Y ahora, a por los sindicatos

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Aguirre, con el presidente de la patronal madrileña, Arturo Fernández, el pasado martes, en un receso del debate del Estado de la Región. / Fernando Alvarado (Efe)

Esperanza Aguirre ya manifestó hace algún tiempo que quería convertir a Madrid en una comunidad business friendly, o sea, amistosa con los negocios. Lo sabe bien el presidente de la patronal, Gerardo Díaz Ferrán, que gracias a la amabilidad madrileña ha hecho el pingüe negocio de no pagar ni a los trabajadores, ni a la Seguridad Social, ni a Cajamadrid. Todo ello sin dejar de estrechar los lazos que le unen a Aguirre, la “cojonuda”.

Para dar una prueba inequívoca de la amistad con el business, Aguirre necesita algo más que una declaración de intenciones. Y pensó en ofrecer caza mayor: los sindicatos. Qué suculento banquete de dos piezas: ellos se enfrentan a Zapatero con una huelga general –ésa que la derecha furiosa ha estado pidiendo todo el año– y, cuando la convocan, nosotros los desprestigiamos abonando el estereotipo del sindicalista vago.

Me estoy imaginando la ilusión de la presidenta, ella sola contra los sindicatos, como Margaret Thatcher: Madrid más friendly que nadie para el business; Madrid, territorio liberado de liberados; Madrid, rompepelotas de todos los derechos. ¡Madrid será la tumba del sindicalismo!

Cuando empezaba a coger carrerilla con los acordes, alguno de sus asesores debió de aguarle la fiesta pronunciando esa pequeña palabra de tres letras: la ley, presidenta, la ley. Y por eso en el debate del Estado de la región la montaña hubo de conformarse con un ratoncillo del tamaño de un picapleitos. Literalmente dijo Aguirre: “La Comunidad ajustará el número de liberados a lo que corresponde por ley”.

Sin duda, la noticia de la semana está resultando fabulosa: el Estado va a cumplir la ley. ¿Pero es que no lo hace? Veamos.

En el Estatuto de los Trabajadores no existe el concepto de “liberado sindical”, como muy bien explica mi colega Luis Díez en su post. A lo que sí hace referencia, en su artículo 68, es al crédito horario al que los representantes tienen derecho para ejercer sus labores de defensa de los trabajadores. Esas horas se establecen en función del número de trabajadores de la empresa, desde un mínimo de 15 horas mensuales (para empresas de menos de 100 trabajadores, es decir, la abrumadora mayoría de este país de pymes) y un máximo de 40 horas mensuales (para empresas de 750 trabajadores en adelante, caso de muchos organismos de la administración autonómica).

La cuestión es que el crédito horario se puede aumentar por convenio, y también es posible acumularlo en una sola persona. No sabemos si la cifra de 2.000 liberados ofrecida por la Comunidad se refiere a 2.000 funcionarios que cogen alguna hora sindical, o si se dedican a tiempo completo por acumulación del crédito horario. Convendría que Aguirre lo aclarara. Y no vendría mal tampoco que los medios de la derecha furiosa –tan animosos para unirse a la cacería– trabajaran un poco para informarnos de las cifras reales. A ver si van a salirnos tan holgazanes como esos sindicalistas paniaguados. Al fin y al cabo, es una vieja función del periodismo ayudar a que resplandezca la verdad, y no a sembrar la confusión.

Sea por la aplicación directa del Estatuto de los Trabajadores, sea por negociaciones de convenio –que tienen fuerza de ley–, intuyo que el número de horas sindicales en Madrid se ajusta a la legalidad, como debe ser. De lo contrario, habrá que corregir los casos particulares. En todo caso, mucho me temo que Aguirre no podrá cumplir su sueño, porque ni el Estatuto ni la Ley de Libertad Sindical se pueden revocar en su pequeño reino. Cuando pase esta polémica –vaticino que ocurrirá el día después del 29-S– no se volverá a hablar de cambios legales.

No perdamos de vista, sin embargo, el largo plazo. En un contexto de crisis económica y paro persistente, con los recortes de las prestaciones sociales y los salarios, con la precarización del empleo, y el vaciado práctico de los derechos laborales, nos encontraremos con unos sindicatos aún más desprestigiados. En parte, por campañas inspiradas en noticias de impacto como que la Comunidad de Madrid va a cumplir la ley. Y, en parte, por la propia burocratización, docilidad e inoperancia sindical respecto a los parados, los temporales y todo tipo de precarios. Bien es cierto que, en estos tiempos difíciles, se ve a los sindicatos poco dispuestos a ejercer de contrapoder o encauzar el descontento, pero el capitalismo que emerge triunfante de esta crisis prefiere tener las cosas claras. Mejor embestir ahora al enemigo moribundo que arriesgarse a un reverdecer de las reivindicaciones laborales cuando nos den otra vuelta de tuerca. La incertidumbre no es business friendly.

3 Comments
  1. IGNACIO says

    En esta vida hay que saber escoger qué preguntas respondemos y a que disyuntivas nos enfrentamos. Del binomio Esperanza – Sindicatos no me quedo con ninguna de las dos partes, porque ambos colaboran con su guión particular en un sistema que no funciona. Ambos, Aguirre y los sindicatos, son los extremos de un bipartidismo imperfecto que siempre se pone de acuerdo en los temas de fondo. Sin ir más lejos, en la reciente crisis de Caja Madrid, los sindicatos y el gobierno regional fueron de la mano repartiéndose los puestos correspondientes. Ahora toca escenificar enfrentamientos que proporcionan a ambos coartadas convenientes. Menos farándula. Ninguno tendrá mi voto.

  2. pepinfernandez says

    Hay que tener presente los momentos en los que se sacan ciertos debates: no se hable de tus corruptos, animar una huelga contra Zapatero, o que sus amiguitos como dices se queden con esos millones de euros de gestiones (asesorias a trabajadores) que realizan los sindicatos y que no se los quedan los de siempre

  3. Jota Mos says

    si los gobiernos se preocuparan mas de los ciudadanos y menos d elos empresarios y su mundo de hacer y deshacer estructuras economicas, la masa media de la ciudadanía tendría más solvencia y tranquilidad económica.
    Este Business friendly, o mejor amistoso o amable para los negocios, que ya esta bien de tanto ingles, que parece que España son solo los toros y no nuestro idioma, a años luz en importancia, va a ser un paseo de ricachones por una ciudad crepuscular a la que cuesta levantar cabeza. Y todo por pensar mucho en los negocios y poco en la ciudadanía.

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