Los votantes no somos tontos: el legislador corrige un mal sistema de votación al Senado

Han tenido que pasar unas cuantas legislaturas para que el legislador constatase que el sistema de papeleta electoral creado para la elección de los senadores en las urnas era una especie de jeroglífico que provocaba, año tras año, un número cada vez mayor de votos nulos. Por eso, el Congreso aprobará definitivamente el próximo martes la eliminación de la papeleta-sábana correspondiente al Senado, impresa por las dos caras y en la que aparecían todos los partidos y sus candidatos ordenados por orden alfabético. La papeleta sábana se había convertido en un sistema complejo para el elector,  tal como refleja la estadística.

En las últimas elecciones, el porcentaje de voto nulo en el Senado triplicó al que se registró en el Congreso de los Diputados. Así, en los comicios de 2008 hubo 264.137 ciudadanos que depositaron en las urnas papeletas nulas para el Congreso, mientras que 761.055 lo hicieron con las papeletas del Senado. Además, el porcentaje de voto nulo en el Senado se ha mantenido a lo largo del tiempo, e incluso se ha incrementado en algún caso, en los últimos años. Así, en 1996 las papeletas nulas fueron 652.656, lo que supone el 2,59% de los votos. Ese porcentaje se redujo levemente en 2000, con 583.192 votos nulos y un 2,49% del total de los emitidos, para rozar el 3% en 2004, con 753.073 votos nulos. En todos estos años, el voto nulo en el Congreso de los Diputados ha sido siempre muy inferior al registrado en la votación al Senado. El problema, según han constatado sus señorías a fuerza de toparse con la cruda realidad elección tras elección, no éramos los ciudadanos y nuestra escasa destreza con la papeleta sábana, sino el propio modelo de papeleta, que complicaba la vida tanto al elector  como al aspirante a ser senador electo.

La nueva papeleta para el Senado, que estrenaremos en las próximas elecciones generales, será hasta un tercio más pequeña que la tradicional y gigantesca papeleta color salmón, tendrá una sola cara impresa y los candidatos no irán ordenados alfabéticamente, lo que permitirá a los partidos políticos situar libremente a sus “Zapateros” por delante de los “Garcías”, cosa que hasta ahora era imposible, puesto que prevalecía el orden alfabético. De hecho, el eterno quebradero de cabeza para los partidos políticos que pretendían situar a algún senador cuyo primer apellido tuviese una inicial de las situadas al final del alfabeto se ha acabado.

Un ejemplo de estos conflictos en la confección de listas se produjo, sin ir más lejos, la pasada legislatura, tanto para el PP como para el PSOE de Alava. Sus candidatos a encabezar las respectivas listas eran Ramón Rabanera, por el PP, y el actual presidente de la Cámara Alta, Javier Rojo. Pues bien, para completar la lista y mantener a Rabanera y Rojo en el primer puesto, los populares, así como los socialistas alaveses, tuvieron que descartar un montón de nombres  y rebuscar en sus agrupaciones hasta dar con los candidatos portadores de los apellidos adecuados. En el caso de Rabanera, los populares completaron la lista  con Encina Serrano y Carlos Urquijo y, en el caso de Rojo, con Miguel Ángel Uzquiza y Yolanda Vicente. Y no crean que les fue fácil. Pero, con la entrada en vigor de esta reforma de la Ley Orgánica de Régimen Electoral General ( LOREG) sus afanes alfabéticos habrán pasado a mejor vida.

La reforma se aprobará el próximo martes con una amplia mayoría, puesto que requiere tres quintos de la Cámara para poder entrar en vigor. Sin que sirva de precedente, PP y PSOE han logrado ponerse de acuerdo en este asunto. Lástima que no cunda el ejemplo en otros asuntos más graves y acuciantes para el país.