La esperanza en la recomposición del «bloque constitucional»

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Es el objetivo de José Luís Rodríguez Zapatero, lo que quiere que le echen los Reyes Magos en Navidades: la recomposición del eje parlamentario mediante el entendimiento entre PSOE, CiU, PNV y Coalición Canaria. Parece difícil de conseguir tal y como andan las cosas, pero no sería nada nuevo.

Ya Felipe González, en su fase agónica como presidente del Gobierno, especialmente acosado por la “pinza” entre José María Aznar y Julio Anguita, tiró de una idea de Txiki Benegas y conformó lo que llamaron el “bloque constitucional”, tratando de colocar a PP e IU en los extremos de la política española por la derecha y la izquierda y ofreciéndose como el grupo de partidos centristas capaz de evitar del radicalismo que a su juicio representaban los dos sorprendentes aliados conservadores e izquierdistas.

Hace unos días, lo razonable era descartar que Zapatero pudiera consumar su sueño. Sin embargo, ahora, tras el apoyo cerrado del PNV y Coalición Canaria tanto a los Presupuestos para el 2011 como al calendario de reformas parlamentarias que se avecina (el desarrollo de la Reforma Laboral, el nuevo pacto de Toledo sobre las pensiones, la Ley de Cajas que regule las entidades financieras, el pacto energético y el desarrollo en general de la Ley de Economía Sostenible), el único escollo restante son los resultados de las elecciones catalanas de noviembre. Si, como todo el mundo espera, Artur Mas obtiene un resultado lo suficientemente holgado como para gobernar en solitario, para Zapatero será como si hubiese hablado con Dios y le hubiera respondido.

De ganar CiU holgadamente, aunque sin mayoría absoluta, los nacionalistas catalanes seguirán proclamando en Madrid un NO radical a los Presupuestos y afirmarán, como lo hizo el jueves pasado Josep Antoni Durán Lleida en el Congreso, que no sirven para reactivar la economía y crear empleo, que es el principal objetivo que deberían marcarse, pero se abrirá un nuevo espacio de colaboración hasta el final de la legislatura. Un período caracterizado por el apoyo interesado de Mas a un Gobierno débil de Zapatero pero que Zapatero también rentabilizará por su lado apoyándose en un PSC que volverá a la oposición y con el que CiU intentará pactar algunas leyes, empezando por los Presupuestos catalanes. Esa fase, por cierto, estará garantizada por un nuevo líder singular del socialismo catalán: Celestino Corbacho. Porque el todavía ministro de Trabajo no sólo ha ido a las elecciones catalanas a ayudar a José Montilla, sino a heredarle como presidente del Grupo Parlamentario en el Parlament y como líder de un PSC en el que el ala más catalanista va a quedar tocada tras el debilitamiento, por desmarque propio, de Antonio Castells.

La recuperación de ese eje socialista y nacionalista, que se irá evidenciando en el Congreso con el apoyo todavía indirecto de CiU a algunos proyectos decisivos de aquí a final de año, dará alas a Zapatero para lanzar una nueva ofensiva política que le permita recuperar posiciones frente al PP en las encuestas y que evite una debacle en las autonómicas y municipales de mayo. Para recuperar la iniciativa y marcar de nuevo la agenda política, como pretende, Zapatero llevará a cabo una remodelación profunda de su gabinete para convertirlo en un Gobierno nítidamente político donde, como ha comentado el presidente andaluz José Antonio Griñán, un vicepresidente económico no tiene por qué ser un economista (y no señalaba a nadie si no fuera por las alabanzas previas que le había echado a José Blanco).

Zapatero podría constituir ese nuevo Gobierno desde ya mismo, una vez despejadas las incógnitas sobre los Presupuestos y la resolución del problema de Trinidad Jiménez con las primarias de Madrid. Pero aún cabe la posibilidad de que el presidente estime que para lanzar la gran ofensiva sea mejor esperar a que pasen

las elecciones catalanas y, por el momento, resuelva que basta con la mera sustitución, en breve, de los dos ministros candidatos.

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