Patti Smith sobrevivió al Max’s Kansas City y lo mismo ha hecho en general Nueva York, esa ciudad de la que ella no se despega, por mucho que diga que ya no la reconoce ni la quiere.  Donde estaba el Max’s ahora hay un sitio coreano que se llama Green Cafe. Nada que ver, todo que recordar.

Al ejercicio de nostalgia contribuyen este mes de septiembre una exposición y un libro. La exposición se inaugura el 15 de septiembre (y estará hasta el 9 de octubre) en la Steven Kasher Gallery, en el 521 Oeste de la calle 23. Allí se mostrarán unas 150 fotos de la edad dorada del Max’s, casi todas ellas puro vintage y edición limitada, de esas que tan famoso es el fotografiado como el fotógrafo. Habrá también pinturas y hasta esculturas monumentales de varios artistas de la época, incluyendo a Andy Warhol.

Esta exposición será la plataforma de lanzamiento del libro “Max’s Kansas City, Art, Glamour, Rock and Roll”, editado por la misma galería, con fotos históricas de, entre otros, Bob Gruen y Anton Perich, y vibrantes textos de Lou Reed, Lenny Kaye, Danny Fields, etc.

Quizás lo que todos ellos recuerdan, o creen que recuerdan, o nosotros les exigimos que recuerden, en realidad nunca ocurrió. Perhaps it’s only humo de pajas y purpurina. But I like it.

1 Comment
  1. celine says

    Lo que debió de ser sensacional en su día lo es mucho más cuando se recuerda: mucho bicho por metro cuadrado. Bicho auténtico, con materia gris y de otros colores. Ahora travesamos un tiempo de poco colorido, me temo. Y mucho plastiqué. Buena info, Grau; muchas gracias.

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