Los expertos se asustan ante el caos en la necrópolis del Valle de los Caídos

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Monumento y basílica del Valle de los Caídos / Tonywieczorek (Wikimedia Commons)

Una noche de mayo en Madrid me encontré con un anciano que lloraba junto a la estación de Atocha. Una mujer intentaba consolarlo. A cada palabra de ella, el anciano sollozaba con más fuerza. Yo esperaba el autobús y sentí curiosidad. La curiosidad es un imán que nos impide separarnos del lugar donde ocurre algo interesante. La mujer llevaba una carpeta en la mano. “Al menos tenemos la sentencia”, le decía. El anciano y la mujer eran de Granada y habían llegado esa mañana a Madrid para recoger en el archivo militar central la condena a muerte del padre del hombre que lloraba. Había sido empleado del Banco de España durante la II República y fusilado por los franquistas tras la Guerra Civil. Después de recoger los papeles, le preguntaron al funcionario dónde le habían enterrado y éste les dijo que miraran en el Valle de los Caídos. Fueron allí, pero aquello estaba cerrado y no les dieron razón. Ahora la mujer empujaba al viejo porque si seguía allí llorando perderían el tren de regreso.

Aunque el dolor filtrado a través de los medios de comunicación se queda en cuatro palabras o en una imagen en la pantalla, todavía hoy esa escena se puede repetir. Miles de republicanos fueron desenterrados de los campos de batalla y de las esquinas de los cementerios y trasladados clandestinamente, sin informar a sus familias, a los enormes columbarios del Valle de los Caídos. Cajas con huesos y cráneos fueron almacenados en la cripta sin que en muchos casos se supiera ni su nombre ni el lugar de procedencia. El 30 de septiembre de 2009 una proposición no de ley de los diputados Joan Herrera (ICV) y Uxue Barkos (Nabai), respaldada por el PSOE, ordenó al Gobierno que buscara, identificara y exhumara los restos trasladados a Cuelgamuros si sus familias los reclamaban. En apariencia era una empresa sencilla, pero en la práctica no. El cumplimiento de la ley de la Memoria Histórica asiste a los familiares, pero la realidad vuelve a dejarles indefensos. ¿Por qué ocurre esto?

Unos años antes de la solemne inauguración del Valle de los Caídos, el 1 de abril de 1959, vigésimo aniversario de “la victoria”, Franco movilizó a todos los gobernadores civiles para que, a través de los alcaldes, aportaran una relación pormenorizada de las fosas en las que reposaban los “héroes y mártires de la Cruzada”. El dictador quería que el gran monumento funerario que había proyectado reuniera al mayor número posible de aquellos valientes. No en vano la obra funeraria, coronada por esa cruz de hormigón de 150 metros, ideada por Juan de Ávalos,  era para Franco el mayor homenaje que podía rendir a sus muertos, comenzando por José Antonio Primo de Rivera y acabando por él cuando se muriera. El gasto fue enorme: 2.439 millones de pesetas, más de lo que, según los datos del III Plan de Desarrollo, dedicó a escuelas. Y el beneficio de los constructores José y Juan Banús Masdéu (Construcciones Molán y Empresa San Román), que emplearon a cientos de presos políticos en horadar y barrenar el granito de la sierra de Guadarrama, directamente proporcional al dispendio.

Nave central de la cripta. / H. Svensson (Wikimedia)

La orden de los gobernadores a los alcaldes de exhumar los restos de los muertos del bando nacional chocó, sin embargo, con el inconveniente de dejar a los republicanos como inquilinos de los cementerios de sus pueblos. Muchas corporaciones objetaron y el ministro de la Gobernación, Camilo Alonso Vega, que no quería líos, resolvió el asunto diciendo que incluyeran en el lote a los paseados republicanos. De ese modo borraban vestigios. Aquellas exhumaciones se realizaron clandestinamente, si bien, cientos de tumbas eran anónimas. Nunca se informó ni se pensó informar a los familiares. Y unas fechas antes de la solemne inauguración de la monumental necrópolis nacional fueron llevadas las primeras cajas con huesos de republicanos. Algunas contenían restos de hasta quince cadáveres juntos. Llegaban de localidades de Lleida, Teruel, Tarragona, Navarra, Castilla y León, Extremadura, Andalucía, Cuenca, Ciudad Real, Albacete, Toledo, Valencia, Castellón, Guipúzcoa… La investigadora Queral Solé buscó una tumba con milicianos del hospital militar de Lleida y cuando logró los datos sobre el lugar donde fueron enterrados y habló con el propietario del terreno, éste le dijo: “Se los llevaron a todos al Valle de los Caídos en los años sesenta”. Eran un centenar. De toda Lleida fueron traslados unos 2.600 restos, según sus cálculos.

Para muchas familias de republicanos (socialistas, comunistas, liberales) aquello fue “una profanación masiva de tumbas”. Luego se dijo que el dictador pretendía saldar cuentas para siempre con su pasado fratricida. Pero la realidad era que mientras unos, los del bando nacional, fueron documentados, otros, los enemigos demócratas y republicanos, fueron arrojados al osario sin nombre ni apellidos. Eso sí, unos y otros eran apilados según llegaban. El traslado de restos que había comenzado solemnemente con el fundador de la Falange a hombros de notables camisas azules como Girón, Pinilla y otros prebostes estuvo goteando hasta el año 1983 en que Felipe González puso fin a aquellas ceremonias para solaz de los ultras.

La dirección del Patrimonio Nacional, del que depende el Valle de los Caídos, tiene registrados 26.701 entregas de restos. La última de carácter colectivo fue anotada en 1981 y consistió en la entrega de huesos de 297 personas exhumadas en el cementerio de Torremejía (Badajoz). Algunos huesos tenían nombre y apellidos y fueron llevados en bolsas individuales. Otros fueron depositados en recipientes colectivos sin nombre alguno. Durante los años sesenta y setenta se recibieron miles de restos sin documentar. Unos 20.000 franquistas documentados descansan en el megacolumbario, según la Fundación Francisco Franco. Los restantes, hasta un número de 60.000, pertenecen al ejército republicano o a demócratas civiles que fueron fusilados, desenterrados y trasladados.

Para cumplir la petición de algunos familiares de estos últimos de recuperar los vestigios de sus seres queridos, la vicepresidenta primera, María Teresa Fernández de la Vega, y el ministro de Justicia, Francisco Caamaño, aprovecharon en marzo el cierre de la basílica para auditar el estado de los osarios. Forenses, biólogos y un experto del Ministerio de Justicia examinaron los columbarios en mayo pasado y decidieron cerrar la operación y sellarlos de nuevo hace un mes. El Gobierno asegura que no realizaron exhumación alguna. Su informe señala, según fuentes de Justicia, que la mezcla de huesos complica extraordinariamente las labores de identificación y supone un trabajo muy costoso y prolongado en el tiempo.

Para consuelo del hombre que lloraba junto a la estación de Atocha y alivio de la mujer que le empujaba hacia el tren de vuelta a Granada supe, con la ayuda de algunos militantes históricos del PSOE, que su padre fue fusilado en Aranjuez y que sus restos no fueron llevados al Valle de los Caídos sino dignificados, junto con los de otros ciento ochenta demócratas ultimados en el real sitio, en una tumba colectiva que tiene sus nombres grabados y muchas flores sobre la lápida.

9 Comments
  1. Lucas says

    M’aemocionado. Sin palabras

  2. LETRA says

    «Para muchas familias de republicanos (socialistas, comunistas, liberales)»

    Me hace gracia esa prédica de raíz franquista que consiste en ningunear al anarquismo y olvidar a los libertarios en los recuentos de la memoria histórica, cuando la CNT era la primera fuerza social del país, por delante de los socialistas, que prácticamente desaparecieron de más allá de los ministerios durante el transcurso de la guerra, y por supuesto de los comunistas que eran absolutamente minoritarios (no más de 20.000 militantes en toda España) hasta que llegó el dinero soviético para encarrilar a una izquierda española, tanto la anarquista, como en menor medida la socialista, que habían rechazado el comunismo ruso.

    Y digo que es una prédica de raíz franquista porque en esa prevalencia del ninguneo brilló Franco haciendo a todos los enemigos de su régimen «comunistas». Estos, que habían formado parte de los sindicatos verticales, se arrogaron después de la ¿caída? de la dictadura un supuesto protagonismo de «El Partido» durante la República y la guerra, cuando la realidad es que lograron atraer muchos miembros simplemente porque a sus unidades se desviaba el dinero de Stalin e iban más equipadas.

    Con la cantidad de anarquistas que debe de haber enterrados en el Valle de los Caídos, miles y miles, y algunos muestran, con su ninguneo y olvido, que lo de la memoria histórica no lo tienen más a cuenta que para sacar votos y fabricar obedientes a sus intereses ocultos.

    Mala inversión hacéis porque la historia del anarquismo es muy limpia y muy honesta a diferencia de la de otras fuerzas políticas que han traicionado tantas veces al propio pueblo.

    Salud y Libertad.

  3. Salud says

    Entiiendo que el término socialista engloba a los anarquistas autogestionarios, Bakunin dixit. La variedad de comunistas los engloba asimismo. E, incluso la de liberales, fabianos, etc.

  4. Anarquistas says

    Estos dinásticos del sol que les conviene y calienta siempre se olvidan de los anarquistas, la CNT, la FAI; también del POUM, perseguido a muerte por los estalinistas. Y es verdad que mayor generosidad que la de aquellas mujeres y aquellos hombres –Durriti vean– en la defensa de las libertades no se conoce. No se si estuvieron acertados: primero la revolución y luego la guerra, pero eso no empece para destacar su valor y sacrificio en vez de ignorarlo a sabiendas o por desmemoria histórica

  5. SO. ANDRÉS CASTELLANO MARTÍ. says

    En todas las guerras y en especial en la última civil española de 1936, el número de españoles que murieron victimas de otros españoles, su número es considerable. Y estén enterrados donde estén, en el cementerio que estén, de muerte desgraciada o natural están enterrados tanto las victimas como los victimarios, pues en la realidad final la tierra a todos nos une, con independencia del odio o del amor que cada cual tenga. Es en la realidad de los vivos en donde cada cual decide caminar su camino, pero con la muerte –todos caminamos unos detrás de otros el mismo destino. Quedando claro que el planeta tierra no es el planeta de los hombres vivos, es el planeta de los muertos, cuyas cenizas respiran los vivos allá donde vayan, y tengan el ideal que tengan.

    Y así desenterremos y enterremos mil veces los restos humanos con la intención de darles digna sepultura, allí donde los llevemos quedarán en la misma tierra en donde estaban, tendrán la misma eternidad que ya tenían, y seguirán juntos las victimas y sus victimarios. Y mientras tanto en el mundo de los vivos, mientras todo esto no se comprenda, la escuela del odio nunca se cierra, y el destino que queremos corregir se repite, pues cuando nosotros muramos también se nos enterrará en los mismos cementerios junto a nuestros enemigos.

    So. Andrés Castellano Martí. Gracias.

  6. paski says

    Que fenómeno el amigo Luis.

  7. A Paski says

    Querido Paski, muchas gracias por tu comentario; de escritores y periodistas como tu también se aprende, que lo sepas. Un fuerte abrazo. Luis

  8. xexko says

    Cuando he leído que la cruz monumental fue proyectada por Juan de Ávalos en lugar de Diego Méndez he dejado de leer el artículo. Un poco de rigor con la historia.

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