Acariciaba yo la idea de mojarme en castellano sobre lo de las lenguas cooficiales en el Senado –en catalán ya lo hice-, y hasta de recoger el satinado guante de la compañera y sin embargo admirada Irene Lozano –sí, es posible amar dos lenguas a la vez, y no estar loca-, cuando me llega la noticia de que Jordi Pujol ha dicho que ve la independencia de Cataluña un tanto difícil, pero viable. Y puede que hasta inevitable si esto sigue así y si no se le ha entendido mal.
Cony (coño).
Cuenta la leyenda que en una ocasión cierto historiador extranjero le dio al molt honorable el disgustazo de su vida al decirle: “usted será más recordado por lo que ha hecho por España, que por lo que ha conseguido para Cataluña”. Casi le parte el alma. Pero era verdad. Pujol ha sido siempre un hombre curiosamente desgarrado por el drama íntimo de amar a Cataluña (y sólo a ella) con todo su corazón, teniendo a la vez España en la cabeza como no la ha tenido casi ningún gobernante español. O sin el casi.
Tuvo la educación de ir a Madrid a despedirse cuando dejó la política. Dio una conferencia en el Foro que a mí personalmente me heló la sangre. Allí estaba un Pujol pequeñito y apesadumbrado echando elegíacas pestes del proceso autonómico. Repasando todas las cosas que habían salido mal por incompetencia o por mala fe. O por desprecio. Y lanzando esta inquietante profecía: que si definitivamente su modelo de nacionalismo conciliador fracasaba, detrás vendría otro mucho más radical y virulento. Mucho menos dispuesto a tener España en la cabeza.
A la salida los periodistas plantaron la alcachofa a varias personalidades que habían acudido a la conferencia, entre ellas Esperanza Aguirre. Y Esperanza Aguirre declaró que ella no estaba en absoluto de acuerdo con el diagnóstico de que la España autonómica hubiera fracasado. “Qué va, si esto ha salido muy bien, no ha salido como Pujol quería, pero… ¡no pasa nada!”, constató, con una radiante sonrisa de oreja a oreja.
Huelga decir que han pasado los años y que el pronóstico de Pujol se ha cumplido al pie de la letra, tanto como el de Esperanza Aguirre. El nacionalismo catalán se ha radicalizado. El independentismo ha salido de las catacumbas. Y no ha pasado nada. Nada en absoluto. Ni va a pasar. Desconozco si la independencia de Cataluña es económicamente viable. Supongo que eso dependerá de quién y de cómo eche las cuentas. Yo creo que políticamente no lo es. Que la Unión Europea no está por la labor (¿a cambio de qué?) y que dentro de la misma sociedad catalana no hay quórum. Y que incluso en aquellos sectores y círculos donde parece que lo hay es porque no se hace una estimación realista de los pros y contras. Porque en el fondo no va en serio. Es menos un objetivo que una actitud.
¿Es todo mentira entonces? No, tampoco. Para los que sienten los colores, es más una cuestión de coitus interruptus. De que para ellos todo es una mierda pero no tanto como para que valga la pena romper la baraja. Cataluña no es Kosovo, ni es Irlanda del Norte, ni es Chechenia. Cuando ha estado de verdad jodida no tenía fuerzas para irse de España, y cuando ha tenido fuerzas, ya no estaba tan jodida. Ya no valía la pena.
Luego están los que no sienten los colores ni sienten nada pero se apuntan a un bombardeo porque les viene la mar de bien: ¿en qué otro contexto podría tener un lugar al sol un elemento como Laporta? Igual que la anomalía política del País Vasco ha permitido hacer carrera todo el que se atreviera a estar ahí, supiera o no supiera hacer la o con un canuto, la anomalía catalana ha dado trabajo a una verdadera plaga de freaks y de inconscientes. Tanto en el bando chiíta catalán como entre el talibán español. Pero más allá del integrismo o de les penques (jeta) de cada cual hay algo que tiende a quedar peligrosamente bajo el radar. A pasar temerariamente desapercibido.
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Leamos un momento con atención la letra pequeña de lo que de verdad ha dicho Pujol: “Durante muchos años el nacionalismo catalán mayoritario no ha sido independentista. Ha jugado la carta de un autonomismo que garantizara políticamente y administrativamente un techo alto, económicamente viable y con garantía identitaria. Y rechazaba los requerimientos de algunos sectores para adherirse al independentismo. Tenía argumentos para hacerlo”.
Punto y aparte dramático: “Ahora ya no tiene ninguno”.
Y sigue: “Ahora puede tener argumentos de viabilidad (no de viabilidad económica, una Cataluña independiente es viable). También de voluntad de no poner en peligro la cohesión interna catalana. Pero hasta ese argumento pierde peso a medida que se acentúa tanto el trato económico discriminatorio, con repercusiones sociales y humanas. Ahora no tiene argumentos políticos Y CADA VEZ MENOS ARGUMENTOS SENTIMENTALES”.
Las mayúsculas son mías. Leer bien antes de quemar y/o de olvidar. Releer después de cenar si es posible. Es importante. Por favor.
El peligro de secesión sentimental, de desafección irreversible entre catalanes y españoles (es decir, entre españoles y españoles, ¿o no?) es muy grande en estos momentos. Más cuanto más inviable es la secesión política. Flota en el ambiente una enorme frustración, un gigantesco hastío, más feo y más amargo cuanto en el fondo de lo que se está harto es de uno mismo. Del propio fracaso. Pues indudablemente España va a lo suyo, pero le va bien. Es Cataluña la que va mal.
¿Que todo esto “SE HABRÍA PODIDO EVITAR”, como también dice Pujol, en unas mayúsculas clave que vuelven a ser mías? Seguro. Habría bastado que, una de dos:
a) Los nacionalistas catalanes dejaran de pedir lo imposible
b) Los nacionalistas españoles dejaran de sabotear lo posible
A mí siempre me pareció un cachondeo llamar “Reconquista” a lo que empezó con la intifada de Don Pelayo en Asturias y acabó con la toma de Granada por la Isabel la Católica. ¿Cómo vas a llamar “reconquista” a algo que ha durado OCHO SIGLOS, hombre de Dios…o de Alá? ¿Cómo vas a pretender que Al-Andalus pasó sin dejar rastro y que no tiene nada que ver contigo?
Pues lo mismo por el otro lado. Argumentos históricos a favor de la identidad catalana original hay muchos. Pero ya va para seis siglos que estamos metidos en este otro rollo. Es todavía menos tiempo del que llevó la famosa Reconquista, pero es bastante más del que duró la Unión Soviética en el mundo, o del que lleva Estados Unidos siendo un país independiente. Todo apunta que España, tal y como la conocemos hoy, con Cataluña dentro, es irreversible.
Pero que una cosa no se pueda romper no significa que no se pueda estropear. ¿Cuántos matrimonios que no se divorcian por los niños, o porque la parte descontenta no tiene recursos, se convierten en un infierno? ¿En algo profundamente insatisfactorio e invivible? Semejante mal ambiente puede servir los propósitos del independentismo, pero jamás debería dejar de preocupar a los que desean la unidad de España. O eso dicen.
Entiendo que para un señor que vive en Almería o en Guadalix de la Sierra el maldito problema catalán pueda parecerle tedioso y muy lejano. De ese sentimiento es de lo primero que te percatas, con asombro, en cuanto sales de Cataluña. Es muy duro comprobar que no eres el ombligo de España. Que los demás no están todo el día pensando en ti.
Pero hecha esta pertinente autocrítica, ¿se me permitirá recordar que una cosa es no ser el ombligo y otra no tener ni derecho a radiografía? ¿Que levantes la mano para decir: me duele esto o lo otro, y que pasen de ti? ¿Que no te hagan ni puto caso?
Volviendo a las lenguas co-oficiales en el Senado: ¿tan difícil era asumir sin poner malas caras una cosa tan simbólica, tan en el fondo tonta, tan pensada para dar coba con bien poco? Pues semejante “concesión” ni quita ni pone al verdadero equilibrio lingüístico y territorial de España, lógica y enormemente a favor del castellano. No obligaba a nadie a hablar lo que no quisiera. Ni siquiera a entenderlo, que para eso estaba la traducción simultánea o la posibilidad de irse al bar, que durante los plenos del Senado siempre está muy concurrido.
Ya sabemos que el castellano lo entiende todo el mundo y que es la lengua común. Y la única consagrada y defendida por la Constitución, que ni se preocupa de mencionar derechos para ninguna otra. Con el resultado de que en cualquier momento y en cualquier punto del país, incluida la Cataluña más profunda y más cerril, uno sólo tiene que ir a los tribunales, quejarse de que no le dejan hablar castellano, y siempre le van a dar la razón. Sin que valgan inmersiones ni pollas, para decirlo claro.
¿Tanto costaba administrar eso desde la más elemental, ya no diré generosidad, pero sí responsabilidad? Si uno tiene la suerte de que la lengua común sea la suya, la que ha mamado desde pequeñito, debería dar gracias al cielo y rezar para que dure, es decir, para que todo el mundo esté contento. Sobre todo los de casa, coño. Los que se supone que juegan en el mismo equipo. Aún me acuerdo de Pepe Bono, poniéndose un día la mar de estupendo: “Ej... que el futuro de España se decide en Madrid, no en Bilbao”. Oiga, ¿y cómo Bilbao ya no está en España? ¿Cuándo ha ido a parar a Japón?
Hay que ser muy obtuso para no darse cuenta de que seguir así los catalanes no se van a ir a ninguna parte, porque no pueden, pero a muchos igual les da por encerrarse en una especie de antiespañolismo íntimo. De exilio interior. De no querer saber nada. Es contra la extensión de ese sentimiento, que una vez derramado no es nada fácil volver a meter en la botella, contra lo que Pujol advierte. Contra lo que ya lleva tiempo advirtiendo. Ojo a las palabras más importantes, para mí, de todo verdadero discurso sobre la independencia: “ESTO SE HABRÍA PODIDO EVITAR”. ¿Se puede evitar aún?
¿Que a muchos les da igual, como hace diez años le daba igual a Esperanza Aguirre? Qué suerte tienen, porque no es mi caso. Yo es que soy de las desgraciadas que las ha pillado en medio la Reconquista: demasiado catalana para olvidarme, demasiado española para desentenderme. No estoy bendecida con la amplitud de miras de Bono, para quien pasado Parla ya empieza el Congo belga. Ni tengo la suerte de ser esos catalanes autoexiliados de España, para los que lo español no tiene verosimilitud cotidiana ni valor emocional. Mi abuela murió sin hablar castellano. Mi hija nació en Madrid.
Si se nos rompe algo no va a ser España. Ni Cataluña. Va a ser el corazón. Va a ser la ilusión colectiva. La alegría de que tu país se te parezca.
¿Hay alguien allí afuera a quien esto le importe un carajo?
Se han tenido oportunidades mas que suficientes para hacerlo bien y lo único que han prevalecido han sido los intereses políticos.
Estamos en lo mismo de siempre…estar contra lo catalán da votos al sur del Ebro.
Ahora deshacer esta idea ya es imposible y es por ello que muchos catalanes se sienten con «el corasón partío» entre el «Pais» y el «Estado», enfrentados sin remedio.
Nada se consigue sin esfuerzo; ni contra los Austrias ni contra los Borbones. Y cuando hubo que luchar los catalanes lo hicieron contra Napoleón a favor del Borbón felón.
A veces el problema es que los catalanes no aceptan las mayorías, por ese sentimiento de que son distintos, de pertenecer al estado pero no. ¡Claro que su opinión cuenta! No en vano llevan condicionando la política estatal los últimos 20 años. Otra cosa es que siempre puedas conseguir lo que quieres. Los políticos catalanes renuncian a alcanzar mayorías mediante el pacto para pasar automáticamente a la exigencia y al chantaje. Quizá lo que falta es un verdadero sentimiento de pertenencia al estado, en el que conviven con comunidades, estas sí, ninguneadas sistemáticamente.
Y la vida que es? si no conflicto.
Y desde luego, hay cosas más importantes que deben ser solucionadas y por distintos motivos se apartan o ignoran por intereses que vete tu a saber porqué.
Ya que solo soy una hormiguita,vapuleada por todas partes no creo tener idea de las cosas,aunque este este escrito me haya gustado
Anna
No sé porque un independentista catalán es un integrista y un no-independista, no. Todas las posturas son igualmente respetables. Si no, no es democracia.
La UE aceptaría a una Cataluña independentiente no sólo porque sería aceptar una situación de facto -lo mismo que mañana aceptará a Kosovo- sino porque además, le conviene económicamente. Por qué va a querer renunciar a dos puertos mediterráneos, a una zona estratégica para llegar a España, etc?
Además, un diplomático madrileño contó una vez, en público, que a España le convendría meter a Cataluña dentro de la UE, pues España y Cataluña, por separado, sumarían más votos en el Parlamento y en el Consejo de Ministros de la UE que juntas, y coincidirían muy a menudo en intereses geopolíticos (magreb), pesca, agricultura…
No sé porque Laporta tiene que ser un «freak». Yo todavía recuerdo que consiguió para el Barça los mejores resultados de su historia. Resulta que se mete en política y se convierte en un freak… ¿Argumentos?
Que los catalanes dejaran de pedir lo imposible… ¿es imposible pedir los mismos derechos para tu propia lengua que para el castellano? Más cuando el castellano, lógicamente, tiene una fuerza superior de mercado, peso demográfico, político, etc? Pues España ha querido aniquilar esa riqueza, y sigue insistiendo -¿debo recordar la sentencia del Constitucional?-. Pues peor para ella. Es fruto, además, de una serie de mentiras en periódicos como El Mundo que deberían ser denunciadas en un organismo de supervisión deontológica todavía por crear.
En fin, sobre lo de la viabilidad económica, seamos serios. De entrada, ya tendríamos un 10% más de PIB, el del déficit fiscal… y si analizas fríamente la cuestión, es España la que está preocupada por las repercusiones económicas de perder a Cataluña. Pero qué le vamos a hacer, se obstina orgullosamente en machacarla en lo más íntimo (su lengua).
No sé si hay mayorías o no. Eso se sabría con algo tan democrático como un referendum. Es tan sencillo como aceptar que si hubiera mayoría, Cataluña tendría el derecho de autoproclamarse independiente, como señala el derecho internacional de la ONU, y si no, pues seguiría en España. Y ya.
Interesante articulo Anna y fascinante dilema «Ser o no ser».Afortunadamente como andaluz no tengo tamaña confusión.Me gusta Cataluña,sus gentes,sus paisajes,su gastronomia, su cultura, el buen hacer de sus profesionales.Los políticos catalanes son responsables de explotar eso que acuñaron como el hecho diferencial.Si no queremos crear ciudadanos de 1ª y 2ª división, si consideremos que todos somos iguales y que nuestro futuro está en la unión que nos hará mas fuertes y competitivos…
Llegas a la triste conclusión que alentar estos debates no solo separa,no solo parte corazones, también hace que nuestro pais que es España, sea mas desigual.
Todos nos beneficiamos de todos y querer alterar este principio es jugar a otro juego, a otras cosas …
Mando opinión de un senador riojano que dice además de esto >>>>
Lázaro Carreter afirmaba que “el azar de los siglos hizo plurilingüe a España, y esa realidad inamovible ha sufrido azares y zozobras, pero también ha producido venturas como Joanot Martorell, Maragall, Cervantes, Rosalía o Gabriel Aresti
Tambien que >>
En el monasterio de San Millán de la Cogolla aparecieron las primeras palabras escritas en castellano.
Y yo como «burgalés» le diria que fué en Valpuesta,que es como si fuera en Araba.
http://www.almendron.com/tribuna/33268/a-contracorriente-2/
Muy buen artículo. Aún así, el problema es el enorme cerrojo mental de una mayoría castellano-españolista y, por el otro lado, de un nacionalismo catalán que no se fía de que España y Madrid puedan ser garantes de su identidad.
No quiero entrar a valorar la racionalidad del tema identitario porque no la tiene (¿que el catalán se muere?¿acaso no se morirá también el castellano como se ha muerto el latín?) pero España nunca ha intentado hacerle entender a Cataluña que puede garantizar su cultura desde Madrid. Y luego, los catalanes han empezado a tomar competencias como intento de crear un Estado dentro del Estado a cuentas de su «diferencia identitaria» (¿que coño tiene que ver tu identidad nacional con el calendario de vacunación?).
Así estamos, unos sin reconocer las otras Españas, y obligándolas a ser otra cosa que españoles, y otros parapetándose en un rincón con el miedo íntimo a la inexorable, para todos, disolución de su identidad.
El cerrojo mental CL lo tienen los que no aceptan que España es una nación con 17 comunidades autónomas con diversidad y plurilengüismo y punto.El marco constitucional no da para mas.
Todos los ciudadanos somos iguales ante la ley, con derechos y obligaciones.Sinceramente este juego del independentismo es solo un señuelo para conseguir con malas artes ventajismo con el resto de las comunidades,mas DINERO.
Los Centros Catalan y Vasco no quieren saber nada de los otros centros españoles, y eso es así porque ha sido fomentado por los partidos nacionalistas.
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